En el plano económico, las empresas de ambos países nunca habían experimentado tanta frustración ni un desequilibrio tan marcado en la gestión de sus actividades. Desde hacía unos veinte años, las empresas argelinas y españolas habían iniciado una colaboración cada vez más dinámica, respaldada por compromisos recíprocos de sus respectivos gobiernos.
La ruptura de los intercambios, que duró 28 meses, obligó a las empresas de ambos países a reevaluar sus estrategias, ya fuera en materia de cadenas de suministro para algunas o de distribución para otras, ya que su supervivencia dependía directamente de ello, dada la densidad y la relevancia de las relaciones entre Argelia y España, especialmente desde la puesta en marcha de la Asociación Estratégica y la construcción del gasoducto Magreb y el segundo Beni Saf-Almería.
Argelia ha emprendido importantes reformas en su política económica, adoptando medidas proteccionistas destinadas a reequilibrar las relaciones de producción
Un análisis objetivo, que tenga en cuenta la perspectiva que ahora tienen ambas partes, permite hoy apreciar en su justa medida el impacto de esta interrupción.
Parece que la parte española se ha esforzado regularmente por equilibrar su balanza comercial con Argelia, especialmente durante los periodos de subida de los precios del petróleo. Por su parte, Argelia ha intentado mantener este equilibrio durante los ciclos de bajada de los precios de los hidrocarburos, apoyándose en políticas de exportación cada vez más ambiciosas.
Este patrón de intercambio se inscribía en una lógica compartida: España, especialmente afectada por la crisis de las subprime, había sufrido una caída brutal de su PIB. Para remediarlo, emprendió una profunda transformación económica. Esta reestructuración permitió al país recuperar el equilibrio, con una tasa de crecimiento del 3,2 % en 2024, cuatro años después de la crisis sanitaria, un resultado considerado ejemplar en Europa.
Esta trayectoria de recuperación sitúa hoy a España entre las economías más dinámicas del continente europeo, ofreciendo un modelo inspirador de resiliencia y reactivación.
Este recorrido ha estado marcado por momentos clave. En 2008, el PIB de España ascendía a 1,636 billones de dólares. A continuación se produjo un largo periodo de recesión económica, que duró casi quince años, antes de volver a alcanzar un nivel similar en 2023, con un PIB estimado en 1,62 billones de dólares. Esta difícil etapa se caracterizó por reformas estructurales de gran envergadura.
Entre las medidas más destacadas figuran el apoyo a los hogares y las empresas, la promoción del empleo, la consolidación del sistema financiero y la modernización de la economía. A ello se sumaron desgravaciones fiscales, una racionalización del gasto público, una ola de liberalizaciones, la llegada masiva de capital extranjero y una reducción progresiva del déficit público.
Entre 2013 y 2016, la innovación tecnológica fue una de las principales prioridades. España adoptó una estrategia nacional para la ciencia, la tecnología y la innovación, con el objetivo de estimular el crecimiento económico a través de la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i). Esta dinámica se tradujo en un aumento del gasto en innovación, especialmente en 2016, cuando creció un 1,3 % hasta alcanzar los 3850 millones de euros. Sectores estratégicos como la inteligencia artificial y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) fueron especialmente impulsores.
Por su parte, Argelia ha emprendido importantes reformas en su política económica, adoptando medidas proteccionistas destinadas a reequilibrar las relaciones de producción. El objetivo era romper progresivamente con las prácticas heredadas de los años de prosperidad y de mejora financiera, caracterizados por una fuerte dependencia de las importaciones de bienes y servicios, a menudo en detrimento de una producción local que luchaba por afirmarse. Hoy en día, estos esfuerzos están dando sus frutos, con una tasa de crecimiento del PIB fuera de los hidrocarburos en 2024 estimada en un 4,8 %.
El país atravesó un período especialmente difícil a partir de 2016. Relativamente ajera de la crisis financiera mundial de 2008, Argelia solo sufrió una leve recesión que duró dos años. Esto se explica principalmente por la subida de los precios de los hidrocarburos entre 2010 y 2014. Sin embargo, a partir de 2015 se instaló una tendencia a la baja de los precios, lo que afectó considerablemente al equilibrio económico. En cifras, tras alcanzar un PIB de 229 700 millones de dólares en 2014, Argelia no pudo recuperar un nivel comparable hasta 2023, con un PIB de 227 600 millones de dólares.
Argelia garantizaba un suministro energético esencial, mientras que España abastecía a la industria argelina de componentes críticos, servicios y productos acabados
Durante esta década de resiliencia, Argelia ha apostado por la diversificación económica y la adopción de profundas reformas para reducir su dependencia de los hidrocarburos. Se han realizado importantes inversiones en sectores no petroleros, en particular la agricultura, las obras públicas y la construcción (BTP). Además, se ha fomentado la apertura a las empresas extranjeras, permitiéndoles poseer hasta el 100 % del capital social, con la excepción de algunos sectores estratégicos.
