En estos calurosos días, ya veraniegos, donde la polémica en nuestro país por los indultos a los líderes del próces se entrevera con la gran fiesta futbolística de la Eurocopa y los preparativos de nuestro querido orgullo, nos sigue causando una especial indignación y rabia esa reciente ley homófoba aprobada por la Cámara legislativa de Hungría, que ha suscitado una fuerte -aunque no suficiente- condena por parte de la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea (UE).

Somos millones de ciudadanos europeos los que queremos ver ya a Hungría y a Viktor Orban fuera de un club en el que no debe admitirse, ni un minuto más, a fascistas, a racistas y a homófobos.

El detonante de este choque de trenes entre el núcleo duro de la UE y uno de sus Estados miembros lo ha constituido esa aprobación hace algunos días por parte del Parlamento húngaro de una ley que trata de impedir, tanto el que se haga referencia en los colegios a la homosexualidad, como la utilización de material pedagógico entre el material escolar relativo a la diversidad sexual. Es tremendo, por cierto, atender al resultado de la votación de este texto legislativo: nada menos que 157 parlamentarios a favor por un solo voto en contra… ¡vuelven las cavernas al corazón de Europa!

¿Despierta Europa?

Lo cierto es que algo parece estar cambiando en el esclerotizado orden europeo. En esta ocasión, la agresión a los derechos fundamentales de las personas, a esa libertad con la que tanto se llenan la boca incluso los elementos más ultras de entre las filas de los conservadores y al propio espíritu de los principios de la UE, que una abrumadora mayoría de los socios de este selecto club se ha plantado contra el homófobo y fascista Viktor Orban.

Es lamentable que los líderes de la UE no pidan directamente la expulsión de Orban

El rechazo a este dirigente homófobo y fascista se visualizó el lunes, 21 de junio, con la aprobación de una declaración impulsada por Bélgica en comunión con Luxemburgo y los países bajos y suscrita por otros 16 Estados miembros, entre ellos España.  Tres días después, el pasado jueves 24 de junio, 17 jefes de Estado o de Gobierno, entre los que se contaban Pedro Sánchez, Mario Draghi, Emmanuel Macron y Ángela Merkel, suscribieron una misiva a las instituciones comunitarias en la que se comprometían a seguir luchando contra la discriminación hacia la comunidad LGTBIQ y se reafirmaban en la defensa de sus derechos fundamentales. Sobre esta carta debo decir que me parece lamentable, no sólo que los citados líderes incurran en la hipocresía de no pronunciar -o de no escribir para ser más exactos- el nombre del racista, homófobo e impresentable Orban, sino el hecho de no pedir, directamente y sin paños calientes, la expulsión de este dirigente fascista de la UE. Hay honrosas excepciones, como la del presidente de Países Bajos, que ha advertido a Hungría que si no elimina esa ley homófoba deberá acabar abandonando la Unión. Es desolador comprobar que, a pesar de ese clamor entre los Estados más potentes, otros como Polonia, Eslovenia o la República Checa, siguen ofreciendo respaldo a estos cavernícolas.

¡La UEFA… cómplice!

La situación se encanalló, aún más, con motivo de la celebración en Múnich del encuentro de fútbol de esta atípica Eurocopa 2020 entre Alemania y Hungría. El Ayuntamiento de la capital bávara capitaneó una preciosa iniciativa para iluminar con los colores de la bandera arcoíris puntos emblemáticos de la ciudad, entre los que se quería incluir el propio estadio de fútbol. La UEFA, en una decisión incomprensible y absurda que le costará -ya le está costando- un daño de imagen irreparable, se negó. El alto organismo futbolístico adujo, como estúpida excusa, que no se podía "politizar" con un "posicionamiento" de este tipo un evento deportivo. Me atrevo a decir que prácticamente ha dado igual, dejando aparte el asco que nos ha producido esta prohibición, porque el mensaje ya está lanzado y el efecto ha contribuido a hundir más la reputación de Hungría a lo largo y ancho del mundo.

