Desayuné uno de estos días con un alto directivo de televisión y me expuso un punto de vista sobre la crisis de Mediaset, que no es cosa menor, dado que es algo así como la caída de un coloso. De un imperio que generó cientos de millones de euros durante dos décadas gracias al mundo rosa. "El problema es que estos famosos ya no enganchan a las señoras. No entienden su lenguaje". No son lo mismo los sufrimientos de Sofía Suescun que los de las folclóricas y vividores de antaño. Los del ecosistema Tómbola y los del posterior de Sálvame.
Los jóvenes son irrecuperables para este tipo de programas, dado que se encuentran inmersos en la burbuja de los influencers, desconocida para sus padres, pero gigante y cada vez más grande, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo. Ahí dentro se organizan veladas de boxeo, en estadios, que acaparan audiencias millonarias; y ahí se forran referentes como María Pombo, quien el otro día fue muy criticada por afirmar "No sois mejores porque os guste leer, hay que superarlo", cuando tiene toda la razón. Leer es sano. Los libros engrandecen, pero no he conocido mayores cretinos que aquellos que alardean de tener muchas lecturas.
Me contaba el citado ejecutivo televisivo que el sueño de cualquier televisión es la de convertir su empresa en la 'cadena de acompañamiento'. Es decir, en aquella a la que los espectadores recurren, por defecto, y dejan encendida cuando no hay nada. Ese fenómeno ahora no sucede exactamente igual que antes, dado que la convivencia con múltiples pantallas hace que la TDT compita -y pierda poco a poco la batalla- con los reels de las redes sociales, las series de las principales plataformas en streaming, la inmensa cantidad de telenovelas turcas de otros servicios audiovisuales; y los juegos de los teléfonos. Pero es verdad -argumentaba- que el papel que desarrollaban Jesús Hermida y María Teresa Campos en su día, el cual heredó Jorge Javier Vázquez, ahora le corresponde a los presentadores de los programas de info-entretenimiento.
Por eso las páginas especializadas en televisión hoy dedican el mismo espacio -o más- a la verborrea de Sarah Santaolalla y a los atuendos de trasnochador de Camper de Ernesto Ekaizer que a los momentos televisivos relacionados con el mundo del corazón, cada vez relegados a espacios más marginales y menos frescos, salvo excepciones.
Petardeo político
No hubiera sido posible este fenómeno si la política no hubiera adquirido un tono melodramático, pero el sanchismo se lo ha puesto fácil, dado que es todo interpretación. Esto ya existía antes de que Pedro llegara a la Moncloa. Hay un conocido productor de infoentretenimiento que, en el momento más complejo de la crisis de las cajas de ahorros, llamaba al líder de la asociación de abuelos preferentistas alguna vez para preguntarle si podían pasarse con la pancarta por la Plaza de Castilla, que andaban cortos de temas. La 'gran recesión' tuvo un punto de tragedia audiovisual que no conviene pasar por alto.
Pero en esta última etapa todo ha ido a más. No sólo por las cuestiones de Irene y Pablo, que hoy interesan menos que las de Suescun-, sino también por el drama familiar del presidente, el "hombre profundamente enamorado", el que mantiene un nexo matrimonial con una mujer, que se enfrenta a problemas con la justicia -nexo con la Pantoja- y a un hermano, no muy espabilado, que también genera ciertas situaciones de tensión en la familia por sus actividades... como la Pantoja también.
Se suma a todo esto la cuestión de sus amigos... o los examigos, como se quiera ver, a quienes se relaciona con cuestiones de bragas y mangoneos varios. ¿Cómo no iban a ser, entonces, Javier Ruiz y Jesús Cintora, los sucesores de Jorge Javier. Los ingredientes de entonces son los mismos que los de ahora... aunque los protagonistas procedan de un mundo donde se toman decisiones bastante más relevantes.
Es de suponer que quienes son especialistas en comunicación política son conscientes de esto. De que sus 'señoritos' son parte de este circuito televisivo del infoentretenimiento sensacionalista y populachero; y eso ha barnizado su actividad con cierto ingrediente inflamable. No diría tanto que antipolítico como bananero. Transalpino. Erótico-festivo. "Que digan los del PP lo que opinan los del puteros", decía la portavoz socialista el otro día..., mientras Cintora se volvía loco. Hace un mes y medio, se hablaba de saunas; y Antonio Naranjo contactaba con un chapero, con la cara cubierta, que trabajaba para el suegrísimo, que en gloria esté.
¿Y a quién se dirige todo esto? A ancianos, ancianas y algún despistado. Según el último informe de Kantar Media, los niños y los jóvenes apenas si ven la televisión entre 40 y 50 minutos diarios. Los adultos de entre 25 y 44, un total de 66; y los jubilados, entre 274 y 289.
Me decía un día Coto Matamoros, cuando todavía vivía en República Dominicana, en Samaná, que el principal cliente de las televisiones actuales son los octogenarios que sólo saben pulsar el 3 y el 5. Insistía en que ése era el secreto del éxito de Sálvame y lo que explicaba el dividendo que se llevaba Fininvest para los Berlusconi al final de cada año. Lo que es la vida..., ahora el paradigma ha cambiado y son los políticos los que han montado su Tómbola particular. Con Cintora de presentador; Antón Losada de polemista y Javier Aroca sosteniendo que es antropólogo, como aquella también decía que era bióloga.
Lo peor es que ningún tertuliano está (estamos) libres. Cada cual en su papel.
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