El hombre que todavía dirige España decidió este domingo interrumpir sus vacaciones para visitar Orense y León, provincias afectadas por los incendios forestales, al igual que algunas otras del deprimido oeste peninsular. Lleva una temporada Pedro Sánchez escuálido y con mirada post-traumática, sin brillo, en tono mate, como si absorbiera toda la luz que recibe, como un agujero negro; lo que lleva a preguntarse por el qué pasa ahí dentro; e incluso a temer que tarde o temprano comiencen a distribuir culpas aquí y allá sobre su estrés, al igual que hicieron tras los cinco días de reflexión tras la imputación de Begoña Gómez.

Podría parecer disparatada esta hipótesis, pero cualquier cosa puede esperarse de este gabinete presidencial, tan acostumbrado a trazar el guion con tono dramático y estilo esperpéntico para generar confrontación y tensión entre los ciudadanos, algo que puede llegar a aceptarse con los debates menos relevantes, pero que genera repulsión ante episodios como los que nos afectan estos días. Porque esta tropa también aprovecha las catástrofes para intentar ganar adeptos, en lo que podríamos definir como 'política de rapiña'. Desde que se hundió el Prestige, siempre se reproduce el mismo guion; el mismo intento de capitalizar las tragedias: las riadas, los fuegos y los muertos. De politizar la tragedia, como si en la vida todo fuera causa y consecuencia de una decisión parlamentaria. Era por tanto evidente que a la vista de que los incendios se desataron en comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular, iban a optar por la misma estrategia.

Lo primero que hicieron Óscar Puente y demás portavoces fue repartir culpas anticipadas. El domingo, Sánchez inició una segunda fase, como es la de plantear un gran pacto de estado contra el cambio climático.

Pedro Sánchez y su empatía

El presidente es consciente de varias cosas. La primera es que las llamas avanzan en varios puntos y que pueblos como Palacios de Jamuz -de 60 habitantes, que bien pudieron inspirar aquella La lluvia amarilla, de Julio Llamazares- se han quemado por completo. La segunda es que hay algunas decenas de detenidos por haber provocado los fuegos, lo cual siempre genera varios debates interesantes, relacionados con los límites de la maldad, con el interés que persiguen los pirómanos o con la cantidad de gentuza con la que compartimos a diario autobús, mesa e incluso casa.

Pero Sánchez también sabe que su única opción para crecer en las encuestas es la de polarizar. La enfrentar a los españoles. La de generar incendios paralelos y sembrar la discordia, dado que ya es sabido que la convivencia y el orden no son más importantes que el que este tipo sin escrúpulos se mantenga en el puesto y que pueda seguir haciendo uso del sillón, del avión, del helicóptero, de La Mareta y de todo eso que, cuando se pasa el estés o el susto, ayuda a revitalizar la mirada e hinchar el ego, algo que suele ser relevante para quienes buscan la trascendencia en este mundo. Por eso planteó el presidente el pacto este domingo, ante la complacencia de grandes personalidades de la izquierda contemporánea, como Mónica García o el secretario general de WWF en España. El cambio climático le importa entre nada y menos en este caso, como tampoco los incendios, los que no pueden dormir en sus casas o los que regresarán a sus negocios y encontrarán ceniza y ruina.

Lo relevante es que los portavoces políticos y mediáticos del PSOE comiencen a emplear el término 'negacionista' en lo sucesivo ante cualquier duda o negativa a aprobar el plan -sin Presupuestos- que planteen los socialistas. Ya se sabe que esa palabra es muy efectiva. Lo fue en la pandemia, cuando la utilizaron para ubicar en el mismo lugar a los zumbados que afirmaban que las vacunas contenían grafeno y microchips -como el hijo del torero, cantante afónico- y a quienes cuestionaban el cerrojazo al Congreso, la utilización de la figura legal del Estado de alarma... o el hecho de aprovechar una situación de emergencia para repartir contratos millonarios de material sanitario... de los que se desprendieron algunas comisiones, presuntamente, para algún exministro... que también se ha quedado muy delgado.

Los propagandistas

Sánchez no busca con esta propuesta escuchar a especialistas, agricultores, ganaderos, ecologistas y vecinos para intentar que en los ejercicios sucesivos los incendios sean menos destructivos. Lo que intenta es que el PP se niegue a firmar el plan y Vox cuestione la doctrina del cambio climático para avivar el 'raca-raca'. Para lanzar a Intxaurrondo, Ruiz, Cintora y Marta Flich, y a sus muñecos de tertulia, a debatir sobre la extrema derecha negacionista y el peligro de que su doctrina se extienda en este país. Lo de siempre. Lo que Guadalupe Sánchez definió como "política de mierda" en un brillante artículo.

El texto se publicó hace unos meses, cuando el hombre bronceado, de mirada entristecida, aprovechó la DANA de Valencia para supeditar la llegada de las ayudas a la reconstrucción a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, que estaban bloqueados. El mensaje era claro: si usted, amigo valenciano, no recibe el dinero que necesita para reponer su coche o pintar su vivienda, sepa que es culpa de que la derecha no me apoya. No hace falta que observe los matices o mi intento de manipular la realidad. Mire el dinero, su ausencia... la derecha, que se opone a todo, que le quita derechos, que no puede gobernar, pero tampoco quiere que gobernemos.

Siempre es lo mismo. Ante su debilidad parlamentaria en estas situaciones, su estrategia no pasa por conversar con el resto de los líderes y plantear medidas conjuntas para solucionar los problemas -lo que debería de ser el verdadero sentido de la política-, sino arrinconar a la oposición. Entre los valores nobles y los pecados capitales, opta por lo segundo. Por la política de la soberbia, la ira y el cálculo. La del filibusterismo y el navajazo. Por la "política de la rapiña". Por la "política de mierda".

Por cierto, hay que decir que el paso de los días ha dado la razón a Óscar Puente en algo: ¿de verdad hay dirigentes políticos que todavía dudan que en caso de catástrofe es necesario que interrumpan sus vacaciones para apoyar y dar la cara? Cuando se gobierna un territorio, no debe haber mayor prioridad que atenderlo. Que se lo haga mirar algún ministro y algún que otro barón protestón genovés.