Todo comenzó con un mensaje en forma de carta. El que dirigió el Papa Francisco, el 16 de septiembre de 2021, al arzobispo Rogelio Cabrera, presidente de la Conferencia Episcopal de México, a las autoridades del país y al pueblo en general con ocasión del bicentenario de la independencia de su nación. Este tipo de cartas suelen formar parte del protocolo vaticano ante acontecimientos más o menos relevantes de un país. Es decir, entran dentro de las normales relaciones diplomáticas entre Estados. Pero lo que parecía rutinario y normal se convirtió, de repente, en un volcán en erupción.
En una carta de treinta líneas, parece ser que la polémica se encuentra en las diez líneas centrales. Son las siguientes: “Para fortalecer las raíces es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta las luces y las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tanto mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento. Pero no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos”.
La conclusión fue impepinable: este Papa argentino es antiespañol, se le nota mucho, no lo puede disimular
Y esas breves líneas resucitaron la legendaria furia española. No tardaron en aparecer los adalides de la defensa patria, a los que solo les faltó la tizona del Cid. Todo ello, porque en las líneas anteriores vieron una ofensa contra España, contra su historia, contra su tarea evangelizadora, contra su grandeza, contra el bien, la cultura y el progreso que los españoles sembraron en América. Por supuesto, vieron también el fantasma de la famosa leyenda negra. La conclusión fue impepinable: este Papa argentino es antiespañol, se le nota mucho, no lo puede disimular.
Dejemos hablar a algunas personas ofendidas e irritadas por el dichoso mensaje del Papa Francisco. Es un muestrario necesariamente sucinto. Se podría recoger una cifra considerable de declaraciones de personajes políticos y de acólitos del poder a los que se les dispara la lengua cuando están ante un caso como este, sobre todo si esperan sacar algún rédito electoral. Otra cuestión es que hayan leído el texto papal sobre el que opinan con tanto descaro.
En primer lugar, la señora presidenta de la Comunidad de Madrid se apuntó enseguida a la protesta: “Me sorprende que un católico que habla español (evidentemente, se refería al Papa evitando citarlo por su nombre) hable así de un legado como el nuestro, que fue llevar el español y, a través de las misiones, el catolicismo y por tanto la civilización y la libertad al continente americano”. Y dejó caer una sentencia para la historia de la ignorancia y de la estupidez: “El indigenismo es el nuevo comunismo”.
Lo mismo que sus colegas José María Aznar y Pablo Casado, entonces presidente del Partido Popular. De forma más o menos velada censuraron las palabras del Papa y afirmaron que “no había que pedir perdón (al revés de lo que dice el Papa en su carta), sino que había que estar orgullosos”. Parecido orgullo y la misma censura al Papa que expresó Iván Espinosa de los Monteros, entonces mandatario de Vox: “No entiendo muy bien qué hace un Papa de nacionalidad argentina disculpándose en nombre de los demás”. ¿Los motivos de estas actitudes de orgullo patriótico y patriotero? Ni los mismos protagonistas lo saben. Sus asesores les han dicho que hay que oponerse al Papa y ellos se oponen como muñecos de feria. A continuación, sacan pecho y dicen que así neutralizan el antiespañolismo papal.
Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI fueron mucho más duros y radicales en sus discursos con ocasión de acontecimientos o celebraciones similares
Pero, si muchos políticos españoles, irracionalmente (sin la capacidad de razonar), atacaron al Papa por esa carta, el más destacado fue un periodista, F. Marhuenda, director de La Razón. Sus dardos directos contra el Papa Francisco son de tal calibre que constituyen por sí solos un monumento a la estulticia y a la malignidad. Estas son algunas de sus lindezas: “A estas alturas existen pocas dudas de la escasa simpatía que tiene el Papa Francisco por España. Estoy convencido de que el Espíritu Santo se confundió y los cardenales eligieron un candidato catastrófico... Hace declaraciones populistas, con el más claro estilo del peronismo de su país de origen. Es bueno recordar que no ha querido venir a España, algo ciertamente sorprendente... En lugar de estar al margen de las polémicas, le gusta chapotear en el barro del falso progresismo de esa izquierda sectaria y fanática iberoamericana... En esa línea, ha decidido comprar el discurso contra el proceso de colonización que llevó a término España y Portugal, asumiendo las mentiras como verdades. El Papa se refiere a los pecados de la conquista de América ayudando a construir ese relato indigenista que tanto gusta a López Obrador”. Y, como chiste sin pizca de gracia, este dogmático sabelotodo se declara católico practicante, liberal y comprensivo. No me imagino cómo opinaría del Papa si no fuera todo eso que dice ser.
