Ya se sabía, ya se había advertido en todos los tonos posibles: que el independentismo utilizaría los indultos como trampolín para armar mucho mejor su apuesta por la independencia y para presionar al Gobierno con mayor fuerza para pactar un referéndum de autodeterminación. 

Y ni siquiera ha hecho falta que Pedro Sánchez comparezca mañana martes después del Consejo de Ministros para anunciar las medidas de gracia: ya le están mostrando por la vía de los hechos cuál va a ser su papel de ahora en adelante.

Para empezar, el gobierno catalán no va a asistir al acto en el Liceo preparado en el último momento de la semana pasada para que el presidente del Gobierno presente ante una llamada “sociedad civil” previamente seleccionada las bondades de los indultos, cosa que no hará ante el Parlamento español hasta que no hayan aparecido en el Boletín Oficial del Estado. Un clásico comportamiento populista que se basa en la supuesta complicidad del “pueblo” para ignorar al Poder legislativo. 

España se irá debilitando como Estado democrático porque quienes tienen la obligación de defender el vigor de sus instituciones han renunciado a hacerlo

Pero eso a los miembros de la Generalitat les da lo mismo. Ellos, con su presidente Aragonés a la cabeza, lo que quieren es demostrar públicamente que los indultos no son más que una medida que el Gobierno de España adopta ante la amenaza de ser desautorizado política y jurídicamente por las instancias europeas. “Vas bien así pero esto es poco, tienes que avanzar más, exigimos la amnistía” es el mensaje que le trasladan. Mientras tanto, el independentismo radical se preparaba ayer para sabotear la presentación de Pedro Sánchez en el Liceo de Barcelona.

Y para contribuir a esta campaña de humillación pública al presidente del Gobierno español Oriol Junqueras -que ya engañó en su día con su doble juego a Soraya Sáenz de Santamaría sin que la experiencia haya servido de escarmiento a sus sucesores en el Gobierno- afirma lo que es una evidencia: que los indultos son “un triunfo que muestra algunas debilidades de los aparatos del Estado español”, una debilidad provocada en exclusiva por la decisión del presidente Pedro Sánchez.

Esta es la ayuda que el señor Junqueras, sobre cuya carta llena de trampas se ha querido basar el presidente Sánchez para hacernos creer que estábamos ante una renuncia a la declaración unilateral de independencia cuando se trataba de un mero aplazamiento en espera de tiempos más favorables, esta es la ayuda que el líder de ERC proporciona al Gobierno empeñado en sacarle de la cárcel como sea. Es lo que se dice echar una mano, sí, pero al cuello de Pedro Sánchez para que vaya doblando las rodillas. 

La tesis que se abre camino con cada vez mayor fuerza es la que hemos apuntado muchos desde que las sugerencias sobre la conveniencia de indultar a los condenados empezó a abrirse camino: la de que el independentismo va a sostener que el Gobierno deja sin efecto una sentencia injusta dictada por el afán de venganza de unos jueces prevaricadores, sentencia que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, TJUE, va a desautorizar sin la menor duda y que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, TEDH, va a condenar por haber conculcado los derechos fundamentales de los condenados por el desafío independentista de septiembre y octubre de 2017. Esto es lo que ha venido a decir un Jordi Cuixart evidentemente crecido en su habitual altanería secesionista.

Para entonces el Gobierno probablemente ya habrá aprobado en el Congreso -eso es algo que no puede hacer apoyándose en los empresarios catalanes ni en la “sociedad civil” previamente seleccionada- la rebaja de la pena que el delito de sedición lleva aparejada en el actual Código Penal. Para eso contará con los votos de todos los grupos interesados en debilitar al Estado español más los de los pequeños partidos cuya proximidad a la vera del poder les reporta siempre beneficios concretos para sus respectivos territorios. 

Por lo tanto, todo lo que diga el TJUE se hará sobre la nada porque ya no habrá caso, todos los condenados por el Tribunal Supremo español no sólo estarán indultados sino que gozarán de los beneficios legales de la nueva tipificación en el Código Penal.

Bien, pues tanta abdicación, tanto desistimiento, no habrán servido más que para que el independentismo se fortalezca con cada paso atrás promovido por el Gobierno e intente forzar al Estado a rendirse y aceptar ese referéndum de autodeterminación que la Constitución no contempla en ningún caso.

Es decir, que ahora los independentistas están crecidos y más que lo estarán cuando se vayan sucediendo los pasos atrás, uno detrás de otro, que el Ejecutivo insistirá en defender en aras de la “concordia”.

Y así, poco a poco, España se irá debilitando como Estado democrático porque quienes tienen la obligación de defender el vigor de sus instituciones han renunciado a hacerlo en nombre de una supuesta reconciliación que es el nombre que desde La Moncloa se le da ahora a la rendición y a la entrega de los principios constitucionales a quien tiene desde el comienzo el propósito públicamente expresado de destruirlos.

Veremos más cosas, oiremos más declaraciones y nos intentarán embaucar con más palabras falsas que encubrirán siempre un engaño. Esto es lo que hay. Pero lo que no va a ser posible es que la mayoría de los españoles secunde o apruebe semejante fechoría.      

Ya se sabía, ya se había advertido en todos los tonos posibles: que el independentismo utilizaría los indultos como trampolín para armar mucho mejor su apuesta por la independencia y para presionar al Gobierno con mayor fuerza para pactar un referéndum de autodeterminación. 

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