Que se vaya a la mierda este homófobo y ya de paso el organismo futbolístico europeo"

Se hizo justicia por lo demás, ya que Hungría cayó derrotada y eliminada de la competición. Fue todo un alivio que Viktor Orban cancelara su viaje a Múnich… ¡que se vaya a la mierda este homófobo y ya de paso el organismo futbolístico europeo! Quedará para la historia el maravilloso gol de Leon Goretzka y su signo "de amor" a los ‘supporters’ de Hungría, en respuesta a sus gestos de homofobia. La iniciativa del Ayuntamiento muniqués se extendió a todos los monumentos representativos del país teutón.

Un panorama mundial desolador

Lo grave de todo esto, siendo tremendo el tsunami vivido estos días en el seno de la Unión Europea, es la anormalidad de fondo que se sigue manteniendo como una horrísona realidad en una gran parte del mundo: en 168 países de entre un total de 195… ¡sigue prohibido el matrimonio entre personas del mismo sexo! ¿Estamos ya en el siglo XXI? ¡A veces sigo dudándolo! Los datos son demoledores y contra ellos, no valen opiniones: en 60 de estos 195 países sigue siendo un crimen ser gay y en casi todos ellos se castiga, no sólo con la cárcel, sino con la pena capital. Este hecho, por sí solo, debe servir como respuesta para todos aquellos que siguen cuestionándose hoy en día el porqué del Orgullo.

En Hungría, que es el país en el que hoy debemos focalizar nuestra indignación, se sigue apalizando a los homosexuales y castigándolos con penas de cárcel, que es el lugar en el que el neofascista Viktor Orban piensa sin duda que deben estar. Las imágenes de este sujeto llegando al Consejo Europeo con toda la chulería y el descaro del mundo y con una sonrisa de oreja a oreja, diciendo a los periodistas que los líderes de la Unión debían primero leerse su asquerosa ley y luego opinar sobre ella, no pueden repetirse en una próxima cumbre. ¡Fuera ya Hungría de la UE de una maldita vez!  El bochorno que produce es mayor si cabe si tenemos en cuenta que el plato fuerte de este Consejo era, precisamente, el análisis de la situación del Estado de Derecho y del respeto a los valores fundamentales de la Unión tanto en Hungría como en Polonia.

En este punto siempre recuerdo el terrible caso de Chechenia, país que visité hace tres años, en donde sigue habiendo campos de concentración para homosexuales y en muchas de cuyas ciudades se siguen practicando auténticas cacerías humanas contra homosexuales. Unos crímenes contra la humanidad impulsados por el mandatario ruso Vladimir Putin que espero ver juzgados algún día.

Nuestra bandera, como enseña de libertad

Yo quiero animar, desde este humilde artículo, a todos cuantos creáis en la libertad, en la diversidad y en el respeto a los derechos fundamentales, a que mostréis en lugar visible y con todo orgullo nuestra bandera, creada en 1978 por el artista norteamericano Gilbert Baker y cuyos siete colores representan la vida, la salud, la luz del sol, la naturaleza, el arte y la magia, la serenidad y el espíritu… desde el rojo al violeta pasando por el naranja, el amarillo, el verde, el turquesa el añil y el violeta. Brazaletes, como el que mostraba en televisión hace pocos días mi querida Mamen Mendizábal en su brazo derecho, ayudan a visibilizar la lucha de todos los que pertenecemos a un colectivo en el que no vamos a ceder ni un milímetro ante los fascistas y los intolerantes.

Hoy más que nunca, a pesar de los fascistas, los homófobos y los intolerantes, quiero gritar, con orgullosa rotundidad: ¡Viva el arcoíris!

En estos calurosos días, ya veraniegos, donde la polémica en nuestro país por los indultos a los líderes del próces se entrevera con la gran fiesta futbolística de la Eurocopa y los preparativos de nuestro querido orgullo, nos sigue causando una especial indignación y rabia esa reciente ley homófoba aprobada por la Cámara legislativa de Hungría, que ha suscitado una fuerte -aunque no suficiente- condena por parte de la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea (UE).

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