El maestro Iñaki Gabilondo dijo esta semana en la SER: "España no funciona, esto es un desastre, nadie se atreve a mandar". Y añadió: "Cuando Felipe González en campaña puso el slogan Por el Cambio, Pepe Oneto le preguntó qué significaba y González le dijo: que España funcione”. ¿Qué nos ha sucedido cuarenta años después de pronunciar esas palabras, para que nuestro país sea un magnifico escaparate sin nada en la trastienda? ¿Por qué parece que todo se improvisa, que salimos de un problema para meternos en otro? Cuando una crisis económica, un fenómeno meteorológico adverso o una pandemia nos ponen a prueba fracasamos estrepitosamente. 

Presumimos de tener la mejor sanidad pública del mundo con sanitarios cobrando una miseria, policías más que eficientes, pero sin cadenas para sus coches patrulla y compartiendo chaleco antibala porque no hay para todos. Ambulancias empujadas por los ciudadanos en la nevada, cierre de negocios por la pandemia sin ninguna ayuda directa…y lo que es peor, con una frase ingeniosa se resuelven los problemas de cara a la opinión pública, porque solo eso importa, la imagen, la comunicación, no gestionar y resolver los problemas.

En los ochenta los cargos públicos se rodeaban de expertos para resolver los problemas, hoy lo hacen de funcionarios acólitos al líder del partido

Llegan las vacunas y se cuelan centenares de funcionarios públicos por delante de los enfermos y ancianos, con todo tipo de excusas ridículas. Qué nos pasa que no llegamos a tener mascarillas ni EPIS en la primera ola y ahora compramos jeringuillas erróneas en la tercera, que no supimos prever la magnitud de la pandemia y un año después seguimos igual. 

Tanta improvisación produce muerte, dolor y hambre. En España tenemos hoy un paro del 22% contando los ERTE, casi 5 millones de personas, muchas cobrando una miseria o no cobrando nada. Las colas del hambre se multiplican.

¿Cuál es la causa de que España no funcione? Decía Gabilondo que "las palabras mandan más que los hechos" y es un factor principal para llegar al desastre en el que estamos. En los ochenta los cargos públicos se rodeaban de expertos para resolver los problemas, hoy lo hacen de funcionarios acólitos al líder del partido. A menudo coincidían líderes de varios partidos contrarios en multitud de actos sociales y culturales, hoy los actos públicos tienen todos una ideología muy marcada y nunca un adversario político asiste a ellos, de manera que la endogamia ideológica manda. 

Los gabinetes de comunicación lo son todo, envían el argumentario a los cargos públicos para que sepan cada día lo que deben decir y cuanto menos piensen por ellos mismos, mejor. Una frase que quepa en un tweet es a menudo la única explicación que se da tras un error político y siempre acusando al contrario de ello, nunca asumiendo responsabilidades. No importa tanto resolver los problemas como simular que saben resolverlos.

Ellos solo son un reflejo de nosotros mismos. España no es un país para universitarios, el 40% no encuentra empleo cuatro años después de terminar la carrera. España es un país de listillos, de espabilados, como el flamante ministro Miquel Iceta, que empezó dos carreras y no terminó ninguna. Las elites políticas son cada vez de menor calidad, en lugar de apostar por menos cargos públicos pero mejor preparados.

Vivimos en una campaña electoral constante de la que no se bajan nuestros políticos, actúan como si los ciudadanos fuésemos a votar mañana y eso impide acuerdos, bloquea el funcionamiento entre administraciones y dificulta la acción inmediata en momentos de emergencia. Lo vemos a diario. Pedro Sánchez nombró al Secretario General del PSOE en Madrid, delegado del Gobierno, de forma que cuando José Manuel Franco destroza verbalmente a Díaz Ayuso como cargo del partido, rompe los puentes de colaboración entre las dos administraciones como delegado del Gobierno. El ejemplo que ofrece Almeida como alcalde de Madrid y a la vez portavoz nacional del PP, sabiendo distinguir entre una cosa de otra es una rara avis en la política actual donde todo vale por tener un titular en las redes y en la televisión. 

Nosotros votándoles sin conocerlos, dándoles nuestro apoyo en las urnas a fondo perdido, también somos corresponsables de esta ineficacia manifiesta. El candidato Illa es el mejor ejemplo de todo ello. El peor ministro de Sanidad europeo en gestionar la pandemia, utiliza su popularidad televisiva y su apariencia de buena persona para ser el candidato elegido para Cataluña. No importa la gestión, sino la apariencia, que es lo que votan. Si gana seguiremos preguntándonos, ¿por qué este país no funciona?

El maestro Iñaki Gabilondo dijo esta semana en la SER: "España no funciona, esto es un desastre, nadie se atreve a mandar". Y añadió: "Cuando Felipe González en campaña puso el slogan Por el Cambio, Pepe Oneto le preguntó qué significaba y González le dijo: que España funcione”. ¿Qué nos ha sucedido cuarenta años después de pronunciar esas palabras, para que nuestro país sea un magnifico escaparate sin nada en la trastienda? ¿Por qué parece que todo se improvisa, que salimos de un problema para meternos en otro? Cuando una crisis económica, un fenómeno meteorológico adverso o una pandemia nos ponen a prueba fracasamos estrepitosamente. 

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