Si hay una enemistad ahora mismo que puede ser decisiva es la que ha surgido entre Rusia y Azerbaiyán, después de que Moscú haya comprometido con sus ataques el funcionamiento de las estaciones energéticas de Socar, la compañía bandera de gas y petróleo azerí, en Ucrania. Se trata de uno de los mecanismos más importantes para la república caucásica en su proyección económica y diplomática. Azerbaiyán ha plantado cara a las amenazas rusas y además ha torpedeado la estrategia rusa en Europa. Rusia siempre ha jugado con la necesidad energética del este, pero ahora esto puede cambiar.

Después de los ataques a infraestructura de Socar en Ucrania, el Gobierno azerí ha roto su equidistancia y ha empezado a apoyar abiertamente a Ucrania. Primero con el envío de generadores eléctricos, y después combustible. Incluso uno de los principales voceros del Kremlin, Vladímir Soloviov, ha pedido abiertamente en la televisión rusa la invasión de Azerbaiyán. A lo que desde la república caucásica han respondido que no se amedrentarán porque les pueden vencer al estar mejor entrenados, mejor equipados y contar con mejores aliados. Turquía entre ellos.

Pero la venganza azerí va más allá de apoyar a Ucrania abiertamente, ya que incluso compromete a sus candidatos del Kremlin en diferentes países del este de Europa. Se han establecido conexiones energéticas entre Azerbaiyán y Rumanía, y entre Azerbaiyán y Moldavia, para garantizar la estabilidad energética de ambos países.

Este hecho realmente desarbola la estrategia de las facciones pro rusas que piden no apoyar a Ucrania porque en invierno hace frío, necesitan gas ruso y por tanto, han de mantener buenas relaciones con Rusia. Ahora, debido a la capacidad de la infraestructura turca y azerí, toda esta retórica pierde fuelle. También toda la presión política para que Rumanía, Moldavia, Bulgaria y otros Estados balcánicos dejen de apoyar a Zelenski. Por un lado, Turquía proporciona armamento a todos los Estados al sur del Danubio. Por otro, Azerbaiyán expande su red para aprovisionar a todos ellos, de la misma manera que el corredor de Zangezur, si prospera la iniciativa de Donald Trump, permitirá consolidar un eje diplomático entre Turquía, Armenia y Azerbaiyán contra los intereses rusos en la región. Todo ello a la espera de que haya un cambio político en Georgia que permita implementar reformas democráticas que ahora, con el gobierno pro ruso, han retrocedido.

La alianza entre la Unión Europea y Azerbaiyán en materia energética, como también los acuerdos con Kazajistán y Turkmenistán en la misma dirección, permiten que se gane no solo autonomía estratégica, sino también acabar con la infiltración rusa a través de compañías comerciales como Gazprom. De la misma manera que Polonia consiguió con éxito dejar de aprovisionarse con energía rusa y cerrar vínculos comerciales con países del Golfo Pérsico y Asia Central, ahora ha llegado el turno de los países del Este para desvincularse de la intrincada presencia de la diplomacia energética rusa.

A través del corredor energético Bakú-Tiflis-Ceyhan, como también a través de los que cruzan el mar Negro hasta Rumanía, se está ganando también la batalla a Rusia. La guerra energética fue durante mucho tiempo una de las principales bazas para tener contento o tranquilo a Putin.

Todo ello complica aún más una vuelta a la normalidad para Rusia a medio y largo plazo. El establecimiento de estas redes de conexión entre el Cáucaso Sur y el Caspio con Europa ha venido para quedarse, porque la desconfianza con Rusia seguirá presente para muchos de estos Estados. De la misma manera que la infraestructura que tiene que cruzar Ucrania no tiene por qué mantenerse en una situación de alto el fuego, sobre todo cuando no hay voluntad de volver a lo que había antes de 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea y empezó la guerra en el Donbás. Rusia tendrá difícil volver a marcar la agenda europea con la política energética.

Ya no habrá necesidad, ni Rusia tendrá capacidad para poder marcar una posición, ni tampoco establecer nuevas vías, o nuevas infraestructuras. La ruta del Caspio, y con ello desde el Bósforo al corredor de Zangezur, como también las rutas con China a través de Irán y Asia Central, son proyectos, con inversiones a largo plazo para tener un retorno económico, creados especialmente para evitar que Rusia tenga cualquier peso, o cualquier beneficio económico.

En conclusión, Azerbaiyán ha conseguido con la expansión de Socar vencer a Rusia en el campo de batalla energético. No éramos conscientes de cómo un hecho así podía acabar con la amenaza rusa sobre los inviernos del Este de Europa. Quizás una de las principales motivaciones que quedaban aún para pedir el voto para los amigos de Putin.


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.