Otro periodista, Alfonso Rojo, muy activo en las trincheras opositoras, también ha lanzado toda su caballería contra el Papa Francisco: “Bergoglio ha creído conveniente pedir perdón a los mexicanos, pero no por alguna pifia vaticana o por la pederastia entre el clero, sino por los pecados perpetrados por los españoles en la conquista y evangelización de América... No puede alegar ignorancia Bergoglio, que es un jesuita doctorado en humanidades y teología, así que solo se me ocurre que esta súbita militancia en el movimiento indigenista y la asunción de las tesis de la leyenda negra solo pueden deberse a problemas de la edad... Es una desgracia, que nos haya caído encima un Papa sectario, en la inopia y tan antiespañol”.
Alguien, con experiencia en estos temas, me ha llegado a decir que todas estas acusaciones de antiespañolismo contra el Papa Francisco forman parte de una estrategia. A los políticos que se proclaman católicos cuando les conviene para sus asuntos y a los voceros de su cuerda diestra y ultradiestra no les agrada este Papa desde el día de su elección. Por eso, aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para poner en marcha la batalla mediática contra él. Hablan de historia, pero no les interesa en absoluto la historia que les quitaría toda credibilidad. Les interesa el río turbio y revuelto, aunque haya voces que les recuerden cordura y sensatez. En definitiva, son los mismos y las mismas que si Francisco viniera a España, se pegarían por ocupar los primeros puestos y pedirían una lluvia de bendiciones al Papa.
Por ejemplo, no les interesa recordar cómo el Papa Francisco, el 9 de julio de 2015, en el encuentro con los Movimientos Populares, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), citó a Juan Pablo II y dijo: “Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”. Tampoco quieren consultar las hemerotecas o las páginas de internet para comprobar que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI fueron mucho más duros y radicales en sus discursos con ocasión de acontecimientos o celebraciones similares.
Juan Pablo II, en su viaje a la República Dominicana, del 9 al 15 de octubre de 1992, dijo sin ambages: “¿Cómo podría olvidar en este V Centenario los enormes sufrimientos infligidos a los pobladores de este continente durante la época de la conquista y la colonización?”. Y Benedicto XVI, a la vuelta de su viaje a Brasil, a mediados del mes de mayo de 2007, no dudó en afirmar durante una audiencia general en Roma: “Ciertamente, el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano: no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos fundamentales”.
Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. Y, así, esta trifulca epistolar hizo despertar un poco a la Conferencia Episcopal Española, que estaba muy dormida y callada ante las calumnias y difamaciones contra el Papa Francisco. Al menos, el entonces portavoz y secretario general de los obispos españoles salió a la palestra en una rueda de prensa, el 30 de septiembre de 2021, para afear, a los que se diesen por aludidos, sus palabras, gestos y posturas contra el Papa.
Me pareció muy suave, excesivamente diplomática, apta para dar un toque de atención pero sin molestar a nadie, algo parecido a un leve tirón de orejas
Con la palabra “perplejidad” describió el citado obispo-portavoz el estado de ánimo episcopal ante todo el revuelo político-mediático originado por la carta del Papa. Explicando, a continuación: “Hemos asistido a comentarios que se han hecho desde un titular, sin la lectura del documento. No es un documento largo. Es un folio. Va dirigido a la Iglesia de México, porque celebra los 200 años de su independencia. Fuera de ese contexto el documento no se entiende”. Y volvió a manifestar su sorpresa por “algunos comentarios editoriales asombrosos que dan pie a declaraciones de personas que han leído un titular y no han leído una carta de un folio”. Finalmente, y sin citar nombres de políticos, periodistas y demás adláteres molestos y agresivos contra el mensaje del Papa, aconsejó leer entera la citada carta.
Ciertamente, no fue una comparecencia episcopal como yo esperaba y a mí me hubiera gustado. Me pareció muy suave, excesivamente diplomática, apta para dar un toque de atención pero sin molestar a nadie, algo parecido a un leve tirón de orejas. Pero algo es algo.
¿Leerían los aludidos y las aludidas la carta del Papa Francisco, aunque solamente fuera para cumplir el consejo episcopal? Ni la leerían ni la leerán. Lo importante para ellos y ellas era alcanzar el cupo establecido de patrioterismo. Lo alcanzaron, tuvieron su cuarto de hora de gloria mediática y a otra cosa.
Extracto del libro La oposición orquestada contra el Papa Francisco. Entre la estrategia y el esperpento, de Celestino Fernández. Publicado por Editorial Ceme & La Milagrosa difusiones.
Celestino Fernández es sacerdote de la Provincia San Vicente de Paúl-España. Ha sido durante 12 años director de las Hijas de la Caridad de la Provincia de Granada. Es periodista.
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