"Vae victis", "Ay de los vencidos", parece ser que dijo el caudillo galo Breno después de sitiar y someter a la ciudad de Roma en el año 390 a.c. Mil libras, en oro de la época, fue el precio que los romanos debieron pagar a cambio de su libertad para que los galos no terminaran por arrasarles. Cuando los derrotados advirtieron que los sitiadores, además de haberles impuesto un peaje abusivo, habían trucado la balanza en la que las onzas de oro debían ser pesadas, se enfurecieron. Fue entonces cuando Breno se encogió de hombros y pronunció la histórica sentencia. 

"Se non è vero è ben trovato", dicen en mi querida Italia: “Si no es verdad, está bien encontrado”. Es decir que, si no es enteramente real, la anécdota está, al menos, bien relatada para la posteridad. Es evidente que hoy nadie va a exigir al PP ningún rescate -aunque sí responsabilidades- por su colosal derrota, en buena lid democrática, tras las pasadas elecciones autonómicas catalanas, aunque tal vez el anuncio de liquidación y cierre de su emblemática sede de Génova 13 -previo pago de un hipotético y futuro comprador inmobiliario- sea más que un símbolo. En este caso además será el PP quien reciba un justiprecio económico por enajenar un activo tan valioso pero el anuncio de ello, realizado el pasado martes 16 de febrero por Pablo Casado, marcará sin duda, no sabemos aún si el declive de una fuerza política histórica y necesaria -¡indispensable!- para el futuro de España, pero sí al menos el "minuto cero" de una imprescindible refundación. Casi una tabla rasa que dé nuevos aires y renovados bríos a una fuerza política que ha doblado penosamente la rodilla en Cataluña tras una agonía política, no por anunciada y esperada, menos dolorosa. La operación dejará algún dinero en las arcas populares, en el caso que se venda o se opte por el alquiler, aunque no evitará unos evidentes desperfectos políticos que anotará en su debe, tanto por su flanco izquierdo -en comunión con los nacionalistas- como por su lado derecho, con un Vox al alza, que cada vez le roba más espacio.

Las victorias “son de todos”; las derrotas son huérfanas

Tras la derrota, ya se sabe, nadie conoce a nadie. Menos aún en una organización política. De tal suerte que, según hemos podido conocer, desde el día siguiente a la derrota, las cañas se han vuelto lanzas para el líder del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. Ex-dirigentes como Alicia Sánchez-Camacho han sido durísimos con él en privado. Le han acusado, nada menos, que de "montar un club privado de amigos" y de no haber contado con nadie, ni haber pedido consejo a quienes tenían la suficiente experiencia para dárselo. Mal futuro político le auguro al bueno de Fernández. He repetido en los últimos días que no me ha dado la sensación de haber sido un mal candidato, sin llegar a encarnar enteramente lo que yo entiendo por un líder inspirador o “arrebatador de masas”, de esos que levantan al público de sus asientos. Está claro, para mí, que ha sido un candidato "correcto" y que ha hecho lo que ha podido. Pero no ha sido capaz de superar algunos pesados lastres que las siglas de su partido, su "marca" a nivel nacional- también en Cataluña-, ha ido acumulando en los últimos tiempos, años. 

¿Y en el resto de España, qué…?

Lo ocurrido con la facción catalana del PP bien puede ser un síntoma del futuro electoral de esta formación a nivel nacional... o no, que hubiera dicho el “galleguísimo” Mariano Rajoy. La buena noticia para Pablo Casado y para los populares es que no van a tener ocasión de demostrarlo en los próximos dos años ya que no hay citas electorales inminentes. La mala, sobre todo para el actual equipo de dirección del partido liberal-conservador es que llevan ya al frente de la nave... ¡desde el verano de 2018! Y no han cosechado éxitos relevantes desde esa fecha. 

Es cierto que gobiernan en Andalucía desde diciembre de aquel mismo año, sí. Un hito histórico que, en 36 años, la derecha española no había conseguido. Pero también que lo hacen gracias al apoyo de Ciudadanos y a la fortísima irrupción en la escena de Vox, que presta apoyo parlamentario al PP. No debe obviarse tampoco que el presidente andaluz y líder del PP en esta comunidad, Juanma Moreno Bonilla, no pertenece a la misma "familia" política que Casado, por expresarlo en términos coloquiales. Es cierto que gobiernan en la Comunidad de Madrid con la, en este momento ‘poderosisíma’ y cada día más mediática, lo digo por el apoyo de los medios de comunicación más conservadores, Isabel Díaz Ayuso, pero de nuevo en coalición con Ciudadanos y apoyo de VOX. 

