Para definir los criptoactivos podemos retrotraernos al concepto de título valor: cuando un valor (derecho) se incorpora a un título (papel), de forma que al transmitir el título se transfiere el derecho. Con el tiempo, el título, el papel, dio paso a un apunte contable, apareciendo las anotaciones en cuenta. Un criptoactivo no es solo una anotación en cuenta digital, sino que además necesita lo siguiente:

PUBLICIDAD

  • Como su nombre indica, el uso de la criptografía para garantizar las emisiones y transacciones.
  • Uso de la tecnología de registro distribuido (DLT), también como una medida adicional de garantía.

Cuando tenemos nuestros valores en anotaciones en cuenta, estos están en la contabilidad de una entidad financiera, es decir, en un registro único, que normalmente es del depositario. Por ello exigimos todas las garantías para la salvaguardia de ese registro, como copias de seguridad repartidas en diversos países. Además, en otros registros se puede seguir el origen de cada operación. Pero los ordenadores se estropean y, peor aún, pueden sufrir ciberataques. La tecnología DLT huye del registro único y ese valor digital estará simultáneamente en múltiples ordenadores, de forma que si uno tiene problemas o es atacado los demás conservan toda la información.

Además, el desarrollo informático permite los llamados smart contracts o contratos inteligentes, de forma que el sistema garantiza que el vendedor tiene los valores que quiere vender y el comprador el dinero para pagarlos. Con ello desaparece todo el complejísimo sistema de los mercados de valores que conocemos, con sus centros de contratación, miembros del mercado, entidades compensadoras, liquidadoras y depositarias, con el consiguiente ahorro de costes. Una vez que la operación se valida queda ejecutada, liquidada y registrada simultáneamente y ello en múltiples ordenadores repartidos por todo el mundo.

Criptoactivos hay de muchos tipos, tantos como tipos de derechos que representan. Así, los hay que son un medio de pago o los que incorporan un derecho de crédito o de propiedad (security token) o los que dan derecho a la utilización de un servicio (utility token).

Después de esta introducción centrémonos en el criptoactivo más conocido: el bitcoin. Creado en 2009 utiliza la tecnología DLT y blockchain o cadena de bloques. Figura clave en el bitcoin es el minero, conjunto de potentes ordenadores de gran potencia repartidos por el mundo que mantienen el registro de operaciones y de titulares de bitcoins por claves y validan las operaciones por bloques. Para operar en bitcoins es necesario que el titular tenga una clave, facilitada por el sistema, extensa y compleja, único modo de identificación y necesario para operar. Es alfanumérica y no está asociada a ningún pasaporte, DNI o cara. Cuando un usuario con clave quiere comprar o vender bitcoins introduce su orden en el sistema e inmediatamente se incorpora a un bloque en formación. Cuando alcanza un determinado volumen el bloque debe ser validado por un minero y lo hará aquel que acierte con la clave criptográfica (una especia de acertijo) asignada por el sistema a ese bloque. Es decir, los mineros compiten entre sí para validar cada bloque, empleando una gran capacidad computacional, gastando cantidades ingentes de energía para que uno solo lo consiga. Una vez validado el bloque se incorpora al sistema que está compartido por todos los mineros. Aproximadamente se validan 140 bloques diarios. El minero que haya conseguido la validación tiene un premio de una pequeña comisión y 3,125 bitcoins, siendo esta la única manera de que crezca la oferta de bitcoins. En todo caso, cuando existan 21.000.000 de bitcoins en circulación se dejarán de crear nuevos. 

Es más bien un activo de reserva, comparable con el oro. Algo que ni da ni sirve para nada, pero se acepta universalmente que tiene un gran valor

Se dice que el bitcoin es una criptomoneda, es decir, un medio de pago. Pero, ¿qué es lo que se puede pagar con bitcoins? Salvo algo muy llamativo y caro como un yate o un jet privado no conozco nada que se pueda comprar con bitcoins. Además, su farragoso proceso de transferencia y la enorme volatilidad de su precio lo invalida como medio de pago. Hay algún país como El Salvador que tiene el bitcoin como moneda de curso legal y entidades que abren cuentas en esta criptodivisa e incluso emiten tarjetas de débito/crédito. En estos casos hay una entidad interpuesta que mantiene un registro (centralizado) de sus clientes y hace cobros y pagos en las monedas tradicionales aplicando el precio de mercado de cada momento más la correspondiente comisión. Sus clientes asumen el riesgo del bitcoin y el de la entidad interpuesta.

Es más bien un activo de reserva, comparable con el oro. Algo que ni da ni sirve para nada, pero se acepta universalmente que tiene un gran valor. ¿Y cómo se ha llegado a eso? Su escasez y absoluta anonimidad explican su éxito. Puede que una parte significativa del dinero sucio, delictivo del mundo esté en bitcoins y que sea eso lo que hace crecer su demanda. El día que las autoridades quieran poner fin a su opacidad la burbuja se desinflará y el futuro comparará los bitcoins con los tulipanes de Holanda del s. XVIII.

En todo caso, la tecnología DLT es potentísima y es el futuro. Las enormes inercias de lo que hoy existe luchan en su contra, pero sus ventajas se impondrán.

PUBLICIDAD