Fue en mayo de 2024 cuando un nutrido grupo de periodistas rubricó un manifiesto que estaba encabezado por la siguiente frase: "Los gobiernos se eligen en las urnas. No al golpismo judicial y mediático". Entendía este grupo de profesionales de la información que existe en España una conspiración para derrocar al Gobierno progresista a partir de causas arbitrarias, informaciones falsas, policías corruptos y jueces prevaricadores. No se puede decir que varios de los firmantes fueran desconocidos. Algunos acumulan diversos premios; y han protagonizado multitud de entrevistas en las que han repetido hasta la afonía aquella frase de que la prensa es el cuarto poder.

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Trece meses después de que ese alegato se pusiera en circulación, trascendía una conversación que mantuvieron Koldo García y Santos Cerdán. Una de sus frases afirma lo siguiente, sobre el presunto reparto de comisiones: "Sé que se le tendría quedar 450, según tus cuentas, si sólo queda Sevilla, se le tendría que dar 300... no 250", afirma Koldo.

En otro extracto, dice: "Se lo está dando en mano para que pueda gastar, pero es que él cobra 5.000 euros, la exmujer se gasta 3.000 en la tarjeta VISA o 4.000, ¿vale? Y está totalmente destrozado". En otro momento, Koldo transmite a Ábalos que Víctor de Aldama habría propuesto al exministro de Transportes una comisión de 500.000 euros al mes durante 3 años, procedente de una petrolera vinculada a la oposición venezolana -donde la corrupción también abunda- a cambio de que consiguiera que Pedro Sánchez charlara con Juan Guaidó.

Cierto mal olor

Podrían decir los firmantes del manifiesto citado anteriormente que estas conversaciones no habían trascendido hace un año, pero era evidente que algo olía a podrido. Ya entonces, varios medios de comunicación se habían hecho eco de diversas andanzas y desventuras de Aldama, a quien el ministerio de Ábalos concedió contratos de mascarillas millonarios durante el primer estado de alarma. Sorprende apreciar que a ninguno de estos extraordinarios profesionales le extrañara que una empresa que había facturado 0 euros en 2019 ahora recibiera esos encargos sin concurso mediante y por el procedimiento de emergencia.

A Aldama le detuvieron por una trama de hidrocarburos. Se advirtió desde el primer día de que esa organización podría haber defraudado 183 millones de euros a Hacienda. Por lo que sea, a los sagaces periodistas que apoyaron aquel texto no se les encendió una luz roja al comprobar que este empresario se llegó a mover como pez en el agua por el Gobierno. De hecho, en ese momento ya era pública su participación en el rescate de Air Europa como asesor de Globalia. Una empresa a la que unía algún lazo a Begoña Gómez. Eso no convierte a nadie en culpable de nada, pero la lógica invita a pensar en que no conviene poner la mano en el fuego por nadie en determinadas circunstancias.

El día en que Pedro Sánchez remitió su carta a la ciudadanía, Salvador Illa había comparecido en el Senado, donde ofreció una versión un tanto extraña sobre Koldo García. Reconoció que, un buen día, se presentó en su despacho en el Ministerio de Sanidad sin previo aviso y que le recomendó la empresa de mascarillas de Aldama. Su versión rechinaba un poco. Dijo que no conocía a ese tipo de 2 metros de alto y 150 kilos, pero que le dejó pasar... porque alguien se lo había recomendado.

El juez Peinado había abierto diligencias sobre Begoña Gómez 8 días antes y todavía no habían trascendido todos los detalles al respecto de su caso, pero, por ejemplo, se sabía desde el día 2 que la mujer del presidente había firmado unas cartas de recomendación sobre unas empresas de su amigo Carlos Barrabés. Una mera búsqueda en Google permitía encontrar un vídeo de 2021 en el que Pedro Sánchez ensalzó la empresa de este señor. Eso no convierte a nadie en culpable de nada, pero quizás si debería disuadir a cualquier periodista de firmar un manifiesto "contra el golpe de Estado mediático y judicial".

