El director de la CIA Bill Burns está intentando salvar las negociaciones en curso sobre un alto el fuego y la liberación de rehenes mientras Israel se halla en una operación militar en Rafah sobre la que la administración Biden ha expresado su preocupación.

La diplomacia estadounidense ha dado poder, irónicamente, a algunos de los más acérrimos opositores a la solución de dos Estados para el conflicto palestino-israelí que han reclamado múltiples administraciones estadounidenses.

El director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Bill Burns, participó el pasado fin de semana en intensas conversaciones de última hora destinadas a salvar las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás, con la mediación de Qatar y Egipto, para lograr un alto el fuego temporal y la liberación de los rehenes. Burns viaja a Egipto, Qatar e Israel justo cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, promete seguir adelante con la campaña militar israelí en Gaza. En las últimas semanas, el gobierno de Biden ha advertido repetidamente al gobierno de Israel de que no emprenda una ofensiva militar en Rafah, la zona sur de la Franja de Gaza a la que han huido la mayoría de los palestinos desde el comienzo de la guerra, porque la operación probablemente agravaría el desastre humanitario.

Esta discreta diplomacia de Burns se produce después de que el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, pasara gran parte de la semana pasada en la región, pero tuviera poco que mostrar en su séptimo viaje a Oriente Próximo desde que comenzó la guerra. El objetivo de Blinken era centrar la atención en los esfuerzos por aumentar la ayuda humanitaria a los palestinos de Gaza. Estados Unidos ha conseguido animar a Israel a abrir más pasos fronterizos para permitir la entrada de más alimentos y suministros de emergencia, mientras el Pentágono sigue construyendo un puerto provisional para la entrega de ayuda. Kerem Shalom, uno de los pasos fronterizos abiertos con este fin, volvió a cerrarse después de que un atentado de Hamás matara el domingo a cuatro soldados israelíes en sus inmediaciones.

Las tácticas que utiliza han acabado en realidad dando más poder a quienes se oponen a la solución de dos Estados

La administración Biden ha operado durante los últimos meses con un plan de juego que podría simplificarse en tres pasos principales:

  1. Asegurar un alto el fuego temporal y la liberación de rehenes en la guerra de Gaza.
  2. Aprovechar la pausa en los combates para inundar la zona con ayuda y crear un marco diplomático más amplio para la gobernanza y la reconstrucción tras el conflicto, que incluya el apoyo de las naciones árabes a una vía hacia un Estado palestino.
  3. Progresar en los esfuerzos de integración regional más amplios, incluido el acuerdo de normalización israelo-saudí que era una característica del enfoque regional de la administración Biden antes del 7 de octubre de 2023.

El principal problema de esta estrategia tripartita es que depende de que se logre un alto el fuego temporal, algo que los negociadores llevan cinco meses eludiendo en estas conversaciones intermitentes. A última hora del lunes aparecieron indicios de un posible avance al publicarse noticias de que Hamás había aceptado el último acuerdo. Pero incluso si se logra un alto el fuego, varias fuerzas políticas entre palestinos e israelíes -así como actores regionales como Irán y sus socios del Eje de la Resistencia- se oponen activamente a los avances en el frente palestino-israelí, por no hablar de los esfuerzos más amplios de normalización e integración regional.

Esta situación pone de manifiesto la ironía central de los esfuerzos diplomáticos de la administración Biden para poner fin a la guerra entre Israel y Hamás: las tácticas que utiliza han acabado en realidad dando más poder a quienes se oponen a la solución de dos Estados que pretende conseguir a largo plazo y que múltiples administraciones estadounidenses han respaldado en el pasado.

El actual gobierno de Israel sigue negándose a definir un final de partida en Gaza y ha rechazado una solución de dos Estados. Hamás, el grupo terrorista que inició esta última guerra y que tanto Israel como Estados Unidos han dicho que quieren eliminar como amenaza para la seguridad, es de una manera perversa el eje de cualquier alto el fuego temporal, no la Autoridad Palestina ni la Organización para la Liberación de Palestina. Además, Estados Unidos carece de un enfoque estratégico coherente respecto a Irán -otra fuerza que se opone a una solución de dos Estados para el conflicto palestino-israelí-, lo que supone un reto potencial adicional a la hora de intentar aislar los esfuerzos de resolución del conflicto entre israelíes y palestinos.

Estados Unidos carece de un enfoque estratégico coherente respecto a Irán

Esta ironía o contradicción se debe, en parte, a la diferencia de relojes entre gestionar las crisis a corto plazo e impulsar la política hacia la consecución de objetivos a largo plazo. Al mismo tiempo, la administración Biden no ha examinado suficientemente las formas de potenciar y colaborar más estrechamente con aquellos elementos entre israelíes, palestinos y otros países de la región que comparten sus objetivos a largo plazo.

Todo ello pone de relieve la importancia de la reunión que el presidente Joe Biden ha mantenido este martes en la Casa Blanca con el rey Abdullah II de Jordania, un antiguo socio de Estados Unidos que lleva casi 30 años formalmente en paz con Israel. Al buscar una salida a su actual diplomacia de crisis reactiva, Estados Unidos debería tratar de redoblar su cooperación con los socios regionales, reforzar activamente a aquellos que comparten el objetivo último de Estados Unidos de una solución de dos Estados y utilizar su influencia para marginar a cualquier actor que se oponga a ella.


Brian Katulis es Senior Fellow de Política Exterior de EE.UU del Middle East Institute. Artículo publicado originalmente en la web del Middle East Institute.