Fue el pasado fin de semana cuando La Vanguardia publicó una encuesta que otorgaba 19 escaños a Aliança Catalana, frente a los 2 que ostenta en la actualidad en el Parlament y frente a los 21 que ostenta Junts. A las pocas horas, su líder, Silvia Orriols, era entrevistada en RAC1 y se enfrentaba a la mejor situación que puede vivir un oportunista, como son las preguntas de una periodista maniática, como es Mónica Terribas. Ambas se enzarzaron en una discusión sobre el conflicto de Oriente Medio en la que Orriols equiparó el discurso de Hamas al del “terrorismo islámico”, lo que, entre otras cosas, sacó de sus casillas a su interlocutora, una de esas periodistas independientes que tanto dinero ha ganado en los medios controlados por quien gobierna, remando a favor de obra. Fauna habitual por estos lares, por otro lado.

Los partidos independentistas tienen un problema con Orriols, especialmente Junts, socio de conveniencia de Pedro Sánchez y sujeto paciente de la causa de Carles Puigdemont, cuyo regreso a España no está ni mucho menos claro, pese a la Ley de Amnistía. Aliança Catalana representa el catalanismo más extremo, que es el que aspira a declarar la independencia de la región sin negociar con Madrid. A las bravas. Basándose en un derecho a la autodeterminación y en unas raíces históricas que facultan al pueblo catalán para ello.

Su partido es la demostración de que la revolución tarde o temprano devora a sus hijos, dado que en toda situación de transición desordenada, siempre hay un combate por la legitimidad moral en el que los que se consideran más puros terminan por aplastar a sus predecesores, a los que acusan de tibios. Por eso es de entender que en el independentismo -especialmente en Junts- preocupe el auge de la que algunos han apodado como la Le Pen española. En este caso, una excéntrica que incluso ha asumido para sí misma algunos postulados del que podríamos denominar como el ‘catalanismo legendario’. El de la gran inventiva y la chifladura padre.

No es casualidad que su primogénita se llame Guinadell, nombre medieval que coincide con el de la esposa de Wilfredo el Velloso, quien concedió a los condados catalanes cierta independencia sobre el reino franco. Un acontecimiento, por cierto, que mezcla la mitología con la realidad. Un hecho con aderezo fantasioso. Una gilipollez menor, pero ensalzada.

Partido antiinmigración

Pero más allá del catalanismo, lo que otorga fuerza a esta mujer, de 40 años, es la cuestión migratoria, el verdadero elefante en la habitación de las sociedades europeas. Un problema mal gestionado sobre el que se ha evitado debatir de forma racional, en muchas ocasiones, por temor al calificativo o al prejuicio, pero que ha derivado en lo que podía esperarse, y es en una serie de problemas que son aprovechados y manipulados por los extremistas para su propio provecho en las urnas.

Era cuestión de tiempo que el ciudadano que observaba a su alrededor más cambios de los que su cerebro podía asimilar -además, en un contexto de decadencia económica- fuera persuadido por un partido que le prometiera expulsar a los inmigrantes y devolver su lugar de residencia a la situación anterior.

Orriols es además alcaldesa de Ripoll, un municipio de 10.700 habitantes en el que viven 2.000 extranjeros, de los cuales 789 proceden de Marruecos, según el Instituto de Estadística de Cataluña. Allí vivían los autores del atentado de Las Ramblas de 2017, un grupo de terroristas de origen magrebí a los que radicalizó un imán de esa localidad. Un indeseable que los convirtió en yihadistas.

Orriols se alimenta de un fenómeno que se ha gestionado mal, como es el de la llegada de varios millones de extranjeros en tan sólo unas décadas y el de las dificultades para integrar a la totalidad, tanto material como social y culturalmente. Lo que sucede es que la líder de Aliança Catalana alimenta su discurso con xenofobia. No aquella con la que impregnaba Quim Torra algunos de sus textos, en los que llegaba a equiparar al español con el hombre de las cavernas. En este caso, su discurso es racista y anti-islamista.

En determinadas condiciones económicas y bajo determinados estímulos, ese componente es especialmente pegadizo y arrastra miles y miles de votos. Incluso millones, como se ha demostrado en otros países europeos, donde esta cuestión se ha manejado igual de mal. Sobre todo, en los barrios donde reside la población de clase media-baja.

¿Y ahora qué?

¿Y cómo se frena esto, si se da por bueno que este discurso conecta bien con una parte del electorado en estos tiempos de agitación? Es una buena pregunta. Caben aquí varias opciones. La más oportunista, pero a la vez, la más sencilla, sería que Junts echara el muerto a Pedro Sánchez de todo lo relacionado con la política migratoria en Cataluña, dado que la competencia es estatal; y ya se vio el martes, en el Congreso de los Diputados, que su cesión a la Generalitat no prosperó.

Señalar a Madrid es siempre efectivo de cara al votante independentista con menores conexiones neuronales, pero, en este caso, Orriols podría arrinconar a Puigdemont, Miriam Nogueras y compañía; y culparles de jugar a la puta y la Ramoneta en caso de que no rompieran definitivamente con Pedro Sánchez. ¿Y si lo hicieran? ¿Qué sería entonces de Puigdemont?

Poca duda hay de que, cuando el PSOE salga del Gobierno, y con el PSC al frente de la Generalitat, el independentismo volverá a estirar la goma y a incendiar las calles si es necesario. Lo que sucede es que ahora tendrá a su derecha un partido que no entiende de medias tintas y se alimenta del malestar. Es de prever que aprovechará cualquier titubeo de Junts y de ERC. Por cierto, de las juventudes de este último partido viene Orriols.

Todo esto reivindica en la idea, y conviene decirlo una vez más, de que una revolución -en este caso ridícula, cobarde, pero costosísima y molesta- ha vuelto a devorar a quienes la provocaron. A quienes declararon en 2015 en el Parlament que en 18 meses cumplirían con sus objetivos, pero que, a la hora de la verdad, no se atrevieron. O casi que no...

España sufre cada día a estos individuos, pero a lo mejor también les ha llegado el momento de sufrir. El previsible éxito de su rival ya lo ha oficializado Godó, que incluso ha abierto sus micrófonos para ella. Poca broma.