Sánchez se ha ido este fin de semana a reflexionar a la finca de Quintos de Mora, que es algo así como un Tíbet con galgos. Yo creo que Sánchez tiene que estar pensando, más que nada, que chorizos en la política hemos conocido muchos, pero guapos que merezcan ser no ya presidentes sino sultanes hemos tenido menos. Sí, el mangante ibérico es como el rebeco ibérico, que siempre aparece por nuestros montes y nuestro folclore, pero un tipo con tanto talento para la autocracia no merece acabar su carrera por culpa de unos tunantes que van de la estafa de fielato y melonar al puticlub con cortina de macarrones. En realidad, lo que habrían hecho Cerdán, Ábalos y Koldo, y los que vengan, nunca podrá igualar el acto de corrupción suprema que fue la amnistía, o sea comprar la presidencia del Gobierno a cambio de impunidad para los delitos de sus socios. Pero Sánchez sabe que la corrupción que asquea al españolito es más que nada la que le provoca envidia, o sea ver a unos tíos feos, gordos y cazurros gozando de millones, juergas y señoritas. Sánchez sabe que tiene una oportunidad si consigue mantenerse lejos de dar envidia, por eso intenta dar pena.

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Sánchez no está buscando una solución, sino un escenario, que es lo que hacen los divos, más todavía si se supone que acaban de apuñalarlo en medio del corazón y en medio de un aria. Cuando a Sánchez le dio el hipido de demócrata enamorado por lo de Begoña, lo que pegaba era reflexionar o convalecer en el nido de amor, en esa Moncloa de mantequilla e hilo que remite a ajuar de novia dulce, buena y hacendosa. Ahora Sánchez tiene que parecer traicionado y solo, por eso, antes que nada, se va a Quintos de Mora, ese castillo con agua de pozo que le sirve de cueva de héroe (de Sigfrido a Batman, la cueva es el útero del héroe). Una de las características del héroe es su soledad, soledad espiritual sobre todo, el abrumador peso de su misión, que no puede compartir con nadie. Si el héroe además ha sido traicionado, su solitario heroísmo se realza. Por eso, no lo duden, Sánchez se prepara para ser de nuevo un héroe.

Sánchez buscará todo lo que le lleve a aparentar soledad, distancia, abatimiento; castillos toledanos como escoceses, putrefacción de luz de luna en la piel como en un lago, maquillaje de dama de las camelias (ya lo vimos en su comparecencia, con esa pinta de vender flores de tela y escupir flores de sangre). Dejará de bambolearse y parecerá que pisa charquitos, que se castiga pisando charquitos, como aquel personaje de Delibes que no recuerdo ahora; dejará de sonreír y sólo parecerá mirar por rendijas y respirar cenizas. Por supuesto, a pesar de todo eso, o justo por todo eso, conseguirá la energía y la determinación para seguir con la tarea del héroe. Y volverán a apoyarlo su partido, sus periodistas, sus socios, sus charos, sus progres de suscripción. Sólo necesita una buena escena con calavera o con espada ropera, tan española como el porrón.

Sánchez será de nuevo un héroe, esta vez el héroe que va a acabar con la corrupción política, y para ello pronto anunciará definitivas y contundentes medidas legislativas y administrativas.

Se habla de varias soluciones políticas (moción de confianza, elecciones, cambios en el Gobierno…) cuando Sánchez necesita soluciones artísticas, como siempre. Por eso lo primero que hizo fue maquillarse de bailarina y luego irse por ahí, buscando montañas con nublados en los que posar entre perdido, poderoso e iluminado. La única solución es artística, y esta no puede ser sino volver a ser el héroe, el héroe que en el fondo esperan los socialistas, el héroe que en el fondo temen los enemigos. Yo creo que Sánchez, por segunda vez, volverá de sus tiernos desmayos y celajes y traerá otra banderola, otro parapeto y otro cañón románticos, seguramente enseñando un pecho rasgado, ya saben, al más puro estilo Delacroix

Sánchez será de nuevo un héroe, esta vez el héroe que va a acabar con la corrupción política, y para ello pronto anunciará definitivas y contundentes medidas legislativas y administrativas. Evidentemente, se referirá sólo a la corrupción de taco y putiferio, no a la corrupción institucional que él practica como una forma de baile cortesano. Es probable que también lo acompañe de un buen número de cabezas rodantes, sangrantes, impactantes, de su propio partido y de su propio entorno, para demostrar su resolución. La cólera del héroe sería manifiesta, justiciera y hasta cruel, porque sólo así, cubierto de sangre y venganza, podrá distanciarse. Esta sería mi opción literaria y shakesperiana. Otra cosa es que sea posible.

Sánchez aún podría salvarse siendo de nuevo un héroe inverosímil. Podría salvarse porque, insisto, enseguida lo volverían a apoyar todos los que lo han apoyado, todos los que han ignorado la corrupción institucional, la perversión del Estado de derecho y de las propias ideologías, pero se han descubierto escandalizados y tristes cuando han salido rebaños de putas y dinero de talega y de freiduría. Los que siguen creyendo que lo de la fontanera era investigación o sólo pillería, y lo del fiscal general era lucha por la verdad y contra el delito, y lo demás es bulo y lawfare, o los que lo fingen porque les interesa; ésos no creo que se resistieran ante otro numerito que no necesita ser convincente (Sánchez nunca ha sido convincente) sino sólo sugestivo. Sí, cualquier excusa para hacerlo preferible a “la derecha y la ultraderecha”.

Sánchez será de nuevo un héroe, en realidad lo están deseando. Pero, para eso, Sánchez debería poder mantenerse lejos de escándalos, o al menos poder defenderse con la ambigüedad o el lawfare, como hasta ahora, sin que salgan sus vergüenzas en audios o en cuartillas llenas de dedazos o pesetones. Y eso no sé si lo espera nadie ya. De todas formas, Sánchez jugará el papel mientras pueda. Veremos de nuevo al héroe, estoy seguro, siquiera sólo para su tremenda, definitiva y seguramente ridícula caída, con caballón, espadón y pelucón.

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