Cuando la nómina se superpone al componente ético que inexorablemente debe guiar el trabajo de cualquier profesional dedicado al asesoramiento financiero, las consecuencias no se hacen esperar. Consecuencias siempre nefastas para una clientela justa de conocimientos económicos que confiada y mansamente delega la toma de decisiones en terceros que se supone velaran adecuadamente por su bienestar económico.
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