El puro PSOE andaluz no es Susana, ni siquiera Chaves, que fue cultivando su aire de capataz vestido de domingo hasta que Zapatero se lo llevó chorreando sospecha como un canasto de uvas. Chaves o Susana están ahí porque alguien tenía que mandar, con más o menos ganas o luces o ambición; alguien tenía que mover el molinillo de votos y administrar de lejos la larga gloria del fracaso, que es esa cosa que hace que Andalucía parezca rodada con tomavistas, con una alegría sin cuajar, con una luz desmentida por el ahogo.

Pero no, el puro PSOE andaluz es Francisco Javier Guerrero, que declaraba como en un sillón de barbero, como si fuera a contar ligues o lances de muleta. Es Guerrero, pocero del partido, mando chusquero criado en los clanes del PSOE andaluz, clanes de pueblo, que son como ranchos. Son él y toda esa gente que no ha hecho otra cosa ni ha tenido otro oficio real que servir al partido, medrar en el partido, engordar al partido, rebañar del partido. Auténticos soldados que esperan la victoria y la rapiña, confundidas con el bien común durante el reparto. El PSOE andaluz es sobre todo esa chusquería de la gente como Guerrero, que es una chusquería como franquista, y que a Guerrero se le hace lana en la barba, en la cara de pastor con gabardina de funcionario astroso de los sesenta. Ésta es la gente que sostiene al PSOE andaluz, la que le da continuidad, no las sirenas o los poseidones que van haciendo de mascarones de proa en la Junta.

Guerrero despachaba en los bares como un prestamista, administraba el dinero y el favor con la autoridad del capricho; venerado por las putas, los menestrales, los tiesos y los trepas

Guerrero, con el fondo de reptiles, no hacía más que ese trabajo histórico, obedecer y repartir para mantener la continuidad o eternidad del partido, de la vieja colmena de tapia que es el PSOE andaluz. Guerrero despachaba en los bares igual que un prestamista, administraba el dinero y el favor con la autoridad del capricho; era venerado por las putas, los menestrales, los tiesos y los trepas, a los que llamaba “criaturas”, como si fuera un Papá Noel borracho. El dinero público terminó en su chófer (“el ministro”, mote de estafador), en coca (según éste), en tangas, en su suegra, en un churrero de su pueblo o en cubatas rotos como bolas de discoteca. Pero, sobre todo, y es lo importante y grave, el dinero terminó también donde se esperaba: sofocando conflictos, comprando silencio, borrando las noticias, cementando más aún el poder del partido. A conveniencia, sin control. No había límites ni requisitos, pero que nadie le pusiera en la cara o en el telediario a Chaves una manifestación o una hoguera de llantas o alpargatas.

Guerrero es vistosamente repulsivo, es como un luchador mexicano de la corrupción, cubierto de todo su tequila, sus grecas, su vello y sus billetes. Pero se olvida cuál era su misión, y que la cumplía. Había paz social. El partido aparecía como un santo protector y obsequioso. Nadie se quejaba. Menos, desde arriba, donde seguían cebando los fondos y aflojando los nudos del dinero hasta que se pudieron dar subvenciones con un pósit, como un recado de comprar leche. Lo importante era que no se turbara esa paz, ni en la tierra andaluza ni en los despachos de sus jefes con una soñarrera de dioses de tensas liras y barrigas. Guerrero no era (sólo) un corrupto: era un engranaje que funcionaba. Y cuanto más rápido corría el dinero hacia él, por oscuros desagües y artificiosas clepsidras, despistando a los interventores, mareando los presupuestos, distrayendo el papeleo reglamentario, mejor funcionaba.

El puro PSOE andaluz es sobre todo Guerrero, la gente como Guerrero. El partido no funciona sin ellos, pero tampoco ellos son nada sin el partido

Guerrero escuchó sus anteriores declaraciones (como en la que aseguró que “sólo aplicó el sistema que sus superiores le impusieron”) sonriendo ante algunos pasajes cuarteleros, y luego las negó, como en las pelis. Parecía que había perdido las gafas que no le hacen falta. Dijo que sólo contestará a su abogado, un poco sacudiéndose el polvo. Pero ahí están los hechos. Los que mandaban en todo, los que calculaban todo, los que eran capaces de mover o parar todo en Andalucía, los que aún se jactan de manejar todo, desde un congresillo de provincias a la duna de un millón de desempleados, sólo pueden decir que no sabían nada, que un soldado movió a un ejército y que tanto dinero resbaló como un zapato.

El puro PSOE andaluz es sobre todo Guerrero, la gente como Guerrero. El partido no funciona sin ellos, pero tampoco ellos son nada sin el partido. Vemos cómo se usan unos a otros. Vemos el sitio y la misión de cada cual. Vemos cómo sigue funcionando a toda potencia la Andalucía parada, como una olla. Vemos la perfección de la máquina. Y es mucho más que un señor con pinta de tito binguero.