El Tribunal de Apelación ha confirmado la sentencia de dos años y medio de cárcel contra la activista marroquí Ibtissam “Betty” Lachgar, condenada por blasfemia tras publicar en redes sociales una fotografía en la que lucía una camiseta con la frase “Alá es lesbiana”. La corte ha ratificado también la multa de 50.000 dirhams impuesta en primera instancia, unos 4.700 euros.
El caso, que ha despertado una intensa polémica dentro y fuera del país además de la condena de las organizaciones de derechos humanos, vuelve a situar a Marruecos en el centro del debate sobre los límites de la libertad de expresión y el peso de la religión en la esfera pública. Se produce, además, en un momento de manifestaciones de jóvenes que exigen la caída del gobierno y la mejora de los servicios públicos.
Lachgar, de 50 años, fue detenida el 10 de agosto en Casablanca y trasladada a una prisión de Rabat. La Fiscalía la acusó de “atentar contra la religión islámica” y de haber difundido “mensajes ofensivos” en redes sociales, al acompañar la imagen con textos en los que calificaba al islam de “fascista” y “misógino”.
Durante el juicio de primera instancia, celebrado en septiembre, fue condenada a dos años y medio de prisión y al pago de la multa. La defensa pidió que se le aplicaran las penas alternativas introducidas recientemente en el Código Penal marroquí, alegando que no había cometido un crimen grave ni representaba una amenaza social. Los abogados recordaron además que Lachgar padece cáncer y se encuentra en un estado de salud delicado.
En la audiencia de apelación, la activista reiteró que su intención no era insultar la religión, sino denunciar la instrumentalización de la fe para justificar la violencia y la discriminación contra las mujeres. Solicitó declarar sentada por recomendación médica. La sala estaba llena de familiares y simpatizantes, que se emocionaron al escuchar la confirmación de la sentencia.
“Es un desastre. No entendemos por qué no se le han aplicado las penas alternativas, es perfectamente elegible”, lamentó en declaraciones a Efe su abogada, Ghizlan Mamouni, tras conocer el fallo. El fiscal, por su parte, argumentó que los mensajes de Lachgar suponían “una amenaza para la seguridad espiritual de los marroquíes” y un atentado contra el orden público.
Desde organizaciones de derechos humanos, como la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), se ha denunciado la resolución como una “privación de la libertad de expresión”. En un comunicado, la entidad subrayó que la sentencia representa un retroceso en materia de derechos fundamentales y un golpe a la imagen de modernización que el país intenta proyectar.
Ola de indignación
El caso de Lachgar ha provocado reacciones internacionales y movilizaciones frente a consulados marroquíes en ciudades españolas como Madrid, Barcelona o Bilbao, donde colectivos feministas han reclamado su liberación inmediata. “Si condenan a Betty y el mundo guarda silencio, vendrán por todas nosotras”, declaró una activista durante una de las concentraciones.
Ibtissam Lachgar es cofundadora del Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales (MALI), conocido por promover acciones públicas en defensa de los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI, y por desafiar normas sociales y religiosas en Marruecos. Entre sus iniciativas más conocidas figuran la organización de un “beso colectivo” en 2013 y diversas campañas por el derecho al aborto y la libertad sexual.
La condena contra Lachgar vuelve a evidenciar la tensión entre el Estado marroquí y las voces que reclaman una mayor apertura en materia de libertades individuales. En Marruecos, el islam es religión de Estado y el Código Penal contempla penas de prisión para quienes “ofendan a la religión islámica o a sus profetas”.
El fallo del Tribunal de Apelación de Rabat consolida una línea judicial que prioriza la protección de los valores religiosos frente a la libertad de expresión. Para sus defensores, Lachgar se ha convertido en un símbolo del feminismo disidente en el mundo árabe; para sus detractores, su gesto fue una provocación intolerable.
La activista permanece en prisión, enferma y firme en su postura. “Mi hermana no se va a rendir”, declaró su familia a El Independiente. “Su lucha es por todas las mujeres que se atreven a decir lo que piensan”.
Te puede interesar