Feliz Navidad, o lo que sea. El cielo es un frutero volcado, la casa es un regazo con galletas y pájaros, los árboles se han puesto gorro de mago y, por mí, el bicho y la política se pueden quedar fuera toda la noche, como cocheros tenebrosos. Los dioses navegan por ahí arriba como egipcios, las estrellas derrapan en los charcos, las ventanas se saludan con el sombrero, las manos se encaman con las manoplas, los pies se rozan como cachorros, los amores parecen todos en pijama, y hasta los ausentes vendrán a dejarnos el abrigo en el brazo, con las lágrimas o las monedas borradas de sus ojos. No es que estemos alegres o tristes o lejos, es que estamos vivos, al menos hoy, mientras algo cursi y verdadero canta en el cielo igual que un verso de Neruda.
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