Por último, el período pospandémico ha visto el nacimiento de un ecosistema de empresas emergentes, startup, apoyado activamente por el Estado, con el fin de promover la innovación tecnológica y crear un nuevo motor de crecimiento para la economía nacional.
Se han realizado ajustes mediante la implantación de subvenciones energéticas y la creación de nuevas zonas industriales. Sin embargo, el ritmo de aplicación de estas reformas ha sido lento, debido a ciertos obstáculos estructurales y a una burocracia persistente.
Cabe recordar que, antes de la crisis diplomática, Argelia seguía siendo el principal proveedor de gas natural de España, mientras que esta última ocupaba el tercer lugar entre los proveedores de Argelia en insumos industriales, piezas de repuesto, carnes y servicios de ingeniería, principalmente.
Esta crisis ha perjudicado indudablemente a ambas partes. Más allá de los volúmenes intercambiados —que, en términos monetarios, no siempre eran muy elevados—, era sobre todo la naturaleza estratégica de los productos en cuestión lo que hacía que los intercambios fueran especialmente sensibles. Argelia garantizaba un suministro energético esencial, mientras que España abastecía a la industria argelina de componentes críticos, servicios y productos acabados.
Esto demuestra que, más allá de simples transacciones comerciales, estos intercambios se basaban en una matriz de cooperación que era posible gracias a la proximidad geográfica y a una dinámica de colaboración sostenida, tanto en el plano económico como en el político.
¿Cuál será ahora la naturaleza de las relaciones entre ambos países, a la luz del desbloqueo de la situación y de las realidades propias de cada parte? Es innegable que el análisis de las realidades actuales de cada uno de los dos países ofrece una perspectiva particularmente interesante. Cada parte está llamada hoy a integrar las reorientaciones de sus políticas económicas en su estrategia de asociación, y ello en un contexto geopolítico internacional en el que cada uno busca reforzar su posición, tanto a escala regional como internacional.
La voluntad manifestada por Argelia de entrar en una nueva era industrial, basada en la innovación, podría apoyarse útilmente en la experiencia reciente de España, en particular la adquirida desde 2013. Esto permitiría construir un modelo de intercambio renovado y prometedor, en consonancia con un nuevo paradigma económico en el que la dinámica de los intercambios se basa cada vez más en las dimensiones productivas y tecnológicas.
Históricamente, este modelo de intercambio entre dos países resulta aún más fructífero cuando se basa en una cooperación productiva y, a menudo, ha constituido un catalizador para el auge del comercio tradicional, especialmente en el sector de los bienes de consumo.
Para hacer realidad estas ambiciones y dar forma a un verdadero proyecto de colaboración económica, es esencial que ambos países se doten de herramientas adecuadas y medios eficaces.
Evolucionamos en un contexto en el que ahora se admite claramente que todos los actores, tanto públicos como privados, deben contribuir activamente a la construcción de asociaciones sólidas y duraderas. En este sentido, las instituciones profesionales que representan a las empresas de ambos países están llamadas a desempeñar un papel más dinámico y estructurador.
Deberían reforzar su implicación proponiendo iniciativas concretas, proyectos prometedores y mecanismos de cooperación innovadores, en perfecta sinergia con los objetivos comunes. Este papel no puede ser plenamente eficaz sin un apoyo firme de las instituciones estatales, que deben acompañar, supervisar y respaldar estas dinámicas con una lógica de desarrollo mutuo.
El Círculo de Comercio e Industria Argelino-Español, que opera en Argelia, así como su homólogo hispano-argelino en España, constituyen instrumentos institucionales clave. Con un fuerte apoyo político, estas estructuras podrían crear un verdadero entorno de trabajo colaborativo, a todos los niveles de asociación, tanto sectoriales como territoriales.
Este enfoque permitiría poner de relieve el importante potencial que encierran ambos países en materia de intercambios económicos, al tiempo que favorecería la creación de mecanismos operativos reactivos. Estos últimos estarían en condiciones de dar respuestas rápidas y concretas a las necesidades y aspiraciones de las empresas de ambas orillas.
El Foro, que se celebra los días 15, 16 y 17 de junio de 2025 en Argel y reunirá a empresas españolas, principalmente de la región del Levante, así como a empresas argelinas, podría desempeñar un papel catalizador. De este modo, marcaría el punto de partida de una estrategia global de reactivación de los intercambios en condiciones claramente mejoradas.
Djamal Eddine Bouabdallah es presidente del Círculo de Comercio e Industria Hispano-Argelino
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