Sánchez ha decidido irse cinco días al rincón de pensar. Dice que quiere pensar si merece la pena ser presidente. Algo inédito e irresponsable para un gobernante, pero que suena a broma en alguien que no se pensó dos veces si merecía la pena echarse en manos de los independentistas tras perder las elecciones o si era razonable pagar el precio que suponen la ley de amnistía, los indultos o la reforma de la sedición y la malversación que le han exigido los separatistas, en alguien que nunca ha dudado en colocar sus intereses personales por encima de los generales. Tristemente, no hace falta pararse a pensar ni cinco minutos para darse cuenta que en España, todo lo que rodea a la acción del actual gobierno, es un auténtico culebrón.

Sánchez se toma un tiempo. Un lujo que no está al alcance de los cientos de miles de españoles que cada día comienzan su jornada haciendo cuentas para ver cómo llegan a fin de mes, pero que van a trabajar y cumplen con su obligación. Un lujo muy lejos de las posibilidades de los cientos de miles de empresarios y autónomos preocupados por mantener a flote su empresa y los puestos de trabajo que generan, luchando contra el expolio que suponen los cambios y subidas de las sesenta y nueve subidas de impuestos.

España siempre merece la pena. Defender a todas esas personas que generan riqueza, no sólo es un acto de justicia, sino que es una obligación para quienes voluntariamente hemos decidido dedicar nuestra actividad a la política, ya que nos debemos a los ciudadanos que han depositado en nosotros su confianza para defender sus intereses.

¿Qué pasaría si se tomaran unos días de reflexión los agricultores, los ganaderos, las industrias que convierten sus productos en alimentos, o los carniceros o pescaderos que nos los venden? Evidentemente ni pueden, ni lo van a hacer. Ellos son conscientes de cuál es su responsabilidad y están, día a día, al pie del cañón, intentando ofrecernos productos de calidad para que tengamos disponibles en las tiendas y supermercados, y todo ello a pesar de las enormes dificultades a las que se enfrentan.

Lo más sangrante de todo es pensar que necesita tiempo para pensar en lo suyo, pero nunca se ha detenido, ni él, ni los miembros de su Gobierno, a reflexionar sobre los problemas que provocan sus políticas arbitrarias. No parece importarles la subida de más del 35% en los precios de los alimentos en España, ni los graves problemas que llevaron a los agricultores y ganaderos de nuestro país a llevar a cabo movilizaciones sin precedentes, puesto que poco han hecho al respecto.

Lo más sangrante de todo es pensar que necesita tiempo para pensar en lo suyo, pero nunca se ha detenido, ni él, ni los miembros de su Gobierno, a reflexionar sobre los problemas que provocan sus políticas arbitrarias.

Nadie parece haberse parado a pensar qué sentido tiene crear nuevos observatorios y más estructura administrativa, si no utilizan lo que ya tienen. Sería suficiente con que cumpliesen con las funciones del Observatorio de la Cadena creado en 2013, con hacer estudios de costes y precios, y con publicarlos cada año, como es su obligación.

Nadie entiende la razón por la que el Gobierno no rebaja el IVA de la carne, el pescado, las conservas o los lácteos, cuyo consumo está cayendo como consecuencia de la subida de precios. Más del 32% el pescado, y más del 18% la carne, lo que está hundiendo totalmente al sector.

Nadie llega a entender por qué no se controla la calidad de los productos que llegan de terceros países, si es una obligación del Gobierno; o por qué alaba los productos de países como Marruecos, mientras financia estudios para desacreditar nuestras carnes, frutas y hortalizas. Por qué no se protegen nuestras producciones y se solicita la aplicación de las cláusulas de salvaguardia previstas en los acuerdos de comercialización, cuando estamos viendo el desequilibrio que hay en algunos mercados, hasta el punto de que, en España, las importaciones crecen el triple que las exportaciones; o por qué no se sienta, de una vez por todas, a resolver los problemas del agua.

Nadie comprende la razón por la que el presidente del Gobierno no se para un poco a pensar sobre los problemas que afectan a todos los españoles. Por qué sigue sin convocar a los presidentes autonómicos para hablar de cosas poco románticas, pero muy urgentes, como es el sistema de financiación o la falta de médicos de familia en el mundo rural.

Sobran los motivos para que el Gobierno de España se pare a pensar lo que ha hecho durante estos años y las consecuencias que esas erráticas políticas han tenido. Quizás haya llegado el momento de que seamos los ciudadanos quienes nos paremos a pensar si merece la pena poner en riesgo la democracia y nuestro futuro como lo está haciendo el señor Sánchez. Es el momento de que seamos los ciudadanos quienes enviemos un mensaje al Sr. presidente del gobierno dejando claro que con España no se juega, que los problemas judiciales se dirimen en los juzgados, afecten a quien afecte. Que somos todos iguales ante la ley, sin chantajes ni votos oportunistas por medio. Que en este país hay libertad de expresión y comunicación, para lo que le gusta y para lo que no le gusta al Sr. presidente. Que la mayoría de los españoles, los que no nos escondemos de nuestras obligaciones durante cinco días, sabemos que España es mucho más que Pedro Sánchez.

Milagros Marcos es diputada en el Congreso de los Diputadas y exconsejera de la junta de Castilla y León.