Steve Witkoff y Kirill Dmitriev son los dos hombres de negocios que están detrás de la propuesta de 28 puntos que avaló Donald Trump para poner fin a la guerra en Ucrania. Witkoff, tan rico que viaja en avión privado a sus encuentros con mandatarios internacionales y no cobra por su misión, se ha ganado la confianza y el respeto de Trump por su lealtad desde su primer mandato. Dmitriev, tan ambicioso como falto de escrúpulos, es el hombre de Putin para los tratos con Estados Unidos. Estudió en Harvard y Stanford, y conoce bien la mentalidad americana.

El producto de esta joint-venture, ese proyecto de 28 puntos, reflejaba tan bien las aspiraciones rusas desde el inicio de la invasión de Ucrania que se especula que la primera versión la supervisó Dmitriev, que sabe bien cómo seducir a Trump y a los suyos. Todo lo ven en términos de oportunidades de negocio. Es una capitulación en toda regla, que con mucha paciencia y grandes dosis de diplomacia han desmontado los ucranianos y los europeos, en conversación con el secretario de Estado, Marco Rubio, el único en la Administración Trump que parece que sabe que de los Acuerdos de Múnich no salió nada bueno. Finalmente, se han eliminado los nueve puntos más favorables a Rusia. El apoyo de Alemania, Reino Unido y Francia a las tesis de Zelenski ha sido crucial.

El texto final de lo que pergeñaron Witkoff y Dmitriev parece una traducción con erratas del ruso al inglés. Al parecer, el millonario ruso filtró la información a Axios justo en el momento en que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, estaba más debilitado por un gran escándalo de corrupción su entorno. El propio Witkoff lo reconoció en X: "Debe de haberlo conseguido por K...". Cometió el error de difundir un mensaje privado en el que hacía alusión a la exclusiva de Axios.

Tres días intensos en Miami

Pero vayamos al origen. A finales de octubre, Donald Trump pidió a su equipo de seguridad nacional que diera forma a un plan de paz para Ucrania, según informó The Wall Street Journal. Después de autocoronarse como el pacificador de Gaza, quería conseguir lo que al principio, según reconoce el propio Trump, creía que era lo más fácil: la paz en Ucrania. Su falta de conocimiento del peligro que entraña la Rusia de Putin es estremecedor, así como su escasa empatía con quienes son las víctimas de una guerra de agresión, los ucranianos.

En el vuelo de regreso desde Oriente Medio, tras haber negociado un acuerdo entre Israel y Hamás, Steve Witkoff y Jared Kushner, yerno de Trump, comenzaron a redactar el primer borrador de lo que finalmente se convertiría en ese plan de 28 puntos en el que Ucrania cede territorios no controlados por Rusia, renuncia a ingresar en la OTAN y aceptar reducir sus Fuerzas Armadas drásticamente.

No es de extrañar que el ministro ruso, Serguei Lavrov, haya asegurado que esa propuesta original no puede modificarse como han pactado de forma sustancial el presidente Zelenski y Marco Rubio. Precisamente Rubio se enteró del plan tarde, pocas horas antes de que se publicara en Axios, cuando Mohamed bin Salman visitaba Washington.

Witkoff y Kushner redactaron la propuesta con información aportada por una persona cercana al Kremlin que mantuvo reuniones secretas con ellos en Miami, según dijeron funcionarios estadounidenses y personas familiarizadas con el asunto. También consultaron al presidente ucraniano, pero hicieron caso omiso de sus aportaciones, por lo que se deduce del texto final. Ni Witkoff ni Kushner conocen Ucrania, aunque Witkoff, cuyos padres son dos inmigrantes rusos, sí tiene vínculos empresariales con Rusia.

La aportación rusa provino de Kirill Dmitriev, enviado del Kremlin con estrechos vínculos con Putin que también mantiene una relación desde hace tiempo con Kushner. A Witkoff también lo conocía porque Dmitriev fue su interlocutor en febrero de 2025 para lograr la liberación de un profesor estadounidense encarcelado en Rusia. Pasaron juntos tres días en la casa de Witkoff, según ha publicado The Wall Street Journal. Después sería Dmitriev quien filtró el plan justo en el momento de mayor fragilidad de Zelenski.

