Después de 41 días de cierre, el más largo de la historia reciente, el Senado de Estados Unidos ha aprobado un acuerdo para reabrir el gobierno. Han sido siete senadores demócratas y un independiente los que han propiciado el fin del enfrentamiento presupuestario entre republicanos y demócratas en el Congreso. La Cámara de Representantes se reúne a partir de este miércoles y ha de votar también. Luego Donald Trump promulgará el presupuesto como ley.

Aún pasarán varios días hasta que los servicios gubernamentales vuelvan a la normalidad. Pero muchos estadounidenses ven con alivio que se termine con el caos en los aeropuertos justo cuando faltan pocos días para Acción de Gracias, la festividad en la que miles se mueven para ver a sus familias.

Finalmente, los demócratas han aceptado unas concesiones mínimas de los republicanos. La financiación del Gobierno federal se amplía hasta el 30 de enero. Lo que sí se va a garantizar es la ayuda alimentaria en el marco del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP) hasta septiembre de 2026, que beneficia a 42 millones de estadounidenses. Garantiza que todos los trabajadores federales recibirán el pago retroactivo y revierte los despidos relacionados con el cierre de miles de trabajadores federales. "Cumpliré el acuerdo", ha dicho Trump.

El texto no incluye la extensión de los subsidios de la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare), que expiran a fin de año y cuyo fin podría elevar los costos médicos para millones de estadounidenses. Los demócratas habían forzado el cierre del gobierno precisamente para lograr que se prorrogara la cobertura de la que se benefician 24 millones de estadounidenses. Los republicanos se han negado a discutir sobre los gastos sanitarios mientras se mantuviera cerrado el gobierno.

El pulso lo ganan los republicanos y Trump o eso es lo que parece. Lo curioso es que esto sucede cuando la mayoría de los estadounidenses culpaban más a los republicanos que a los demócratas del cierre, a pesar de la intensiva campaña de Trump atacando a sus rivales por no hacer concesiones. Además, los índices de popularidad de Trump están bajo mínimos: el 63% tiene una opinión negativa del presidente, según un sondeo de la CNN. Y la esperanza de que los demócratas recobren el tono había empezado a cristalizar con las victorias en la Alcaldía de Nueva York, las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey, y el referéndum promovido por el gobernador de California Gavin Newsom, a quien se ve como posible aspirante a la Casa Blanca.

Acción de Gracias

Hay varias teorías sobre las razones por las que los demócratas ahora han reculado. Los senadores demócratas y el independiente (Angus King) que han votado con los republicanos no se juegan el escaño en 2026, de modo que eso ha podido facilitar que voten según su criterio político sin tener en cuenta otros cálculos. Es posible que teman que la situación pudiera dar un giro contra los demócratas si el cierre se prolongaba hasta Acción de Gracias. Incluso hay quienes recuerdan que los senadores son parte de esa élite que viaja mucho en avión y estarían más que hartos de las cancelaciones de vuelos.

Según Nate Silver, analista electoral, los demócratas han demostrado falta de estrategia y en gran parte lo atribuye a la falta de liderazgo de Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el Senado. "La aversión al riesgo de los demócratas es real... Los senadores son personas privilegiadas que viajan mucho en avión, y se acerca la temporada de vacaciones. Quizás algunos demócratas sintieron que sus victorias del martes les daban cobertura. Y el historial de los partidos que intentan obtener concesiones estratégicas a partir de cierres es básicamente de 0 a infinito. Pero además, la estrategia de Schumer era poco sólida y, al fin y al cabo, nunca tuvo realmente un plan definitivo en mente", apunta Nate Silver.

"Schumer estaba tan centrado en evitar la 'culpa' del cierre que no supo articular un argumento positivo sobre por qué era importante cerrar el Gobierno por el motivo de la sanidad o de otro tipo. No jugaba para ganar, sino para no perder", añade Silver.

Cuanto peor, mejor

Pero hay otra explicación, que expone el periodista Ezra Klein en The New York Times. En primer lugar, aunque muchos manejaran otros argumentos, el fin del cierre era mostrar hasta qué punto puede ser autoritario Trump. Ha decidido qué cierra y qué no de forma que así también era difícil que los demócratas acabaran ganando el pulso.

Así llegó un punto en que la lógica política de la lucha por el cierre se invirtió. "Si los demócratas conseguían la prórroga de los créditos fiscales —si ganaban—, estarían resolviendo un enorme problema electoral para los republicanos. Si los republicanos lograban que los créditos fiscales expiraran —si ganaban—, estarían entregando a los demócratas un arma con la que derrotarlos en las elecciones. Por eso, la propuesta de compromiso del senador Chuck Schumer, que ofrecía reabrir el Gobierno si los republicanos prorrogaban los créditos fiscales durante un año, les pareció errónea a muchos demócratas. Desde el punto de vista moral, podría valer la pena sacrificar una ventaja electoral para reducir las primas del seguro médico. Pero una prórroga de un año resolvía el problema electoral de los republicanos sin resolver el problema político".

Los demócratas tendrían en este caso un argumento electoral de peso: Trump os ha abandonado en lo que más os duele, la salud. Son sus decisiones las que os obligan a pagar más por vuestros seguros médicos y si no podéis os quedáis sin ello.

Como dice Klein, "el cierre fue una escaramuza, no la batalla real. Ambos bandos luchaban por posicionarse, y los demócratas, elevaron su mejor tema —la sanidad— y prepararon el terreno para que los votantes relacionaran el aumento de las primas con el gobierno republicano. No es una victoria, pero teniendo en cuenta lo mal que suelen salir los cierres para el partido de la oposición, es mejor que una derrota".

Queda por saber si podrán gestionar y comunicar esa victoria a medias, dada la debilidad del partido y su fragmentación.