Aunque todavía no lo usamos, su valor se ha duplicado desde principios de año y su utilización aumenta poco a poco en la economía: el bitcoin, la moneda virtual que valía 0,001 céntimos en el momento de su creación a finales de 2008, franqueó el mes pasado la barrera de los 2.000 dólares.

¿A qué se debe este entusiasmo por una divisa que, hasta hace poco, nutría más bien la crónica de sucesos? Una de las razones es, a buen seguro, su adopción como método de pago por parte de Japón, lo que supone un verdadero reconocimiento oficial para una moneda que no dispone ni de banco central ni de Estado de origen y que, además, no tiene dueño. Desde entonces, la cotización del bitcoin no deja de batir nuevos máximos, y alcanzó la cota de los 2.760 dólares el pasado 25 de mayo.

Más que el éxito del bitcoin, la tecnología que permite su existencia (la cadena de bloques o Blockchain) representa una revolución que transforma radicalmente nuestros intercambios comerciales. Esta tecnología disruptiva "simplemente" elimina la necesidad de esos terceros de confianza (bancos centrales, Estados, notarios, entre otros) que considerábamos imprescindibles.

El increíble progreso de esta tecnología traspasa con creces el ámbito de las finanzas. Después del Nasdaq, los bancos y las aseguradoras, todos los sectores se están viendo afectados: Estonia la utiliza para las escrituras notariales, Sony para la educación, el departamento francés de Yonne para los contadores de agua conectados, etcétera.

Blockchain desempeñará un papel cada vez más importante en nuestros intercambios

Al consignar todas las transacciones, esta herramienta tecnológica, que dispone de un registro infalsificable, brinda un potencial inédito. Algunos pueden preferir los cuadernos de antaño, pero no se puede negar el hecho de que este registro de Internet, seguro y compartido por todos, desempeñará un papel cada vez más importante en nuestros intercambios, al tiempo que minimizará sus costes. Apenas vemos una pequeña parte de un abanico de posibilidades que comienza a desplegarse.

Nos hallamos en uno de esos momentos de la historia en los que las innovaciones revolucionan nuestras vidas diarias: las biotecnologías transforman inexorablemente la medicina; la inteligencia artificial y la robótica moldean poco a poco nuestra existencia; y la economía se torna colaborativa y descentralizada. Ante tales cambios, la inquietud y el reflejo de defensa constituyen reacciones instintivas, y puede resultar tentador "echar de menos el dulce resplandor de los candiles" y "el encanto de la época de los equipajes", como dijo Charles de Gaulle en su discurso del 14 de junio de 1960.

En todo caso, la historia nos ha enseñado que las transiciones son complicadas, pero necesarias, y que la duda y la inquietud se perfilan como los peores enemigos de nuestras sociedades. Los canuts (los tejedores de seda de Lyon) lo experimentaron en su detrimento. De nada sirvió ese intento por sabotear la modernidad (los telares de Jacquard, en este caso), pues la innovación es ineludible y tenemos que aprender a vivir con este progreso, en ocasiones desconcertante.

La innovación es ineludible y tenemos que aprender a vivir con este progreso

¿Cómo repercute todo esto en el ahorro? No cabe duda de que el auge de las tecnologías nos afecta y nos afectará, como ocurre en todos los demás segmentos de actividad. Fieles a nuestra tradición y a nuestro sesgo optimista, mostramos una actitud favorable con respecto a estas transformaciones. Aceptamos los retos y las nuevas perspectivas que traen consigo.

En un momento en el que Francia parece decidida a abrazar su destino, y como preconizó Jean-Baptiste Say: "Nosotros, que percibimos en los progresos, incluso los nuestros propios, el germen de avances aún mayores, emprendamos el camino hacia el futuro con más osadía y confianza". Compartimos este entusiasmo, pero tengan la certeza de que mantendremos la cabeza fría y no caeremos en una "tecnomanía" ciega. Seguiremos creyendo en las virtudes de la inteligencia humana y en el sentido común, elementos indispensables para integrar con clarividencia la tecnología en nuestras actividades, nuestras vidas y, claro está, nuestra gestión.


Didier Le Menestrel es presidente de La Financière de l'Echiquier

Aunque todavía no lo usamos, su valor se ha duplicado desde principios de año y su utilización aumenta poco a poco en la economía: el bitcoin, la moneda virtual que valía 0,001 céntimos en el momento de su creación a finales de 2008, franqueó el mes pasado la barrera de los 2.000 dólares.

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