En sociedades con problemas de "cultura cívica" es habitual que los ciudadanos no nos sintamos copartícipes ni corresponsables de los éxitos de los gobiernos, menos aún de sus fracasos. A ello se añade que, siendo poco dados a reconocer los logros de los buenos políticos, que los hay, seamos inflexibles con sus errores, ya que entendemos que el resultado de las políticas públicas es únicamente responsabilidad suya. En consecuencia, a un político que naufraga se le exige que se aparte de sus responsabilidades de gobierno, como se hace con los entrenadores de fútbol cuyos equipos encadenan derrotas.

Ahora bien, siguiendo con el símil futbolístico, el "técnico" no siempre es el culpable, ni tampoco es su reemplazo la solución a todos los problemas de un club. Casi siempre, las malas rachas tienen que ver con más de un componente, jugadores incluidos, y dependen en buena medida de la estructura organizacional. Por eso, en la política como en el fútbol, hay que analizar el conjunto para comprender qué es lo que pasa.

Por el contrario, encontramos muchos análisis de opinión pública que no tienen en cuenta las circunstancias y contextos de los políticos para ofrecer una explicación más integral, que trate de entender la sociedad que, de alguna manera, "los produce". Algunos de dichos análisis tienen el problema añadido de que están hechos para gustar y no para explicar. Pero ¿por qué resultan tan convincentes? Primero, porque ofrecen explicaciones sencillas, en las que hay unos claros culpables (los políticos) que en esos ya han sido juzgados y sentenciados. Segundo, porque liberan de toda responsabilidad a la ciudadanía, es más, la victimizan y eso gusta mucho. Tercero, porque se revisten de una pátina de racionalidad al asentarse sobre hechos fácilmente identificables, aunque insuficientes y sesgados. Sin embargo, es un error pensar que hay soluciones simples para problemas complejos, e injusto ofrecer la sangre de los políticos para expiar nuestros males y culpas colectivas.

Para ilustrar lo anterior, hagamos un repaso rápido del argumento que afirma que el poder está secuestrado por un grupo y/o por partidos que no son representativos. No voy a ser yo quien niegue que las relaciones entre políticos, partidos y ciudadanos no pasan por su mejor momento, pero considero necesario introducir algunos matices para ir más allá de explicaciones que suenan a teorías conspirativas. Si lo que justifica esa premisa es que las opciones son limitadas y la elección se hace entre los malos y los peores, son varios los autores que afirman que, al optar por un candidato o partido, hay un elemento de identificación con el mismo y que ese elemento casi nunca es la sola valoración racional de la eficacia de la gestión (como sostiene el mecanicismo trasladado a la política).

Abundando en que, aunque la valoración del gobierno explica en parte las tendencias de voto, esta no suele determinar al completo el voto de las personas. O acaso ¿creen ustedes que un argentino kirchnerista acabaría votando por Milei solo porque ha reducido la inflación? Para nada, porque, para ese votante, la eficiencia de una política pública no tiene que ver necesariamente con el tipo de variables que aparecen en las estadísticas y cuentas nacionales y que se pueden meter en la regresión para sacar modelos. Para ese votante, un gobierno eficiente será el que aborde el tema de la "cuestión nacional popular" aunque su gestión económica no haya sido de las mejores.

Los políticos provienen de la sociedad y reflejan sus vicios y virtudes, por eso, al igual que los políticos se equivocan, los ciudadanos también lo hacen. ¿Quién en Ecuador no sabía quién era Abdalá Bucaram? Sin embargo, fue presidente del país. ¿De verdad alguien esperó de él una gestión transparente? ¿Cómo es posible que sean electas algunas personas que se ha demostrado que han cometido delitos? ¿Acaso su reiterada falta de respeto a lo público no presagia que volverán a delinquir? Aun concediéndoles el derecho a participar al haber pagado ya por sus delitos, ¿encarnan ellos los valores que reclamamos a nuestros representantes públicos?

Los políticos provienen de la sociedad y reflejan sus vicios y virtudes, por eso, al igual que los políticos se equivocan, los ciudadanos también lo hacen

El mecanicismo con el que se suele analizar a los políticos y la política es reduccionista, porque si algo tiene y caracteriza a ese ámbito es la incertidumbre y la multicausalidad de sus resultados. En las crisis no fallan solo los políticos, fallan también, por ejemplo, las empresas que no siempre han tenido un comportamiento ético respecto al pago de impuestos o que han corrompido a políticos o a responsables de la administración para conseguir contratos. Mucho se habla de los políticos como problema, pero no nos olvidemos de que, en democracia, también necesitamos políticos para encontrar las soluciones.

La pregunta es cómo conseguir que éstos cumplan con estándares de gestión y éticos adecuados. Un buen inicio sería que, como ciudadanos, hagamos examen de conciencia y reflexionemos sobre los errores que hemos cometido al seleccionar a nuestros representantes o, mejor aún, que seamos sinceros y aceptemos que, muchas veces, estamos dispuestos a sacrificar principios y eficiencia para evitar que "los otros" no lleguen al poder. De ser así, lo importante es aceptarlo y reconocer que algo de responsabilidad tenemos.


Francisco Sánchez es director del Instituto Iberoamericano de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer todos los artículos que ha publicado en www.elindependiente.com.