Me imagino ahora mismo a Feijóo repasando sus discursos para el Congreso de Sevilla, no vaya a ser que García Egea, que está entre macarra de película de Hombres G y cura boxeador, se cuele y le haga un Will Smith si suelta alguna indirecta sobre su amado Casado. Sí, lo de Will Smith ha llegado un poco tarde para aplicarlo a la guerra del PP, pero quizá no es tarde del todo para remover conciencias. Hay gente que parece haber descubierto ahora la hostia con picorcito como hay gente que parece haber descubierto la guerra o, hace poco, la teta, que para Rigoberta Bandini era como un planetoide. Hemos parado la Tercera Guerra Mundial y hasta la Guerra del PP, que no ha acabado, por un guantazo de macarra, un guantazo de futbolines que la gente ya no entiende porque ya no hay macarras ni futbolines, que es una cosa como sólo de Loquillo. Pero yo creo que más bien ha sido un guantazo como de Capilla Sixtina, que ha abierto los cielos con una anatomía y una pedagogía duras y danzantes.

Existen los García Egea, existen los hijos de Putin, existen los macarras de los billarines, aunque ya no haya billarines, y hasta existen los cómicos sin gracia. Lo que ocurre es que ya no estamos acostumbrados a ver el mundo en diferentes registros, estratos, códigos, nos creemos que toda la vida es Twitter con la moral de Twitter y el tonto de Twitter, todo el tiempo ahí con el hashtag, con la ofensa, con la campaña y con el coñazo, como un hare krishna con la verdad sonando a campanilla en la calva (con perdón por lo de la calva). A una gala de los Oscar no puedes ir con el código de los billares y a los billares no puedes ir con el código de un cóctel de embajada. Al menos, si quieres sobrevivir en cualquiera de esos ambientes. En eso se equivocó Will Smith y quizá también en eso se equivocó Casado.

El personal no sabe cambiar de registro, no sabe ajustarse al contexto, quizá porque sólo vive en las redes, que es como vivir todo el día en la maceración de tus fluidos mañaneros. Antes, uno iba del colegio, con su ritmo machadiano y su caligrafía casi china, a los recreativos, que eran como un Oeste brutal con balas de cinco duros. O iba de la universidad, entre submarino académico y Egipto de las matemáticas, a una cuadrilla de vendimiadores o a la mili, que era como ir a una venta quevedesca llena de pillos sin escuela y sin piedad. Y yendo y viniendo uno aprendía que tenía que ir cambiando el registro, los códigos, o te comían.

La gente no entiende que con Putin no sirve la diplomacia o que con Egea no servía razonar, así que ni puede entender la hostia contextualizada

Ahora no se entiende el contexto, ni la ironía, ni la oportunidad, ni la contención, ni el matiz, ni la perspectiva. El personal sale al mundo con su avatar morrocotudo, con su personalidad hecha de gifs de flores, de frases de Gandhi siempre con brillo en la calva, como el casco militar de la paz (con perdón por lo de la calva), y hasta de citas jeffersonianas sobre la libertad; o con dogmas y hierros, con estreñimiento y odio, con el argumentario de canto y hashtags que recuerdan a rayos justicieros, y así, en esa caliente regurgitación de uno mismo, echa el día y hasta la vida. La gente no entiende casi nada, no entiende que con Putin no sirve la diplomacia o que con Egea no servía razonar, así que no puede entender la hostia contextualizada y sólo ve la hostia generalizada y testicularizada. 

Will Smith le dio a Chris Rock una hostia pendular, praxiteliana, académica, que uno no va a evaluar como arma ni como escultura ni como escándalo, sólo como signo de los tiempos. Con la hostia han salido el patriarcado y el machismo, la violencia inexcusable y la violencia justiciera, la libertad de expresión y el mal gusto, el caballero de brandy Caballero y la dama ofendida. En realidad no han salido más que todos los hashtags regurgitados de los estómagos de cada día, el análisis moral con tropezones de cada día, y el coñazo de hare krishna de cada día. La verdad es que la gente no entiende una hostia de ésas de calambrazo hasta que se encuentra con un matón o con un baboso, y no entiende la guerra hasta que no se encuentra con un Putin, y no entiende el marrulleo hasta que se encuentra con la política. O sea, que al menos en eso el guantazo juncal ha hecho pedagogía.

Lo mejor es no dar hostias, hasta que sabes que tienes que dar una, y esperar a la ley, hasta que la ley no aparece, y no ir a la guerra, hasta que sabes que tienes que intervenir en una, así que yo no me voy a poner con la manita blanda ni con el dedito duro, ni al contrario, que en ambos casos me parece moral pornográfica. Sólo digo que en la gala de los Oscar mejor que sepas aguantar los chistes y en una mala hora y un mal sitio mejor que sepas dar hostias, que el mundo no es el Instagram de los gatitos ni de Coelho. Quiero decir que, a pesar de todo, aunque Will Smith se equivocó, hay hostias bien dadas, y a Putin hay que hacerle la guerra, no el amor, y a Egea había que cogerlo en los billares, no en el bibliobús.

Me imagino ahora mismo a Feijóo repasando sus discursos para el Congreso de Sevilla, no vaya a ser que García Egea, que está entre macarra de película de Hombres G y cura boxeador, se cuele y le haga un Will Smith si suelta alguna indirecta sobre su amado Casado. Sí, lo de Will Smith ha llegado un poco tarde para aplicarlo a la guerra del PP, pero quizá no es tarde del todo para remover conciencias. Hay gente que parece haber descubierto ahora la hostia con picorcito como hay gente que parece haber descubierto la guerra o, hace poco, la teta, que para Rigoberta Bandini era como un planetoide. Hemos parado la Tercera Guerra Mundial y hasta la Guerra del PP, que no ha acabado, por un guantazo de macarra, un guantazo de futbolines que la gente ya no entiende porque ya no hay macarras ni futbolines, que es una cosa como sólo de Loquillo. Pero yo creo que más bien ha sido un guantazo como de Capilla Sixtina, que ha abierto los cielos con una anatomía y una pedagogía duras y danzantes.

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