El sello de los hombres de negocio se advierte en detalles cómo el reparto de los fondos rusos congelados, que quedaría así: 100.000 millones de dólares en activos rusos congelados se invertirán en esfuerzos liderados por EE UU para reconstruir e invertir en Ucrania; EE UU recibirá el 50% de los beneficios de esta operación; Europa añadirá 100.000 millones para aumentar la inversión disponible en la reconstrucción de Ucrania; los fondos europeos congelados serán descongelados; y el resto se destinará a un fondo conjunto EE UU-Rusia para proyectos bilaterales que aumenten los incentivos a evitar un retorno al conflicto. Es solo un ejemplo.

Steve Witkoff, cercano a Trump desde los 80

Los perfiles de Steve Witkoff y Kirill Dmitriev reflejan bien a quiénes valoran Trump y Putin. Trump y Witkoff, abogado y empresario audaz y no siempre exitoso, viajaron juntos varias veces a Rusia entre 1987 y 1996. Trump intentó varios negocios como lanzar un vodka con su nombre pero no triunfó. Desde entonces son amigos y comparten andanzas. De hecho Witkoff estuvo presente en la reunión en junio de 2016 en la Torre Trump en Nueva York donde tuvo lugar una reunión con una fuente rusa con el fin de encontrar trapos sucios en su rival electoral de entonces, Hillary Clinton.

En la primera administración de Trump, Witkoff desempeñó un papel mucho menos visible que el que tiene ahora. Witkoff siguió al lado de Trump cuando perdió en 2020. "Cuando muchos falsos amigos huyeron despavoridos tras las elecciones de 2020, Steve siempre se mantuvo leal a mi padre y a toda nuestra familia, y eso es algo que nunca olvidaremos", declaró Donald Trump Jr. a la CNN en abril de 2025.

Cuando Trump regresó a la Casa Blanca, inicialmente planeó nombrar a Witkoff su negociador para Oriente Medio. Pero cuando los rusos presionaron para que Keith Kellogg, que había sido militar y sí conocía mejor la realidad ucraniana, fuera desplazado como enviado para Ucrania, Trump dio protagonismo a Witkoff. Kellogg se retira oficialmente en enero pero lleva ya tiempo desplazado. Desde marzo, Witkoff ha volado al menos cuatro veces para reunirse con Vladimir Putin. Es tal su supeditación al Kremlin que en encuentros clave se ha fiado de los intérpretes oficiales rusos, por ejemplo, lo que dio lugar a que la cumbre de Alaska fuera un fiasco. Interpretó de forma errónea las pretensiones de Putin.

Kirill Dmitriev, el hombre que ambiciona demasiado

Kirill Dmitriev nació en Kiev hace 50 años, pero no se considera ucraniano sino originario de la Unión Soviética. Sus padres son destacados científicos, lo que pudo influir en que se volcara en la producción de la vacuna rusa en la pandemia del coronavirus, Sputnik V. Ha recibido una educación exquisita y conoce bien la mentalidad occidental. Tras estudiar en Stanford y Harvard, trabajó en la consultora McKingsey, una de las mejores del mundo.

Desde 2011, está a cargo del Fondo de Inversiones Directas de Rusia, un fondo estatal que respalda a las "empresas rusas líderes y a las más prometedoras del mercado" en coalición con inversores internacionales de primera categoría. Es muy habilidoso a la hora de tejer relaciones sociales con quienes pueden ayudarle a estar en la cúspide. Su esposa, Natalia Popova, es amiga de la hija pequeña de Putin, Katerina Tijonova.

Tras la reelección de Trump, Putin nombró a Dmitriev su representante para la cooperación económica y lo incluyó en la delegación rusa para las conversaciones con los estadounidenses en Arabia Saudí. A Dmitriev se le atribuye haber propuesto negociaciones con Trump centradas en los intereses comerciales. El ejemplo más llamativo de este enfoque, hasta ahora, es su idea de construir un túnel bajo el estrecho de Bering que conecte Rusia y Estados Unidos.

De Dimitriev cuentan sus compañeros de estudios que ya en su adolescencia destacaba por su determinación. Si se proponía algo, lo conseguía. En este caso se ha olvidado que para alcanzar consensos hay que hacer concesiones. De eso no sabe.