Será que nada sonríe como la Goma 2. Recuerden que aquello, cuando empezó, era la revolución de las sonrisas, con la calle llena de mimos con lirios amarillos en la boca y niños a los que la estelada hacía un poco brasileños. Y eran cantos a la Moreneta, Virgen de meteorito, de culto más megalítico que cristiano, armonizando el universo mientras los coches de la Guardia Civil florecían de pétalos y grafitis, el milagro de primavera de la democracia de verdad. Y eran los ancianos con exvoto y silla de ruedas, llevados en volandas el 1-O, entre el concierto de rock y la secta de gente desmayada y temblona en el Espíritu Santo, que daba calambres de gloria.

Todo aquello era la paz y la democracia, porque los que venían a arrollarte, a echarte, a negarte, venían con la sonrisa encordada, y las manos levantadas como en un baile de chiringuito, y una flor impresionista, que es una flor con oleaje, en el sombrero. No por ello aquella gente dejaba de arrollarte, de echarte y de negarte, pero la sonrisa y las flores iban por delante, y quedaban luego, como confeti machacado, sobre los muertos civiles, los derechos ciudadanos y el destrozado cielo de lo público. La revolución de las sonrisas, hijos de Gandhi hilando con una mella de beduino, Puigdemont haciendo giras en monociclo por Europa, Torra usando esa sonrisa blanda del
cura de merengada. Y parlamentos, leyes, estatutos, derechos, derribados por esa sonrisa.

Ahora, se han dado cuenta de que nada sonríe como la Goma 2. Quiero decir que la causa ya era violenta en su origen, se fundamentaba en violentar las leyes y a la gente, y una causa violenta no podía sino seguir siendo violenta. Lo que ocurre es que la violencia aumenta según la economía, la
necesidad y el resultado. O sea, que la causa violenta siempre está ejerciendo lo que podríamos llamar la “violencia mínima necesaria”. Preponderancia y alarde de una ideología dominante, sutil presión, intimidación, acoso, señalamientos, miles de personas en la calle, miles de personas impidiendo el cumplimiento de la ley, y todo eso justificando un cambio ilegal de marco jurídico. Todo esto iba siendo violencia, la que exigía el momento. Más de la necesaria es contraproducente y, menos, es inútil.

La causa ya era violenta en su origen, se fundamentaba en violentar las leyes y a la gente, y una causa violenta no podía sino seguir siendo violenta

Esta violencia la han ejercido presidentes del seny y del 3%, políticos y empresarios de la pela y de Cruyff, señoritos herederos berlanguianos como Mas, locos de pelo beethoveniano como Puigdemont y sacristanejos jorobados de llevar y abrillantar la custodia como Torra. La han ejercido esbirros de patada a la papelera y futbolistas también con su patada en los huevos o en la inteligencia. Como el pobre Xavi, que está entre tuercebotas y destripaterrones del pensamiento político. Ha dicho Xavi, por cierto, que en una monarquía medieval donde rige la sharía, como Qatar, las cosas funcionan mejor que en España. Sin duda, porque lo que él espera para Cataluña es una teocracia terrorífica pero donde a él también le pongan váter de oro con chorrito.

Esta violencia, en fin, la han ejercido historiadores de pega, contratados como payasos de cumpleaños, y friegaplatos del procés que intentaban desinfectar con lejía la sombra de unicornio que había dejado Inés Arrimadas. La han ejercido periodistas y medios de garrafón, comprados al peso, o artistas nombrados artistas como se nombran pajes de los Reyes Magos. Y, claro, también los CDR, con murales de mierda y hogueras de adoquines y, finalmente, la Goma 2, inmejorable material para dejar sonrisas de escombros, de chatarra y de huesos descoyuntados, que no me digan que un miembro así no parece que está sonriendo.

La violencia mínima necesaria aumenta hasta donde la propia violencia de la causa requiere y permite. Se puede quedar en el escrache o, como en este caso, empezar a rozar la violencia máxima. Ésa en la que ya pueden caer los muertos, primero porque resbaló un cascote, luego por error de cálculo y luego porque, ya, no son muertos sino objetivos. La violencia ha llegado hasta donde la violencia matriz de la causa lo ha permitido, hasta donde lo ha alentado. Recuerden eso de Torra diciendo “aprieten” a los CDR. La causa empezaba en la violencia y no podía terminar sino en la violencia. El tiempo, el fracaso, que se acaban los disfraces de payaso o el plástico de forrar
sombreros, y ya estamos con la Goma 2. Nunca fue paz, ni democracia, sino violencia con dentada de tiburón. Esto sigue siendo la revolución de las sonrisas. Lo que ocurre es que, ya que estamos, nada sonríe con tanta efectividad como la Goma 2.