El Delcygate

A principios de marzo de ese año, el diario ABC publicó que Aldama estuvo en el Aeropuerto de Barajas el día del aterrizaje de Delcy Rodríguez. A esas alturas, la UCO no había desvelado un documento en el que se reflejaba presuntamente que la corrupta dirigente venezolana iba a despachar en Madrid con cinco ministros y algún que otro empresario, pese a que tenía prohibido pisar el espacio Schengen. La Guardia Civil tenía claro desde mucho antes la relevancia de aquel empresario que se movía como pez en el agua entre algunas dependencias ministeriales, y que incluso coincidió con Begoña Gómez en una cumbre de la Organización Mundial del Turismo en San Petesburgo.

Pese a todo, aquellos periodistas firmaron un manifiesto, que fue el preludio de una etapa de desprecios, insultos y persecución a los periodistas que hacían su trabajo y señalaban lo evidente: que había varios garbanzos negros en el Gobierno y en su entorno. Hubo quien se extralimitó, quien se equivocó y quien actuó con malicia o idiocia. Pero hubo quien cumplió con su función y relató lo que sucedía en Moncloa y en el PSOE con relativa precisión.

Algunos han trabajado de forma humilde y sin necesidad de darse importancia ni de ajustar cuentas con el resto del mundo a cada rato. Hubo una tarde, durante el primer estado de alarma, cuando todavía existían tiempos de salida y paseo tasados por la Administración competente, en que un abogado con acento argentino llamó a uno de los compañeros -y amigo- que había comenzado a investigar los contratos de las mascarillas, por los cuales, por cierto, también recibió capones por parte de los periodistas que firman manifiestos.

Nunca supimos la identidad de ese tipo tan turbio que llamaba de parte de Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas. Eso sí, quedó bastante claro que pretendía intimidar. Unos meses después, mientras estábamos de viaje, ese mismo amigo fue informado de que había recibido una demanda por esas informaciones, la cual, evidentemente, ganó, junto al otro compañero que hizo esa investigación inicial.

Unos meses después, nos plantamos en las inmediaciones del Hospital Zendal una tarde para constatar que el Gobierno madrileño mentía al asegurar que la obra estaba casi terminada. Aprovechamos el cabreo de un trabajador que estaba por allí, es de suponer que después de haber regado el almuerzo con algo fuerte, y le pedimos que entrara dentro de las instalaciones y grabara un vídeo de todo aquello. A los dos días, publicamos todo ese material y se vio la diferencia entre la propaganda y el terreno.

De derechas y de izquierdas

Veía este jueves a Esther Palomera en una tertulia. Se vanagloriaba de denunciar todos los casos de corrupción de este país, a derecha y a izquierda, al contrario que 'otros'. Palomera ha tenido varias intervenciones en las que ha criticado el papel de los 'pseudo-medios'. En ese grupo se situó a toda la prensa digital que ha contado los escándalos del Gobierno, incluida la que no cayó en la autocensura y auditó a unos y a otros, pero a la que también despreciaron e incluso enviaron a los Idafes para que nos insultaran.

Una buena parte de esta tropa asumió un papel similar al de Torquemada cuando al Gobierno le empezaron a amenazar distintos casos de corrupción y, en lugar de actuar con dignidad, decidió señalar a los jueces y a la prensa para descargar culpas. Hay unos cuantos que han ganado miles de euros en tertulias televisivas a las que eran llamados por su papel de abogados defensores de Pedro Sánchez. Alguna vez me he llegado a preguntar si, en algunos casos, ha habido algún otro tipo de contraprestación, dado que me costaba aceptar que alguien estuviera tan dispuesto a poner en juego su reputación por una contraprestación que permite vivir bien, pero no resuelve el mañana.

Lo curioso es que la profesión todavía reconoce mucho más a una buena parte de quienes firmaron el manifiesto que a enormes periodistas como el que recibió aquella tarde esa llamada; o a quienes han publicado valiosísimas informaciones durante este tiempo que iban bien encaminadas. Debería la profesión avergonzarse de todo esto, una vez ha trascendido el último informe de la UCO y, sobre todo, el contenido de las conversaciones entre los implicados. Por desgracia, no sucederá así. El tinglao lo mantendrán y, a poder ser, lo engordarán.

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