Cuando un europeo disfruta una película estadounidense, podría pensar que los gritos de los reporteros al portavoz o la portavoz de la Casa Blanca, a un acusado a las puertas de un juzgado o al presidente del país cuando sale o entra de su residencia son una exageración, una licencia cinematográfica. Que no tiene ningún sentido que todos los periodistas se apelotonen y hablen a la vez sin que el objetivo de esas preguntas pueda escucharlas, que lo normal sería que esos reporteros siguiesen un orden, respetasen la palabra de sus colegas y no se interrumpiesen, y sobre todo que no gritasen… al mismísimo presidente. Pero nada más lejos de la realidad.

En Estados Unidos las preguntas a gritos no solo existen, sino que son toda una institución. La pregunta gritada -ese es su nombre oficial- aparece descrita en la página web de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca como "la única manera de que los periodistas busquen respuestas en nombre del público general" cuando el presidente de EEUU "decide no estar disponible para preguntas, quizás durante días o semanas". Y esa es la razón por la que prácticamente a diario las televisiones retransmiten ese paseo de Trump a su helicóptero siempre rodeado de preguntas a voces.

Este sistema de preguntas, sin embargo, es llamativo para periodistas de otras latitudes como los españoles porque el presidente estadounidense suele dar entrevistas, declaraciones y ruedas de prensa de forma bastante habitual, en términos generales, y desde luego mucho más habitualmente que el presidente español actual y sus antecesores, lo que podría llevar a pensar que quizá no es tan necesario como aseguran esto de gritar preguntas a veces a decenas de metros de distancia del líder -y especialmente si el líder es un octogenario-.

"La pregunta gritada es una herramienta que se utiliza desde hace mucho tiempo para captar la atención del presidente en nombre del público general. Las palabras del presidente tienen peso como las de ningún otro alto cargo público. Mientras que un portavoz de prensa o un alto cargo pueden llevar a cabo sesiones informativas y dar información, nadie puede hablar con la misma fuerza que el presidente. Incluso un simple ‘sí’ o ‘no’ puede enviar señales a todo el mundo, mover los mercados e influir la cultura estadounidense", dicen los corresponsales.

El problema es que esa herramienta tan relevante para los periodistas estadounidenses ha provocado más de un malentendido. Con presidentes de alrededor de los 80 años, confiar en que el líder del país va a escuchar y a entender una pregunta gritada a metros de distancia y con el ruido del helicóptero presidencial detrás es poco menos que creer en los milagros, pero los periodistas continúan chillando sus dudas y a veces el interrogado parece asentir, o negar, y sigue adelante. 

Es entonces cuando empiezan a proliferar titulares que dicen que Joe Biden -el año pasado- o Donald Trump -este- ha dicho tal o cual cosa, o que se opone a tal otra, unos titulares que en ocasiones durarán apenas unos minutos publicados porque el equipo de prensa de la Casa Blanca se lanza a corregir o matizar esas noticias que, aunque parezca lo contrario, solo han salido de un movimiento de cabeza de una persona que ni siquiera pudo oír claramente lo que se le decía.

La semana pasada, en uno de los correos que uno de los periodistas que siguen de cerca a Trump -lo que se conoce como el "pool"- envió al resto de colegas corresponsales, podía leerse: "Hubo una pregunta gritada sobre Oriente Medio y después la música empezó a sonar, así que este periodista no cazó la respuesta de Trump, pero movió los labios y pareció decir algo". Es habitual que la Casa Blanca ponga música para tratar de disuadir a los periodistas de gritar preguntas, lo cual complica aún más la tarea.

Entenderán ahora por qué en 2022 se hizo viral un vídeo de Biden diciendo “De verdad, esta es de la poca prensa en todo el mundo que hace esto. En serio” después de no haber podido entender ni una palabra de lo que se le preguntaba a tropel. A su sucesor, sin embargo, parece gustarle más esta tradición tan americana, y a veces tan confusa.