Atilio Borón, exsecretario general del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y referente intelectual de esa izquierda que va del chavismo a lo nacional popular plebeyo pasando por el peronismo, dijo que quemaría su biblioteca, con tesis y título de doctor por Harvard –ese que muestra orgulloso a la vez que explica por qué está escrito en latín– en el caso de que Javier Milei ganase el balotaje en las elecciones presidenciales argentinas. No sé si es peor que Borón no haya cumplido su palabra o que no haya acertado en una predicción sobre la que dijo estar seguro, precisamente porque a ella le conducía el conocimiento adquirido en esos libros que, según él, arderían en caso de demostrarse inservibles.

En defensa de Borón diré que acertar con Argentina es complicado, pues hasta el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, se equivoca cuando opina de ese país. Su último gran diagnóstico fallido fue el de enero de 2022, cuando en un artículo laudatorio dijo que "la recuperación argentina es sorprendente" justo antes de que la inflación y la devaluación del peso se empeñasen en quitarle la razón. No obstante, romperé una lanza por Stiglitz recordando que no es el único Premio Nobel de Economía en errar en sus pronósticos, Paul Krugman anunció el fin del euro en 2012 y después ha seguido advirtiendo sobre otras crisis de una moneda cuya fortaleza se empeña en llevarle la contraria.

Como se verá, quienes trabajamos en Ciencias Sociales solemos equivocarnos, algo que también pasa en otras ciencias. La diferencia aquí es que se magnifican los errores, en gran medida por nuestro complejo de inferioridad frente a las ciencias experimentales y por la vanidad de muchos que hacen predicciones olvidando que, al ser cambiante el comportamiento social, también lo es el conocimiento que trata de explicarlo. Empeora la situación no tanto que de nosotros se esperen respuestas, sino que hagamos vaticinios como si fuéramos adivinos en lugar de científicos sociales.

Con estos antecedentes, he de confesar y confieso que mi análisis sobre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ecuatorianas no coincidió con lo que finalmente sucedió. Pero como buen exalumno de los hermanitos de La Salle, sé que antes de la confesión hay que hacer examen de conciencia, algo que ya hice y explicaré. Pensaba que el resultado final se preveía incierto y que cualquiera podría ganar. Las bases de mi análisis eran los datos de las encuestas, los ajustados resultados de la primera vuelta y lo que yo consideraba errores en la estrategia de campaña de Daniel Noboa pero que, al final, resultaron ser una de las razones de su éxito

Comienzo tratando de explicar por qué los datos de las encuestas fueron equivocados, falta de acierto que se suma a una larga cadena de pronósticos fallidos en varios países y procesos electorales. Lo primero que hay que aclarar es que hay encuestadoras que buscan la rigurosidad metodológica y otras poco serias que son usadas como parte de la estrategia publicitaria de un candidato. Entre las últimas está la empresa de Omar Maluk -AKA el rey de las ñañas-, candidato a diputado por un partido aliado de Luisa González, que daba por ganadora a su candidata. Entre las primeras, Comunicaliza e Informe Confidencial que daban como ganador a Noboa, aunque con menor diferencia. También están las que hacen las propias campañas para diseñar sus estrategias y que muchas veces se filtran si les son favorables.

Cabe recordar que las encuestas no son solamente un cúmulo de datos resultantes de preguntar "por quién votarán" a una muestra de personas, sino que se sustentan en un modelo donde se incluyen una serie de variables que intentan captar el comportamiento electoral de una población. Mi planteamiento es que las encuestas están fallando porque desde las ciencias sociales no hemos sido capaces aun de entender cuáles son los nuevos parámetros que determinan el comportamiento electoral y, hasta que los modelos no se afinen, las encuestas tendrán falencias. En este sentido, es muy interesante el trabajo que está haciendo el equipo de Paolo Moncagatta con una de las encuestadoras que detectó que había voto vergonzante a Daniel Noboa, es decir personas que, siendo conscientes de la mala gestión o debilidades del presidente, votarían por él pero no lo dirían. Este voto no sólo sería vergonzante, sino también anti Correa.

