Un "tomahawk" es un hacha de guerra empleada por los nativos americanos. También es el nombre de un misil de crucero de Estados Unidos que los ucranianos sueñan con conseguir para que los rusos dejen de considerarse "a salvo" en su territorio. Donald Trump no descarta facilitar Tomahawk a Ucrania aunque su uso estaría bajo supervisión de EEUU. El líder ruso, Vladimir Putin, ha advertido que el envío de Tomahawk a Ucrania arruinaría las relaciones con EEUU. El riesgo de escalada se incrementaría, esgrimen los rusos, algo que Trump ya ha dicho que no desea.
Donald Trump ha dicho que ya ha tomado una decisión sobre la demanda que le hizo el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en su encuentro en Nueva York cuando los dos participaron en la Asamblea General de la ONU. Yehor Cherniev, vicepresidente de la Comisión de Defensa del Parlamento ucraniano, sostiene que Ucrania va a recibir misiles Tomahawk pero no podrá usarlos para atacar objetivos en territorio ruso.
EEUU los utilizará para presionar a Putin de modo que si mantiene su rechazo a las negociaciones de paz recibirán más misiles y podrán emplearlos bajo supervisión estadounidense a determinado alcance. Si Trump da finalmente el paso, aunque sea limitado al principio, se hará efectivo un cambio importante en su política sobre la guerra en Ucrania.
"Es importante porque el despliegue de los Tomahawk podría transformar las capacidades de largo alcance de Ucrania e intensificar la presión estratégica sobre las fuerzas rusas", señala Alain Servaes, en Army Recognition.
La joya de la corona bélica
El misil de ataque terrestre Tomahawk (TLAM), desarrollado originalmente por Raytheon para la Marina de EEUU, es uno de los sistemas de ataque de largo alcance más precisos y versátiles del arsenal estadounidense. Con un alcance superior a los 1.600 kilómetros, permite realizar ataques de penetración profunda contra objetivos de alto valor mientras vuela a baja altitud para evadir la detección por radar. Es extremadamente difícil de detectar e interceptar con los sistemas de defensa aérea estándar.
Con una ojiva de aproximadamente 450 kilogramos, el Tomahawk es capaz de destruir centros de mando fortificados, centros logísticos, instalaciones de defensa aérea o infraestructuras críticas situadas en las profundidades de las líneas enemigas, a menudo en la fase inicial de operaciones de alta intensidad.
Si se desplegara en Ucrania, el Tomahawk permitiría a Kiev atacar zonas de concentración, bases aéreas e instalaciones de mando y control rusas situadas en territorio ocupado por Rusia e incluso dentro de las fronteras rusas reconocidas internacionalmente sin necesidad de utilizar la fuerza aérea. "Supondría un reto importante para la protección de las fuerzas rusas, ya que instalaciones militares clave que antes se consideraban seguras debido a su distancia se volverían vulnerables de la noche a la mañana", añade Alain Servaes.
Actualmente, el arsenal de Kiev incluye el misil Neptune con alcance de 600 kilómetros, los ATACMS suministrados por Estados Unidos con 300 kilómetros de alcance, y los Storm Shadow británicos y franceses que alcanzan los 250 kilómetros.
Los planificadores estadounidenses y de la OTAN estarían preparando plataformas de lanzamiento terrestres compatibles. Es probable que estas incluyan sistemas de lanzamiento vertical Mk 41 modificados o versiones terrestres móviles derivadas del programa de misiles Typhon del Ejército de Estados Unidos. Los misiles serían adquiridos por la OTAN y por Ucrania.
Cambio en la psicología estratégica
Como señala Alain Servas, "la introducción de los Tomahawk cambiaría la psicología estratégica. La infraestructura militar rusa en el interior de su territorio, antes protegida por la distancia, ya no es segura. Desde los centros de mando de Belgorod hasta las instalaciones de la Flota del Mar Negro en Crimea, los nodos clave del esfuerzo bélico ruso quedarían dentro del alcance potencial”.
De esta forma, los Tomahawk pueden ser un auténtico gamechanger, si finalmente Ucrania sí pudiera utilizarlos para atacar objetivos en Rusia. En una primera fase parece que servirán como elemento para presionar a Putin. Trump es un negociador nato y alterna el palo y la zanahoria. Ahora aplica el palo, o la sombra del palo para ver cómo reacciona Putin.
El líder ruso afirmó el domingo que una iniciativa así echara al traste todo lo que se ha avanzado en la relación entre EEUU y Rusia. Pero las expectativas de la cumbre de Alaska han quedado reducidas a la nada dos meses después. Trump le tendió la alfombra roja y Putin no ha cambiado un ápice: sigue bombardeando ciudades en Ucrania. Incluso ha pasado a intensificar las acciones en zona gris en Europa. Es su forma de trasladar a los europeos el riesgo al que se exponen por ayudar a Ucrania.
La estrategia de Putin
Como señala el Institute for the Study of War, "Putin sigue ofreciendo incentivos que no guardan relación con la guerra en Ucrania para obtener concesiones de Estados Unidos sobre la guerra en Ucrania. Trata de facilitar el acercamiento entre Estados Unidos y Rusia, entre otras cosas presionando a la Administración Trump para que entable conversaciones sobre el control de armas, con el fin de garantizar las demandas que Rusia desea en Ucrania".
Alterna en su retórica las amenazas aludiendo a que EEUU va a involucrar a sus militares en los ataques con Tomahawk, lo que marcaría "una nueva etapa de escalada". Su mensaje recuerda al que empleó cuando EEUU estudiaba enviar los misiles ATACMS, los aviones F-16 o los tanques Abrams. "Putin parece estar probando diferentes enfoques —desde amenazar con empeorar las relaciones bilaterales hasta restar importancia a la utilidad de los misiles— para influir en la toma de decisiones de Estados Unidos", apunta el ISW.
Aún no está cerca el momento en que Ucrania pueda utilizar a su voluntad los Tomahawk. ¿Qué podría hacer? Podría dañar significativamente, si no destruir, activos militares clave en Rusia, como la fábrica de drones Shahed en Yelabuga, República de Tartaristán, o la base aérea Engels-2 en la región de Saratov, desde donde Rusia lanza bombarderos estratégicos que disparan misiles de crucero lanzados desde el aire contra Ucrania. Para Putin, que hoy cumple 73 años, sería una pesadilla. Y su reacción difícil de prever.
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