Las delegaciones de Israel y Hamás han abierto en el balneario egipcio de Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo, el capítulo más serio de conversaciones desde 2023, bajo un plan de 20 puntos impulsado por Washington, sin participación palestina en su redacción, que combina alto el fuego, liberación de rehenes, canje de prisioneros, retirada escalonada israelí y un esquema de gobierno transicional para Gaza.
La Casa Blanca lo presenta como “lo más cerca” de un cierre desde que arrancó la operación militar israelí, en represalia a los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023. El coste humano de ese castigo colectivo que Israel ha perpetrado en la devastada Franja de Gaza supera los 67.000 palestinos asesinados según las autoridades sanitarias de Gaza y los 1.152 uniformados israelíes caídos, de acuerdo con el Ministerio de Defensa israelí.
Lo que pide Israel
Israel ha comunicado a Estados Unidos su intención de mantener presencia militar en tres puntos de Gaza durante “años”:
1. Una zona de amortiguación dentro de las fronteras de la franja.
2. El corredor de Filadelfia, en la frontera con Egipto y el paso de Rafah.
3. La colina de Tel al Muntar (también conocidad como Colina 70), un promontorio de 70 metros de altura que domina visualmente el norte del enclave, Ciudad de Gaza y el campamento de refugiados de Yabalia.
Washington, según fuentes israelíes, “entiende” la necesidad de conservar esos enclaves. La retirada se supedita a la devolución de todos los rehenes, vivos y muertos, y al despliegue de una fuerza internacional que asegure que Hamás no recupera capacidad militar.
Netanyahu insiste en que Israel retendrá la “responsabilidad general de seguridad” y rechaza la creación de un Estado palestino bajo control de Hamás o de una Autoridad Palestina que no haya sido reformada.
En la práctica, Israel busca mantener la llave de Gaza, como ya hace en Cisjordania ocupada, donde los asentamientos y los puestos de control israelíes sojuzgan a diario a los palestinos. El objetivo israelí contempla una retirada parcial, pero con capacidad de observación e intervención militar desde puntos estratégicos.
Lo que pide Hamás
El movimiento islamista mantiene su línea roja: no habrá desarme mientras persista la ocupación. Reclama garantías verificables de retirada, seguridad para Gaza y supervisión internacional. Así se lo ha trasladado este lunes a la inteligencia militar egipcia.
El jefe negociador, Jalil al Hayya, ha reiterado que Hamás estaría dispuesto a dejar las armas y transformarse en partido político si se crea un Estado palestino independiente dentro de las fronteras de 1967. Además, Hamás busca que el acuerdo no sea percibido como una rendición y exige un canje amplio de prisioneros y un papel político en el futuro de Palestina.
Los detalles y los problemas técnicos
El plan contempla:
1. Liberación de todos los rehenes en un plazo de 72 horas desde la aceptación israelí, alto el fuego y cese inmediato de bombardeos.
2. Reposicionamiento del ejército israelí hacia una “línea amarilla” dentro de Gaza y, posteriormente, hacia una “línea roja” en los límites, mientras una fuerza extranjera bajo mandato estadounidense se hace cargo de la seguridad.
3. Estacionamiento final de las fuerzas israelíes en la frontera, manteniendo control del corredor de Filadelfia y de la colina de Tel al Muntar para “prevenir futuras amenazas”.
En paralelo, Israel liberaría 250 presos condenados a cadena perpetua y unos 1.700 gazatíes detenidos después del 7 de octubre de 2023, incluidos mujeres y menores.
Estados Unidos propone una administración transitoria internacional y una hoja de ruta hacia la autodeterminación palestina, con un programa de ayuda y reconstrucción inmediata.
Los grandes puntos de discordia
1. Alcance real de la retirada: falta precisión sobre hasta qué línea se retiraría Israel y qué zonas quedarían bajo control palestino efectivo.
2. Enclaves permanentes: la presencia israelí en la zona de amortiguación, el corredor de Filadelfia y Tel al-Muntar contradice la exigencia de una retirada total.
3. Calendario y verificación: no hay consenso sobre el ritmo de las fases ni sobre los mecanismos internacionales de supervisión.
4. Identidad de los prisioneros liberados: Israel rechaza liberar a determinados líderes con alta influencia política, lo que bloquea las listas. Entre ellos Marwan Barghouti, un líder de Fatah bien considerado por Hamás que permanece en cárceles israelíes desde 2002 y que ha sido condenado a cuatro cadenas perpetuas. Es visto como el sucesor natural del presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbás, que cumple 90 años en noviembre y que es un líder débil y acusado de ser el rostro de la corrupción y el colaboracionismo con Israel.
Las cifras del dolor
El coste humano añade presión internacional. Más de 67.000 palestinos han sido asesinados, entre ellos al menos 19.424 niños y al menos 169.679 personas. Gaza es hoy la región del mundo con mayor número de niños mutilados por el conflicto.
El número de fallecidos incluye 459 muertos por inanición, entre ellos 154 niños. Según el sistema internacional de seguimiento del hambre y la seguridad alimentaria en el mundo, Gaza es escenario de una hambruna. La escala respaldada por las Naciones Unidas, conocida como Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC), ha elevado su clasificación para la gobernación de Gaza a la fase 5. Se trata del nivel más alto y se caracteriza por el hambre, la indigencia y la muerte.
Qué se juega cada parte
Israel busca el retorno inmediato de los rehenes, garantías de seguridad duraderas y mantener presencia en tres enclaves estratégicos.
Hamás quiere evitar la imagen de rendición, conservar influencia política y condicionar su desarme a un horizonte de Estado en las fronteras de 1967.
Estados Unidos, con Trump al frente, presiona para cerrar el acuerdo en cuestión de días y amenaza con una “destrucción total” de Hamás si rechaza el plan. Trump quiere acelerar el proceso con vistas al Premio Nobel de la Paz que se falla este próximo viernes 10 de octubre. Egipto asume la mediación logística mientras Qatar intenta persuadir a Hamás.
Un campo de minas
Las ambigüedades que permiten avanzar también pueden destruir el proceso. Los “sí, pero” de Netanyahu y de Hamás salvan apariencias, pero pueden derivar en ruptura si cualquiera de los dos cree que tiene más que ganar bloqueando.
Los sabotajes internos son una amenaza real: dentro de la coalición israelí, con la oposición de los sectores más ultras del Gobierno, y en las filas de Hamás hay facciones dispuestas a torpedear concesiones.
El mayor riesgo es la falta de verificación efectiva: sin observadores internacionales ni mecanismos sólidos, cualquier incidente puede servir de pretexto para romper la tregua.
Si la población palestina no percibe mejoras inmediatas —ayuda, seguridad, reconstrucción—, el vacío será ocupado por otros actores armados. Si los israelíes no perciben seguridad ni victoria, la ventana política se cerrará.
El plan promete entrada inmediata de ayuda humanitaria, inicio de la reconstrucción y se opone a la anexión o el desplazamiento forzoso de los gazatíes. Pero la permanencia de enclaves israelíes y la lentitud de la retirada podrían mantener a Gaza en un limbo: una paz formal sobre ruinas.
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