El indicio más sólido de que Ábalos está detrás de la filtración de sus wasaps con Pedro Sánchez a El Mundo es que el ex ministro no ha dicho esta boca es mía en las últimas 48 horas. Ni se ha quejado y, que sepamos, tampoco está enfadado.
El Mundo tiene todo el derecho a mantener secreta su fuente, pero saber quién es tiene importancia porque da pistas sobre el objetivo de la filtración. Si es Ábalos el filtrador, entonces está claro que está mandando un mensaje al presidente, una advertencia.
Parece que la UCO está encontrando información sustanciosa sobre el dinero oculto del ex número tres del PSOE, lo que, de confirmarse, le complicaría mucho su defensa no sólo ante el Supremo, sino ante la opinión pública. Ábalos siempre ha mantenido que él no se ha llevado ni un duro y ha arrojado sospechas sobre Koldo García al decir que su asistente no le contaba todas sus andanzas.
Ábalos cree que el ministro del Interior no está haciendo lo que debería para poner firmes a la UCO. Lo que a él le gustaría va n poco en la línea de lo que Sánchez le pedía a él cuando era secretario de Organización del PSOE: que les leyera la cartilla a Page, Lambán, y compañía. Ábalos sabe que Grande Marlaska informó al presidente de las pesquisas de la UCO un mes antes de que se produjera la detención de Koldo, en febrero de 2024. El mensaje que le envía ahora al presidente, preocupado por lo que se pueda conocer sobre sus dineros en los próximos días, con sus wasaps es un aviso a navegantes. Si Marlaska no le para los pies a la UCO, yo puedo tirar de la manta.
El ex ministro pretende pararle los pies a la UCO y para ello exhibe su capacidad para desestabilizar al presidente
El margen de actuación del ministro es estrecho. La investigación de la UCO está respaldada por el juez y Marlaska no se puede permitir otro escándalo como el de la destitución de Pérez de los Cobos. Pero Ábalos, en su desesperación, recurre a lo único que tiene, información que puede poner en serios apuros al presidente. Años atrás, Luis Bárcenas, el hombre del dinero en el PP, hizo lo mismo. No logró su objetivo, pero colocó a Mariano Rajoy en una posición insostenible tras aquel memorable sms: "Luis, sé fuerte".
El cabreo del PSOE no se entiende si no es porque en el partido y en el gobierno ven la mano de Ábalos detrás de la filtración. Los ministros que han salido a la palestra, con Óscar López en cabeza, saben que lo que ha salido puede ser sólo el principio de un vía crucis cuyo final desconocen pero temen. Si el ministro de Trasformación Digital quiere que la Justicia investigue la filtración no tiene más que recomendarle al presidente que lo denuncie. Pero no lo hará. Lo único que le faltaba a Sánchez es que un juez les pidiera a él y a Ábalos sus wasaps. ¡Menudo lío!.
El enfado de López casa mal con la versión que ha dado la portavoz de la Ejecutiva del PSOE, Esther Peña, en rueda de prensa, al atribuir al grupo de wasap de sus primos mayor relevancia que lo publicado por El Mundo. Está jugando con fuego.
Al margen del aviso al presidente, los wasaps no descubren nada que no supiéramos, pero son la prueba de lo que pensábamos del presidente era cierto. Tanto García Page como Lambán han coincidido -entrevistados por Carlos Alsina en Onda Cero- en resaltar la pretensión del presidente de eliminar toda disidencia en el partido. Acallar incluso a los que defendían lo que habitualmente había defendido el PSOE, como que no se puede pactar con cualquiera (independentistas, Bildu,...) con tal de llegar o mantenerse en el poder. No es sano que demos por amortizado ese hecho, ya que tanto Lambán como Page eran en el momento en que se producen los intercambios de mensajes, presidentes de Aragón y Castilla La Mancha respectivamente. Es decir, que tenían un papel institucional. No eran simples dirigentes del partido. Eso es lo que Sánchez no entiende y ese será uno de sus peores legados. Lo que quiere el presidente son mamporreros como López o Puente, ministros que ponen por encima de su obligación como ministros la lealtad al líder del partido, su sumisión palmaria. En el Consejo de Ministros ya no se sientan gestores de asuntos públicos, que afectan a ciudadanos de todas las ideologías y tendencias, sino militantes acérrimos, que pugnan por aparecer como los más fieles defensores del jefe. Eso sí que ya ha quedado claro.
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