El terremoto que ha supuesto la elección del hasta ahora ministro de Sanidad, Salvador Illa, como candidato del PCS a la Presidencia de la Generalitat para las próximas elecciones catalanas del 14 de febrero ha destapado un aluvión de críticas y elogios, prácticamente, a partes iguales. Muchos sostienen que el hecho de cambiar al responsable de la lucha contra la pandemia es una irresponsabilidad desde el punto de vista de la gestión de una crisis sanitaria cuyo final aún parece lejano. Otros, no pocos, prefieren enfocar la cuestión en términos puramente políticos y subrayan como un éxito su elección como cabeza de cartel del PSC de cara a abrochar un éxito electoral que los socialistas necesitan en Cataluña de manera imperiosa para reforzar su gestión gubernamental.

Tal y como se ha ido conociendo en las últimas horas, la operación venía gestándose desde hacía semanas. Distintas fuentes bien informadas sitúan la fecha inicial en la hoja del calendario correspondiente al pasado 16 de noviembre. Desde ese mismo instante, Salvador Illa, estaba perfectamente informado de los planes que el presidente del Gobierno y su núcleo duro, con Iván Redondo a la cabeza, tenían para él, y habría dado su 'nihil obstat'.

No se entiende bien por tanto que este veterano político catalán se expusiera a las críticas y al más que previsible desgaste que ha supuesto para él el hecho de negar en TVE su candidatura, 24 horas antes de hacerse pública. No se ha dicho la verdad, como es evidente, y yo no puedo aprobar semejante línea de conducta. Vengo repitiendo desde hace muchos años que, al igual que en la gestión de una crisis, en la gestación de una operación política de laboratorio tan compleja como la que estoy describiendo, tal vez no pueda decirse toda la verdad, pero en ningún caso es admisible la mentira.

Es fácil suponer, por lo demás, que una decisión de semejante trascendencia, no se toma de la noche a la mañana. La 'factoría monclovita' ha manejado cientos de papeles y ha invertido tiempo y dinero, requiriendo a prestigiosas consultoras como Llorente y Cuenca, hasta concluir que la candidatura de Illa es la que más conviene a sus intereses.

Alta ingeniería político-electoral

Sentado todo esto, me toca ahora destacar que la decisión pergeñada por Pedro Sánchez e Iván Redondo es, probablemente, una de las más inteligentes hasta el momento en todo su mandato. Frente a las previsibles críticas por parte de Vox y el PP -Ciudadanos tiene su propio Vía Crucis en el que luego entraremos- acerca de la inconveniencia de designar al ministro de los "70.000 muertos", Salvador Illa es un hombre extraordinariamente valorado por la opinión pública en general, y no solo por los votantes socialistas.

Está demostrado que su nivel de conocimiento popular es superior al de Miquel Iceta y que su presencia en el delicado predio electoral catalán puede reforzar una cierta idea de Estado que atraería a no pocos votantes de Ciudadanos que ahora, tras la marcha de la que era su portavoz, se sienten más huérfanos que nunca. Añadamos que hace ya meses que el CIS tanteaba la valoración de Illa como candidato, por lo que el presidente del Gobierno cuenta con información de primera mano y ha decidido “sobre seguro”.

Podremos tener un gobierno calculador o “electoralista”, sin que el término deba tener necesariamente matiz peyorativo, pero no irresponsable ni loco

Para completar uno de los círculos de este excelente diseño de ingeniería política, me consta que Carolina Darias lleva meses preparándose para el cargo. Los mismos en los que, como ministra de Política Territorial, había sido incorporada a las periódicas reuniones semanales del Consejo Interterritorial de Salud, tras las que comparecía en rueda de prensa junto al propio Salvador Illa.

Por tanto, su nivel de información del pulso diario de la lucha contra la enfermedad es máximo y no cabrían, desde este punto de vista, las críticas de que es una "paracaidista" que asume las riendas del asunto más delicado que España -y el mundo entero- tiene planteado cuando la enfermedad puede aún recrudecerse. Remarquemos de nuevo, eso sí, que mientras el CIS tanteaba, los implicados lo negaban.

Toda esta "hoja de ruta" no hubiera sido posible si no hubiera comenzado ya una campaña de vacunación masiva que se intensificará en las próximas semanas. Una ofensiva sanitaria que debe llevarnos a ver la luz al final del túnel y que es la que, en último término, ha despejado el camino a Illa. Podremos tener un gobierno calculador o "electoralista", sin que el término deba tener necesariamente matiz peyorativo, pero no irresponsable ni loco.

