Ábalos y Koldo, más los que irán saliendo, recibían dinero del PSOE como del ditero o de la diligencia, caliente de cuero o de vientres animales. El dinero físico, en metálico, en papel, es ya como traficar con estraperlo o con pieles, algo entre el delito y la carnicería. Cuando ya pagamos con smartwatch o transferencia las cañas y hasta el mimo del Retiro, el dinero físico, sobre todo el voluminoso, siempre tiene un rastro de negocio sucio y de sangre sucia, la sospecha de una matanza originaria. Las propias leyes del PSOE considerarían blanqueo soltar mil pavos envueltos en un pañuelo, como para el timo a un cateto o el pago a un chivato. Los partidos políticos no son gasolineras ni colmados, pero si les llega billetaje y calderilla de menudeo, con sudor de manos o de culo, la obligación de trazabilidad y transparencia obligaría a “bancarizarlos”, que se dice, a ingresarlos enseguida, no a guardarlo en latas o sobres. Claro que cuesta imaginar menudeo que se cuente en “chistorras” de 500 euros. Hasta el nombre remite, ya digo, a la matanza.

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Nos faltaba ver el dinero así, abultado, pringoso y envuelto en papel de estraza, como el compango, que es lo que nos hace pensar en el origen chorreante del propio dinero. Aunque a mí casi me hace sospechar más la nomenclatura, eso de las “chistorras”, los “soles” y las “lechugas”. Sí, yo creo que nos faltaba ver el dinero en sobres, y no tanto como casquería sino como una baraja española bien empaquetada. En los naipes y en el delito todo cambia de nombre y de sentido, es justo lo que nos indica que estamos metidos en el juego. La jerga es una barrera lingüística que permite protegerse de los profanos, además de una forma de reconocimiento mutuo. La “chistorra” no sólo sirve para que la pasma no se cosque, sino para calar al que está en el ajo. Eso de que el dinero venga no sólo con rastro de aceite, como un papelón de churros, sino con un cheli pasado de moda, de navajero con pantalón de campana, a mí me dice más que cualquier explicación de contable con manguito, lápiz en la oreja y sudor en la gafita de cine mudo. Ese contable que, por cierto, siempre es más sospechoso que el matón con la nariz partida y achaflanada.

El PSOE maneja dinero crudo como la chistorra cruda, como la lechuga cruda y como la política cruda

El dinero ya está ahí, en sobres como tarteras, y eso ya es algo. Antes, el PSOE negaba directamente haber realizado pagos con dinero en metálico, ese dinero atocinado o ese dinero de tabernón con brisca. Ahora ya va diciendo que sí, que vale, pero que todo cuadra, que todo tiene su justificación o su justificante. Hasta dicen que los céntimos de calderilla, ahí en el sobre, esos centimitos de urraca o mercería (lo contaba aquí Juanma Romero), prueban la inocencia del método, son justo lo que convierte los pagos en creíbles y escrupulosos. Pero, la verdad, uno cree que, ante la visión de un cajón de dinero arrugado y de cobre amontonado, la calderilla no parece inocente sino avara. El dinero que acaba en un cajón o en un sobre suele ser porque no se ha podido o no se ha querido convertir en otra cosa, especialmente en dinero rastreable y confiable. Que esta imposibilidad o estas pocas ganas lleguen hasta el céntimo a mí me parece más acusador que salvador. Casi indica la dificultad práctica, chatarrera, de deshacerse de toda esa calderilla del menudeo o de algo más grande, al menos sin montar, como en Breaking bad, una lavandería o algo.

El PSOE maneja dinero crudo como la chistorra cruda, como la lechuga cruda y como la política cruda, o sea maneja dinero con pesantez y urgencia de cosecha, recaudación o redada del día. Esto no tiene por qué significar, de momento, financiación ilegal, pero de nuevo el sentido común nos va despejando las opciones. Con fajos de chistorras, soles y lechugas con gomilla o vitola, con dinero revolcón en sobres llenos de dedazos, ya no pagan ni los tratantes de vacas, sólo los quinquis, los delincuentes y los comisionistas aguilillas de las mordidas, que tampoco es que sean extraños a los partidos ni menos, ahora, al PSOE. Quiero decir que, tal como está la cosa de resbaladiza y suspicaz, un partido político no debería pagar como si fuera la banda de Makinavaja. Es más, no encuentra uno dificultad ni inconveniente en bancarizar todo, llevando hasta los céntimos en rollos de monedas, como los autobuseros, para que luego te quede perfectamente justificado y alineado a la coma y al céntimo en los cuadernos de rayita de su contabilidad y en los extractos casi médicos del banco. Lo mismo la dificultad del PSOE es ideológica, por eso de que los bancos sean fachosfera.

El PSOE manejaba dinero caliente de matanza española o de taberna española, pero la UCO no señala, de momento, nada sobre financiación ilegal. Eso recalcan en Ferraz, que uno se imagina ya como un taller o cementerio de tragaperras, que por lo visto ellos no tenían otra manera de manejar el dinero que en monedones de ferralla o en billetes de borracho. De momento sólo hay esos sobres con chistorras o con pastrami, que no tienen por qué significar nada, aparte de que los sanchistas confían más en el calcetín o en el colchón que en el banco derechón, e incluso más que en sus propias leyes contra el blanqueo, que se les han olvidado como a Sánchez se le olvida todo.

Aquí el dinero tiene que pesar, como los melones o como la baza con vira, o no parece dinero. Apenas son manías, que es que al PSOE sanchista le gustan los billetes por la mañana como el que le gusta el periódico de papel por la mañana, con negritas torrefactas y mancheta de espuma. Luego uno recuerda que el secretario de organización del PSOE está en el trullo por lo que está, y que el anterior aguarda, y que la corte de Sánchez confía más en la fontanería, el enchufe, la mordida y el poder puro que en las reglas, y las explicaciones para ingenuos resultan mucho menos probables que la burla de los listillos. La UCO aún tiene muchos cajones, latas y colchones que mirar, así que pronto sabremos si tanta chistorra en sobres y tanto dinero en el frigorífico eran síndrome de Diógenes o sólo mangazo al uso.

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