Respecto a los datos de la primera vuelta, otra gran incógnita de esta segunda vuelta ha sido el bajo número de votos que ha subido la candidata González, y sobre esto tengo varias intuiciones. La primera, es que el 44 % inicial no era voto duro y muchos pudieron retirarle su apoyo. Aquí puede haber pesado el tema de la dolarización o el apoyo de Leónidas Iza y Pachakutik. Además de tomar en cuenta que estamos hablando de un país racista, es posible que la alianza haya sido vista por sectores de clases medias como una muestra de radicalización y eso haya reavivado algunos temores que la candidata provocaba. Por otro lado, el voto indígena no es monolítico y el acuerdo no implica apoyo automático. No hay que olvidar que una parte importante del movimiento, al igual que otros pequeños partidos de izquierda que hubieran podido sumarse a González, fue machacado durante el gobierno de la Revolución Ciudadana.

Por último, tenía la percepción de que la campaña de Noboa se equivocaba al reforzar las partes más extremas de su posición –como la de la seguridad apareciendo con mercenarios– cuando, en teoría, entre las dos vueltas, debería buscar al votante del centro, es decir, el que no le votó en la primera vuelta. Es de suponer que todos sus adeptos o personas ideológicamente próximas ya lo apoyaron y por eso había que ir a por los menos convencidos; pero, como indicó uno de los miembros de su equipo de campaña en una entrevista, se identificó –para esto sirven las encuestas– que había un porcentaje grande de potenciales votantes duros que no se movilizaron y que había que hacerlo. A ello se dedicaron y lo consiguieron, es decir, el aumento en la participación favoreció a Noboa.

El miedo a la desdolarización es el que mejor explica la victoria de Noboa, pues está muy instalada la idea de que el 'correísmo' acabará con la dolarización"

Ahora diré en mi descargo que en esta columna señalaba días atrás que, además de imponerse el voto negativo (un voto que no sería de apoyo sino anti), sería clave el gran miedo del elector ecuatoriano a la desdolarización. Sin duda, este último elemento es el que mejor explica la victoria de Noboa, pues está muy instalada la idea de que el correísmo acabará con la dolarización y, a pesar de sus esfuerzos para cambiar esa visión, no lo consiguieron. Buena muestra de ello fueron las declaraciones de una legisladora sobre "la dolarización a la ecuatoriana", lo que enseguida se interpretó como si se fueran a emitir ecuadólares.

También les afectó la chulesca entrevista de Rafael Correa a Ricardo Patiño, primer diputado electo de su partido, en el programa que el primero tiene en Rusia Today, donde sentaban cátedra sobre la crisis que sufrirá el dólar debido a las erráticas políticas del gobierno que emite la moneda, al tiempo que hacían vaticinios negativos sobre las opciones del Ecuador en esas circunstancias. La campaña de Noboa fue muy astuta al canalizar ese miedo. Uno de sus éxitos fue movilizar a las personas mayores, que no están obligadas a votar, para que lo hiciesen y así proteger sus dolarizadas pensiones de jubilación.

No puedo terminar sin hablar de las acusaciones de fraude hechas por la candidata González y su partido, las mismas que han tenido amplia repercusión entre sectores de la izquierda internacional, incluso entre partidos como Podemos que dan por válido lo ocurrido en Venezuela. Pero no son los únicos confusos, el presidente Gustavo Petro, en un acto de solidaridad grancolombiana, ha exigido la publicación de las actas, algo que la autoridad electoral hace automáticamente como se puede ver en su web. La misión de observadores electorales de la UE y la OEA no detectaron fraude, pero sí arbitrariedades del candidato-presidente que se favoreció de su cargo antes y durante la campaña. Afortunadamente, a diferencia de Venezuela, los declarados perdedores tendrán todas las garantías posibles para demostrar y defender sus acusaciones.


Francisco Sánchez es director de Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer los artículos que ha publicado en El Independiente.