Abascal, despectivamente, ha llamado al presidente "Pedro Saunas", que parece un apodo de chapero o de chulo, como un Joe Buck o un Pedro Navaja de cuarto oscuro. Pero yo creo que para Sánchez, como el emperador con toallita que es, la sauna es algo más grande, más el templo romanizante de su persona que un simple negocio aceitoso o sórdido del suegro. Mejor que el laurel en la frente picuda, mejor que la lira en la mano huesuda, mejor incluso que el fuego neroniano que rodea a Sánchez, la terma romana reúne el poder, el negocio, la decadencia, la pereza, el hedonismo y la amoralidad. Y, sobre todo, la absoluta indiferencia del patricio, que no ve menoscabada en nada su fama por ese pringoteo político o libidinoso. La sauna es en sí misma una elección neoclásica, porque el suegro de Sánchez podría haber montado una disco con reservados o jaulas, o una pensión con palanganeros. Pero no, la sauna es más que eso, es ponerle al sexo o a la prostitución un templo, una musa, una observancia grecolatina, convertirlos en poema de Ovidio. Es como si el suegro de Sánchez adivinara que no tendría sólo un yerno, sino un césar.
Sánchez no se merece lo de Pedro Saunas, que le quita al asunto todo su fondo y su intención cultural, paganizante, esculturizante, glorificante. Lo de la sauna quizá no llegue al dístico elegiaco de Ovidio, pero puede llegar al culo como obra de arte y de ingeniería, igual que la cúpula del Panteón, o al menos merece quedarse en la película de romanos, con sus gladiadores de viril amistad y su Ben-Hur y su Messala con esa tensión sexual en los correajes y bajo el peplum como si fuera el corsé de Escarlata O’Hara. Yo creo que es por puro sentido de la tradición y de la historia que Sánchez no se avergüenza de las saunas del suegro, ni del dinero de las saunas del suegro, que uno se imagina contado en spintriae romanas, esas monedas con escenas sexuales que podrían haberse usado para pagar prostitutas o prostitutos o quizá como cartas de un juego erótico, que no está clara la cosa. Dice una de las teorías que esas monedas evitaban que la cara divina del emperador rodara por los lupanares, y yo me imagino a Sánchez ideando algún sistema parecido para que el dinero prostibulario no manchara su cara divina, su vida, sus campañas, su política ni sus principios. De otra forma, habría que decir que Sánchez no tiene principios, cosa que no nos cuadra.
El sanchismo requiere una transposición total de coordenadas temporales y morales, revertir el reloj de arena hasta poder considerar normal lo que ahora llamaríamos inhumano, escandaloso, cruel, antidemocrático, tiránico
El dinero prostibulario nos lo podemos imaginar como dólares colgados de los cordoncillos de un tanga, que son como la colada nocturna del vicio, o como una baraja de sex shop, entre el juego y el trueque, o quizá, simplemente, como dinero blanqueado luego a través de la causa universalista y progresista del socialismo, igual que se santifica el dinero del cepillo dominical sin importar su procedencia. Pero yo sigo diciendo que en las saunas del suegro de Sánchez hay más monumentalidad que negocio y más templo que taberna, y que no es tan importante que el dinero viniera de orgías y felatios, por hambre o por dinero, de personas libres o esclavizadas, sino la propia reivindicación cultural de la orgía y la felatio, por hambre o por dinero, de personas libres o esclavizadas, como en los vasos griegos. No me refiero a ningún puritanismo sexual, me refiero a que el sanchismo requiere una transposición total de coordenadas temporales y morales, revertir el reloj de arena hasta poder considerar normal lo que ahora llamaríamos inhumano, escandaloso, cruel, antidemocrático, tiránico. Sánchez habla de una derecha que nos llevaría 50 años atrás, pero él nos lleva a un mundo donde el poder era crudo, arbitrario y brutal, y en el que no sólo los jóvenes pobres o esclavos, sino todo el Estado, era prostituido casi institucionalmente.
Abascal habla de "Pedro Saunas" como si fuera un personaje que rondara a la Veneno, lo dice con el desprecio de los puritanos, que según Bertand Russell ejercen la moral del linchamiento, impulsados no por la piedad sino por la crueldad hacia el pecador. Yo no sé si los del yunque y el cilicio están por la abolición de la prostitución o la consideran una institución necesaria y casi bíblica, pero desde luego no nos resultan extraños los señoritos que iban de la misa al casino y luego a la puta vestida de cerillera o de domingo en los toros. Igual que los socialistas que podían ir de la manifestación feminista a sorber coca en tetas caribeñas falsas como atolones con iluminación de pinball. Pero Sánchez no es un personaje de cuarto oscuro, ni de puticlub de carretera con pezones de guinda en el neón. Sánchez es un personaje de terma romana, como un conspirador ambicioso.
La sauna / terma es el simbolismo final o inicial del cesarismo sanchista, hemos llegado ahí como al principio de todo, al cambio de coordenadas temporales y morales que necesitó el sanchismo, antes que nada, para montarse en el Peugeot y cruzar el Rubicón. La sauna / terma es ese punto espaciotemporal en que Sánchez se da cuenta de que la necesidad dicta los principios, de que la arbitrariedad es la ley del que realmente manda, de que el fin justifica los medios, de que el dinero, los votos, el poder, el dominio, la sangre del sexo o de la vida forman parte del mismo negocio y de la misma charca. Abascal lo mismo está pensando todavía en el pecado, como la monja de regletazo que parece, mientras Sánchez sólo pensaba, desde el primer momento, en abolirlo todo, el pecado, la política y la verdad. La prostitución, en realidad, con su dinero romano o con su vaso griego, es lo de menos cuando se está destruyendo la República y el sanchismo subasta el Estado como hicieron los pretorianos.
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