¿Son extrapolables los resultados en Cataluña para el Partido Popular a una hipotética convocatoria electoral en el conjunto del Estado? Es imposible determinarlo, claro. Pero muchas voces, desde el exterior y también desde el interior del partido, han lanzado ya alertas de distinta intensidad. Es un secreto a voces que algunos "barones" están visiblemente contrariados por cómo se están diseñando las cosas desde la séptima planta de Génova 13. Esa emblemática sede que ahora está en almoneda y que yo, modestamente, ya recomendé liquidar desde el mismo instante en el que Casado fue elegido Presidente frente a Soraya Sáez de Santamaría. También me permití sugerir que se cambiaran las siglas, como muestra de una renovación más profunda que el partido pedía a gritos. Nadie me escuchó, pero dos años y medio después parece que los hechos me han ido dando la razón. Nunca es tarde, reza un refrán castellano, si la dicha es buena. Las batallas, conforme aprendimos de Nicolás Maquiavelo, no se evitan, como mucho se aplazan. Cierto es también que, en opinión de destacados exdirigentes del partido con los que he tenido oportunidad de hablar en los últimos días, un cambio de sede o incluso de siglas no dejaría de ser un mero arreglo "cosmético" para una crisis en la que, lo substancial, es redefinir el proyecto político y las ideas con las que el PP quiere y debe presentarse en un futuro inmediato ante los españoles. Una suerte de refundación al estilo de la que acometió Aznar en 1990. Esa es la auténtica clave. En fin, la “Era Casado”, debería haber empezado el mismo día que fue elegido Presidente después de un memorable discurso, así no fue. Más le vale al joven líder conservador que esta “Era Casado” comience ya o “bye bye my friend”.

Un nuevo proyecto… ¿con un líder diferente?

¿Es Pablo Casado la persona llamada a acometer esa tarea? Casi todos coinciden en que sí; al menos es a quien corresponde hacerlo hasta que, en un nuevo Congreso o Convención Nacional, los compromisarios convocados dispusieran otra cosa. En todo caso, la pregunta debe ser, según me dicen también, si Casado cuenta con el necesario “know how” para ello, con el adecuado bagaje programático y con las personas idóneas a su alrededor. A nadie se le oculta que, en ese banquillo “de lujo” con el que cuenta un gran partido como es el PP, siempre hay aspirantes a líderes dispuestos a saltar a la arena por si, llegado el momento, urgiera sustituir al vigente. 

No creo que en el PP estén aún en esa tesitura. Pero apunten nombres: Díaz Ayuso, Martínez-Almeida, Juanma Moreno Bonilla, incluso el gallego Feijóo, podrían llegar a postularse para tan alto destino si el "comandante en jefe" flaqueara o decidiera arrojar la toalla. 

En este punto, cada uno de los consultados, ya sean dirigentes, exdirigentes, o incluso exministros, difieren, en función de sus propias simpatías políticas y/o personales. De todos con los que he hablado, me quedo con la lúcida reflexión de uno de ellos; viene a decir que el PP no puede eternizar en el tiempo, ya fuera desde el gobierno o desde la oposición, aquel estilo que triunfó durante la era de Mariano Rajoy: renunciar a dar la batalla de las ideas en torno a las grandes y graves cuestiones que aquejan a España y aspirar tan sólo a ser, a seguir siendo, un gran aparato burocrático -y de poder- que se limite a la mera gestión administrativa de los asuntos corrientes". Una formación política con vocación de gobierno puede mantener durante algún tiempo, o incluso durante mucho tiempo, una suerte de “vaciado ideológico” en aras de un pragmatismo que pueda ser rentable electoralmente… pero no puede mantenerlo durante TODO el tiempo, so pena de querer afrontar un más que previsible suicidio. Os puedo asegurar que todo lo que comento lo he vivido en primera persona con partidos en Italia. Al final, la muy compleja política de mi país es como una auténtica y ferozmente compleja palestra donde, a menudo, se adelantan ‘cosas’ que suelen ocurrir en otros países y continentes. 

Un programa, un proyecto

Un líder político necesita construir y mantener unos principios sólidos y duraderos y una idea de país -una idea de España en este caso- coherente con su tradición y con sus valores para después someterlos al examen general de la ciudadanía. Si estos son refrendados y la aritmética parlamentaria le es favorable, gobernará. Si no, se irá a su casa o, en el mejor de los casos, se mantendrá en la oposición hasta que otro tome el relevo. Es el riesgo que hay que asumir. Cualquier otra posición “relativista”, que pueda parecer que a corto plazo conduce a una supervivencia más o menos “cómoda”, acabará conduciendo, tanto al líder como a la organización, al declive… cuando no a la irrelevancia. En mi país, en Italia, sabemos mucho de esto. No le deseo esa suerte al PP, porque creo que es indispensable para España y para su desarrollo futuro. Es a sus dirigentes, y en especial a Pablo Casado, a quienes toca ahora hacer frente a este gran desafío.

"Vae victis", "Ay de los vencidos", parece ser que dijo el caudillo galo Breno después de sitiar y someter a la ciudad de Roma en el año 390 a.c. Mil libras, en oro de la época, fue el precio que los romanos debieron pagar a cambio de su libertad para que los galos no terminaran por arrasarles. Cuando los derrotados advirtieron que los sitiadores, además de haberles impuesto un peaje abusivo, habían trucado la balanza en la que las onzas de oro debían ser pesadas, se enfurecieron. Fue entonces cuando Breno se encogió de hombros y pronunció la histórica sentencia. 

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