Leire Díez, dolida, agraviada, perseguida y enguatada, compareció, nos miró a los ojos desde la profundidad de su sufrimiento, desde el pozo de la injusticia, desde detrás de su jardín socialista que es como el de las espinas y rosas de Melody, y nos dijo que ella sólo es una periodista que investiga para un libro. Y nos lo soltó así, tal cual, sin inmutarse, como si no hubiéramos escuchado y visto lo que hemos escuchado y visto. Como si fuera, qué sé yo, Pedro Sánchez. A mí me parece que Leire no es que sea fontanera del PSOE, sino que es la hermana perdida de Sánchez, algo así como su princesa Leia, cruzada un poco, eso sí, con hermanastra de Blancanieves con juanete y lorza. El personal se ha fijado sobre todo en el circo, el barullo, la tangana con Aldama, que tiene algo del Amador de La que se avecina, o en esa puesta en escena de folclórica pillada por la Guardia Civil de la propia Leire, que parecía defenderse del robo de jamones de Morena clara. Pero yo sólo me fijaba en que los genes sanchistas son innegables, en que esa cara dura es algo así como la mandíbula de los Borbones.

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La periodista sin redacción, la escritora sin contrato, la socialista que Ábalos trajo y Sánchez coronó en Correos como esos sellos con corona; la investigadora que ofrecía vídeos guarros de fiscales, que pedía silencio en vez de luz y que quería a Balas y sólo a Balas, a ser posible muerto homónima y eufónicamente; la que proponía reuniones con la Fiscalía y tratos con la Hacienda vasca que, además, según ha publicado The Objective, efectivamente se llevaban a cabo (los fiscales no llegaron a viajar a Dubái, pero sí hubo negociaciones, y a la empresa de Hamlyn, casualmente, le han aplazado el pago de 225 millones en impuestos); la militante de base que iba por Ferraz como por su casa de té, que se reúne con Santos Cerdán y que era recibida por la directora de la Guardia Civil; la socialista fantasiosa o la investigadora apasionada a la que, extraña o sospechosamente, el PSOE le perdona el daño que le han hecho sus fantasías y su pasión; ella, en fin, es otra víctima de la cacería, del bulo y del fango, y tendríamos que pedirle perdón, como a García Ortiz

Yo creo que ya no hay duda de que Leire no es una fontanera, sino una princesa del sanchismo, por sangre, por estética, por gracia, por su cara de monedón, por su presencia con toisón y joyón, y hasta por su peinado de ensaimada deshecha y refrita. Es imposible ser más sanchista, con eso de negarnos lo que estamos viendo y darle la vuelta a lo que se ha descubierto. Y si acaso no fuera ya fontanera o infanta del sanchismo, que uno no lo cree posible, habría que hacerla inmediatamente, dándole hasta espadazos sobre sus hombros de costalero. Habría que incorporarla inmediatamente a la corte, a la Moncloa, al sotanillo, a la familia, al cuadro de Goya que le están pintando a Sánchez, lleno de decadencia y feísmo. Leire ni siquiera tiene que mover las manos, así entre director de banda y cochero de diligencia, como Bolaños. Ni, como Óscar López, necesita engolarse para la trola igual que un bajo de ópera. Y no le pasa como a Pilar Alegría, que enseguida se le descompone la cara, así como de niña que ha robado galletas y la han descubierto. No, sólo Leire se puede comparar a la gélida naturalidad de Sánchez, que es como la de los estranguladores. A Leire habría que hacerla enseguida, si no heredera, al menos menina o ministra portavoz.

Al personal le preocupa más el circo que es la política en España, que es como si nos preocuparan ahora los estancos en España

Estaba uno entusiasmado con esto, en fin, aunque al personal le preocupa más el circo que es la política en España, que es como si nos preocuparan ahora los estancos en España. Hasta a Antonio Maíllo, quizá porque siempre fue más esteta que político, le desasosiega sobre todo el “esperpento”, que es una palabra un poco perezosa y gaitera, como “pandereta”. Más que ese escobajo del esperpento, yo diría que debería preocuparnos lo delictivo o lo inmoral, pero supongo que nos puede esa obsesión del hortera por no parecer hortera. Espanta mucho, ya digo, la cosa gilista, noventera, telecinquista, mamachichera que tuvo esa rueda de prensa, como si aquí estuviéramos acostumbrados a James Bond y no a Mortadelo. Sí, repasen a nuestros espías o semejantes, o sea Villarejo, Paesa y tal, que son espías un poco siempre de Gila, lagarteranas con bufanda y gafas de apoderado de torero. A mí lo que me espanta es que ya no haya ni verdad ni mentira ni vergüenza, y que estemos viendo el Estado entero pudriéndose y sólo pidamos una corbata, un arpa, una siesta o una caña.

Parece que hay quien se sorprende del circo, la tangana y las folclóricas en un país de circos, tanganas y folclóricas. A mí me sorprendió más la uniformidad, la consanguinidad o la homocromosomía del sanchismo, que hasta le pone a Sánchez una hermana perdida, desconocida, inclusera, dispareja y anchota. Leire Díez, que entró como de armiño de leopardo, si eso es posible, con medallón o anillón charil como una joya de Gran Duquesa, y luego posó para los daguerrotipos de la historia durante veinte minutos como austrohúngaros, yo creo que ya nos despejó todas las dudas. Leire al final no hace dúo con Koldo, dúo a dos cucharas como esos dúos a cuatro manos de piano, sino que hace dúo con Sánchez, con su cara de ferrita y con su cara de sello, como una póliza de cinco duros sanchista.

Yo creo que cuando Leire se mira en el espejo, como una Venus de espejo de Esteso, más barroca y española que la de Velázquez, ve al otro lado a Sánchez en albornocito. Y que cuando Sánchez se mira en el espejo de Narciso, ve al otro lado a Leire en pareo. El PSOE está espantosamente lleno de hermanísimos de Sánchez, hijos de Sánchez, sobrinos enchufados de Sánchez, clones de Sánchez o bulbos de Sánchez que no pueden negar lo que son. Leire debe de ser, ciertamente, la princesa vengadora o la infanta pocera del sanchismo. Cualquier otra cosa me parecería acusarla de hija ilegítima de este socialismo familiar.

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