El PSOE está muy tímido con esta fontanera sin fontanería, esta militante sin cargo y esta particular sin importancia que los está dejando de mafiosos de los de purasangre muerto, entierro con peces y encerrona con puta de ojos vidriosos como dados de casino. Leire Díez le parece al PSOE algo traviesa o fantasmilla, otro Pequeño Nicolás, y sólo le han abierto un “expediente informativo”, sin sanción disciplinaria cautelar. Lo primero es que uno entendería una pequeña Nicolasa inventándose películas en su beneficio, pero no en el de Sánchez. Y, aun así, ya sería suficientemente grave que las locuras o frikadas de una mindundi pringaran al partido y al Gobierno, que es lo que pasa inevitablemente si vas por ahí, como una valida de hechuras virreinales, ofreciendo tratos con la Fiscalía y ascensos en los escalafones del Estado. Recordemos que a Nicolás Redondo Terreros lo fulminaron por “reiterado menosprecio” a las siglas del partido, sólo por criticar a Sánchez y escribir artículos de una dignidad antigua y algo pastosa. Claro que uno ya no se atreve a evaluar las escalas morales de este PSOE.

Hay timidez y hasta consideración con Leire Díez, algo extraño en este PSOE despiadado, más siendo ella una donnadie, como insisten, y más todavía habiendo liado la que ha liado, que lo de Koldo y Ábalos a su lado ya casi parece sólo una juerga en un parador de espadones y peroles. Parece que ni el PSOE ni el Gobierno han reaccionado muy acertadamente, aunque quizá lo que ocurre es que no hay ninguna manera acertada de reaccionar. Con Díez sólo hay dos opciones: o es la fontanera o es una zumbada. O es alguien con la clara y rectilínea misión en la que la hemos visto aplicarse, alguien con licencia para ascender, degradar, pactar, putear y hasta pillarte vídeos guarros (estas militantes de base desconocidas en Ferraz tienen a su alcance, curiosamente, medios de la Gestapo o de los Corleone); o es esto, decía, o sólo es una pobre loca que disfruta al reunirse con gente chunga y hablar cosas chungas, sin obtener más beneficio. O es lo que parece o es lo que nadie entiende, pero el nerviosismo, las dudas y el tacto del PSOE no se corresponden con una loca insignificante. Nadie, ni siquiera la máquina de catástrofes que es el sanchismo, puede reaccionar adecuadamente ante esta pillada.

Si, como parece, como avisó Aldama y como estamos viendo con estos ojitos que creo que esta vez no se van a comer los gusanos del relato; si como parece, en fin, Leire Díez es la fontanera del PSOE con bidé para todos los vicios, máscara de gas y matarratas, yo diría que ya no hay salida. O sea que se acabó, que esto termina aquí, que ya no va a haber manera de disimularlo ni de desmentirlo. Sánchez estaría ante esa trampa del esbirro que sabe demasiado, a quien no puedes borrar ni justificar, y ya van dos, Ábalos y Leire, y la segunda chorrea mierda como el otro chorreaba caspa. Y con esto no quiero decir que Sánchez se vaya, sino que se ha terminado definitivamente esa estúpida coartada del hombre inocente, perseguido, enamorado, desmayado en su columpio o en su colchón con cenefa de margaritas, acusado por bulos y conspiraciones humeantes y membranosas sólo por ser progresista, sólo por ser el enemigo mortal de la derecha y la ultraderecha.

Esto se acabó, me parece a mí. Aunque aún puede acabar bien, regular, mal o peor. Y en eso, me temo, seguimos dependiendo de Sánchez

Si lo que parece es, Leire nos demostraría que este PSOE rehecho a la medida imperial de Sánchez es brutal y despiadado, no ya política sino físicamente. Una mafia portuaria que amenaza, soborna, extorsiona y mata civilmente, capaz casi de cualquier cosa, no ya de pervertir las leyes y el Estado sino de mandarte con el cartero, con la Renfe o con el secretario judicial el pescado con el que te reunirás más tarde. Hasta ahora, la toma o el intento de toma de las instituciones, de la Fiscalía, de los empresones, del Poder Judicial, todo eso podía venderse con una justificación más o menos extrema pero aún política. Incluso los oscuros modos de García Ortiz y sus subordinados aún intentaban dispensarse con la maldad primigenia de Ayuso, y seguían siendo, al fin y al cabo, sólo cosa de chupatintas y leguleyos. Pero cuando la política ya ha bajado a estos niveles de fisicalidad, de sanguinidad, de agresividad cuerpo a cuerpo, hasta el chantaje con los trapos sucios y las bragas sucias, hasta el control siciliano de la policía o de todo el Estado; cuando la política ha bajado hasta ahí, decía, ya no puede salir.

Yo creo que esto se ha terminado, y no me refiero, insisto, a que Sánchez se marche, a que se desmaye o se infarte ante el tinterito pero esta vez no resucite. Me refiero a que seguramente seguirá, pero ya sin careta, ya sólo lo que le dure al viento la cara comida por el tiempo y el vicio, como la estatua de jardín de un sátiro. A Sánchez sólo le queda la excusa del tonto, del que no se entera de nada, que es casi peor que la excusa de la loca con afición a jugar a los fontaneros como a los médicos. Yo era más escéptico hace sólo unos días, pero creo que esto va cambiando con cada nuevo sobresalto. Me doy cuenta de que los periodistas incondicionales empiezan a dudar, a distanciarse o casi a vacunarse. Y que ya no es sólo Page, el rebelde camastrón y campanero, el que se escandaliza o se asusta, sino que en el PSOE empieza a nacer ese miedo al hambre que es el que mueve los partidos (lo movió hacia Sánchez y ahora el péndulo vuelve convertido en guadaña). En cuanto a los socios, Rufián ya se aturrulla y hasta Yolanda Díaz se pelea con el micrófono del escaño como con la almohada, frustrada igual que una colegiala. Esto se acabó, me parece a mí. Aunque aún puede acabar bien, regular, mal o peor. Y en eso, me temo, seguimos dependiendo de Sánchez.