Yolanda Díaz está en campaña. Sabe que Pedro Sánchez va a tratar de capitalizar los logros sociales del Gobierno en su beneficio y ella necesita diferenciarse. Para ahogar a Unidas Podemos y al embrión de partido de la vicepresidenta segunda, el PSOE va a jugar al achique de espacios. Muy amigos, muy socios, sí, pero, a la hora de recolectar votos, Sánchez no va a regalar nada. Incluso el lema elegido por el PSOE para la campaña de agitación y propaganda de este otoño, El Gobierno de la gente, suena a podemita. Hasta eso las consignas les han quitado.

Díaz lo tiene difícil. No sólo porque está obligada a diferenciarse del PSOE, sino también con Unidas Podemos, partido que la apoya pero que quiere ir en solitario a las próximas elecciones. Sumar sí, pero cada uno que sume a los suyos.

El terreno elegido por la ministra de Trabajo como base social para su proyecto político es el de los sindicatos. Ella milita en Comisiones Obreras y se lleva bien con el líder de UGT, Pepe Álvarez. Los sindicatos de clase llevan tiempo de capa caída. Su fuerza se reduce casi exclusivamente al sector público y a algunas grandes empresas del sector privado. En las Pymes y entre los autónomos no se comen un rosco. Y España es un país de pequeñas empresas. En fin, que tanto CCOO como UGT necesitan sacar pecho, demostrar que le son útiles a la clase trabajadora. Nada mejor que tener una aliada en el Ministerio de Trabajo, alguien que les de la razón desde el Gobierno.

Dos ministras tuvieron que salir en defensa de la CEOE para amortiguar el ataque de la ministra de Trabajo. Garamendi se juega su reelección en noviembre y al Gobierno le gustaría que siguiera

Ayer, en la Cadena Ser, Díaz rompió la neutralidad que requiere la negociación entre los interlocutores sociales y se posicionó descaradamente del lado de los sindicatos. "Tienen toda la razón para salir a la calle. La patronal está bloqueando la negociación colectiva". Las negociaciones para la revisión salarial en los convenios se suspendió el pasado 5 de mayo. Pero no fue porque la CEOE se levantara de la mesa, sino porque no había manera de llegar a un acuerdo con las disparatadas peticiones de aumentos salariales de los sindicatos.

Poner contra las cuerdas a la CEOE y a su presidente, Antonio Garamendi, no es una buena idea desde el punto de vista del bloque mayoritario del Gobierno. De hecho, ayer mismo, dos ministras, la titular de Hacienda, María Jesús Montero, y la de Educación, Pilar Alegría, salieron en defensa del "sentido común" de los empresarios y de su disposición a llegar a acuerdos.

Llama la atención que, en medio de esta ofensiva por parte de Díaz, que trata de caldear el ambiente para que el otoño sea todo lo caliente que necesitan los sindicatos, aún no haya hablado el presidente de la patronal. Estará de vacaciones.

Garamendi se la ha jugado en más de una ocasión firmando pactos que le han supuesto el reproche de patronales muy importantes. Por ejemplo, en la reforma laboral, en la que ni la patronal catalana (Foment), ni la madrileña (Ceim), ni la del automóvil (Anfac) ni la de los agricultores (Asaja) estuvieron de acuerdo.

En la CEOE hay elecciones el próximo mes de noviembre y al Gobierno le gustaría que Garamendi siguiera al frente. Les parece que no tiene nada de halcón y que no se va a plegar a la estrategia del PP. Aunque, entre los empresarios, algunos le tildan de "pastelero", demasiado preocupado por su propia imagen.

La cuestión es que la ofensiva de la ministra de Trabajo va a obligar al presidente de la CEOE a posicionarse, justo en la antesala de la renovación de su mandato. Mover ese avispero le viene muy mal al Gobierno, que no quiere que la patronal elija a un presidente que tenga a Feijóo como su opción favorita.

Vamos a ver hasta donde está dispuesta la vicepresidenta segunda a llevar la tensión con los empresarios y con el Gobierno.