Iceta: nacionalista no, federalista sí

¿Y qué ocurrirá con Miquel Iceta? Pedro Sánchez, está claro, ya no quiere bailar con él en Cataluña, pero está casi cantado que el todavía líder del PSC aterrizará en Madrid como Ministro y, probablemente lo hará en sustitución a su vez de Carolina Darias, como ministro de Administración Territorial. Como ven, cerramos otro círculo. Si esta predicción se consuma, quedarán claras dos cosas: la primera, que el presidente no deja "tirados" a quienes han estado a su lado en los momentos difíciles (Iceta fue clave para su victoria en las primarias de 2017) … la segunda, que quien sería posible nuevo ministro es uno de los padres intelectuales del modelo federal definido en el programa del PSOE.

Si el emblemático Iceta llegara a ocupar un despacho en Castellana 3, tendremos ya claro cuál será el futuro diseño territorial del Estado español. Se repite estos días -en clave muy "catalana"- que Illa es más "españolista" que Iceta y que de ahí nacería el relevo de este por aquel. Creo que es una simplificación; como acabo de explicar, la estrella política de Iceta no decaería, sino que se desplazaría a otra constelación política.

¿Debacle naranja a la vista?

El triunfo de las tesis del Jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno en la operación descrita frente a algunas reticencias, según se ha sabido, del "número tres" del PSOE, José Luis Ábalos, se complementa a la hora de rematar el dibujo del cuadro catalán con el impacto que acaba de sufrir Ciudadanos con la marcha al Partido Popular -comunicada por sorpresa y "sin anestesia"- de su portavoz, Lorena Roldán.

Hagamos votos, porque la decisión ciudadana a pie de urna sea juiciosa e inteligente porque hoy, más que nunca, necesitamos a una clase política sensata y rigurosa

Que el partido naranja no levanta cabeza desde la marcha de Rivera es una evidencia, pero deserciones de tal calado en vísperas de unos comicios como los que tendrán lugar en apenas seis semanas pueden suponer un impacto definitivo para quienes llegaron a obtener nada menos que 36 escaños en el parlamento autonómico. A la marcha de Roldán hay que añadir, aunque con destino diferente, la de Rubén Viñuales, menos conocido. Se trata de quien hasta ahora era portavoz del grupo municipal de Ciudadanos en el ayuntamiento de Tarragona y que pasará a formar tándem, como número dos, con Rosa María Ibarra, cabeza de lista de los socialistas en aquella circunscripción.

Más que nunca necesitamos políticos sensatos y consecuentes

Todo el mundo tiene derecho a evolucionar, como en otros ámbitos de la vida, en sus planteamientos políticos… pero el hacerlo "repentinamente" en vísperas de unos comicios deja siempre un cierto olor a oportunismo y la sensación de que muchos, ante unas perspectivas electorales inciertas, prefieren garantizarse un sueldo público y unas prebendas más que seguras durante cuatro años más. Algo que se produce en mitad de una innegable crisis económica y cuando las previsiones más pesimistas auguran una probable destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo durante los próximos meses, lo que supondría un duro golpe para la sociedad española.

Reitero todo mi respeto a la señora Roldán, a la que aprecio personalmente, y al señor Viñuales, pero deberían explicar bien sus decisiones y no aludir a las manidas y genéricas discrepancias con la línea oficial del que era hasta hace nada su partido o una presunta "falta de democracia interna" de la que, hasta ahora, según parece, no habían sido conscientes.

2021 arranca como se ve con una apasionante cita electoral en ciernes; de lo que ocurra en Cataluña y de la futura composición de su cámara autonómica, en la que los sondeos vaticinan una fuerte irrupción de Vox, un ligero crecimiento del PP y una debacle de Ciudadanos, además de una previsible dilución de Podemos, dependerán muchas cuestiones que deban dilucidarse a escala nacional en los próximos meses. No parece que vayamos a aburrirnos. Hagamos votos, eso sí, porque la decisión ciudadana a pie de urna sea juiciosa e inteligente porque hoy, más que nunca, necesitamos a una clase política sensata y rigurosa con la que resolver los terribles dilemas con los que España y el resto del mundo se han encontrado.

El terremoto que ha supuesto la elección del hasta ahora ministro de Sanidad, Salvador Illa, como candidato del PCS a la Presidencia de la Generalitat para las próximas elecciones catalanas del 14 de febrero ha destapado un aluvión de críticas y elogios, prácticamente, a partes iguales. Muchos sostienen que el hecho de cambiar al responsable de la lucha contra la pandemia es una irresponsabilidad desde el punto de vista de la gestión de una crisis sanitaria cuyo final aún parece lejano. Otros, no pocos, prefieren enfocar la cuestión en términos puramente políticos y subrayan como un éxito su elección como cabeza de cartel del PSC de cara a abrochar un éxito electoral que los socialistas necesitan en Cataluña de manera imperiosa para reforzar su gestión gubernamental.

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