Todo empezó con un cartelito al final del telediario. Decía: “Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y justicia para Palestina”. La Unión Europea de Radiodifusión había advertido previamente a España de que politizar el festival de Eurovisión podría traer aparejada una sanción, dado que esto va de cantar; y no de aprovechar la ocasión para difundir opiniones políticas. El espíritu del certamen es conseguir que los europeos pasen un buen rato. Sin proselitismo. Sin turra. Pese a todo, RTVE se pasó la advertencia "por el arco del triunfo", como diría la nueva estrella de sus tardes televisivas. Así que su presidente consintió que metieran esa cuña al final de su noticiario. Podría parecer un díscolo, pero en realidad es el español más obediente.
No hacía falta. Por supuesto que no era necesario desafiar a la UER ni fijar la posición. Ucrania ganó el certamen en 2022, en plena guerra, con una oda a las madres. Priorizaron lo sentimental sobre la turra; y eso que podrían perfectamente haber compuesto un himno contra el enemigo invasor. El líder de aquel grupo se significó en la rueda de prensa, pero en el escenario fue sobrio y pulcro.
Recordarán los españoles que ese año representó a su país Chanel y lo hizo en contra de todo el frente activista que hoy despotrica contra Israel. Chanel cosificaba a la mujer, clamaban. Su canción era obscena y vacía de contenido. Propia de una materialista que utiliza a los hombres. "Llegó la mami, la reina, la dura, una Bugatti". Qué horror fascista. Yo vuelvo loquitos a todos los daddy. La diferencia era abismal con una pieza tan repleta de matices como la reivindicación del pecho femenino de Rigoberta Bandini; o la propuesta de las Tantxugueiras, que representaba el folclore regional. El de la España rica y variada que hay más allá de la M-30. La olvidada. La vaciada. Xabier Fortes expresó su decepción en las redes sociales porque las eliminaran.
RTVE tuvo que organizar una rueda de prensa al día siguiente en Torrespaña para desmentir las acusaciones de tongo. Los periodistas eurovisivos estaban indignados. No podía ser posible. Una parte de la izquierda mediática -hoy anti Israel- la emprendió contra Chanel. Ella calló. Quedó tercera. Consiguió el mejor resultado de España en 27 años. Nadie lo esperaba. ¿Cómo era posible que lograra ese puesto pese a tener en contra a toda la tropa que ha llevado a que España no gane el certamen desde 1968?
Chanel no era un animal político
Era evidente que Chanel no encajaba dentro de los clichés de la coalición gubernamental. No se le podía utilizar para hacer política. Porque todo es y debe ser política por estos lares. El zoon politikon se desarrolla en todos los ámbitos. Según elija el supermercado, el ciudadano será más o menos tolerante con la infamia. Han decidido que Juan Roig es un fascista y quien vaya a Mercadona blanquea a los esclavistas, al igual que lo hace quien compre un Tesla o quien se apunte al Viña Rock a sabiendas de que lo ha comprado un fondo israelí, destrozando a los punkis uno de los pocos espacios que tenían para ser libres.
A lo mejor tenía usted la esperanza de que Eurovisión 2025 fuera un festival más. Algo parecido a lo de siempre. A esos años en los que volvía usted de la pradera de San Isidro medio trompa o de pasear con la familia y pulsaba el 1 en el mando a distancia para ver canciones esperpénticas y las votaciones. Sin esperar más que lo normal. Lentejuelas, escotes, un armenio votando a Georgia y un chipriota, a un griego.
Quizás le ha sucedido a usted como el año pasado, con la Eurocopa de fútbol, cuando ganó España y no le dejaron celebrarlo a gusto porque desde Moncloa le advertían de que Yamal y Williams no eran blancos y, por tanto, eran carne de cañón para la ultraderecha. Aquí siempre se trata de utilizar lo anecdótico, lo incívico... o lo que surja..., situarlo en el centro del debate y utilizarlo para hacer política. Para polarizar. Para obligar a todo el mundo a posicionarse y tildarle de algo negativo si no compra su "marco discursivo".
Con Eurovisión sucede lo mismo. Lo han capturado. Es suyo. Diría que la postura más normal es la que condena el sufrimiento de la población civil en Gaza como consecuencia de las acciones militares israelíes, pero la que considera que esto, a fin de cuentas, es un festival de la canción. España ya trasladó su queja a la UER hace unas semanas. La UER respondió con una negativa. Les dijo que se peinasen, pero no quedó ahí la cosa. Había que seguir con la bronca, que le venía bien a Pedro, futuro candidato al Nobel, a un puesto, a lobbista o a lo que sea. Había que dar la nota en el festival para hacer ver que España es más anti israelí que nadie en Europa; y que está dispuesta a manifestarlo en cada foro. Incluso en este carnaval superficial que es Eurovisión.
Así que sus comentaristas no tuvieron una mejor idea que despotricar contra la artista israelí durante el vídeo que se emitió antes de la semifinal. La mujer no es cualquiera. Sobrevivió a los atentados de Hamas de octubre de 2023. Estaba en un festival de música y tuvo que esconderse en un refugio para que no la aniquilaran. Allí se parapetaron 50 personas. Sobrevivieron 11. Pese a este episodio, los dos narradores no se inhibieron durante la presentación de su canción. Ser buena persona es eso. Al poco, la UER apercibió a España. Después, sucedió lo del mensaje en el telediario.
Un nuevo ridículo
Melody hizo lo que pudo. Lleva desde enero sin parar, entre promoción y trabajo duro. Pero el tecno-flamenco nunca funciona (e insisten), como tampoco las propuestas de Nebulossa ni de Blanca Paloma; ni la dinámica que ha mantenido durante décadas Radiotelevisión Española, que lleva a este país a estar siempre lejos de la victoria y casi siempre fuera de los puestos de honor, cuando no a hacer el ridículo más espantoso.
Habrá que abrir algún día el melón del Benidorm Fest, de los 4,8 millones de euros que cuesta, de sus promotores, de sus decenas invitados, de los manejos de representantes, de algún directivo con amigos en discográficas, de periodistas glotones y de asesores eurovisivos de TVE -así se hacen llamar-, que seguramente celebren a partir de hoy lo bien que lo hizo Melody, pero oculten todo lo demás, no sea que denunciar la mediocridad enfade a alguien y les prohíban seguir su gorroneo con cargo al contribuyente. Suena duro, pero lo cierto es que España no es capaz de armar ni una canción del nivel de la austriaca, ni una propuesta original, como la de Italia; ni siquiera un espectáculo visual por encima de la media.
Este año, para colmo, ha tocado soportar la turra con Israel. La politización. El sanchismo, esa versión doméstica del peronismo que quiere a todo el mundo significado y que pretende imponer 'la palabra' en todos los ámbitos. Trabaja para convertir todo esto en un infierno ideológico en lo que todos los actos que se desarrollan en público tengan que someterse a su criterio moral, casi siempre equivocado. Esta tropa casi nunca tiene razón. Es bastante fácil acertar al tomar el camino opuesto al que indica.
El televoto lo ganó Israel con 297 puntos, por cierto. Los españoles le otorgaron los 12 puntos. Lo máximo en esta categoría. Quizás no lo hicieron tanto por el respaldo a la artista como por el hartazgo con la turra. Es normal estar cansado. No paran. Son insoportables. Son una plaga. Un castigo. Una dolencia. Pobre Melody. No merecía esto.
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