Nunca antes la investigación biofarmacéutica global había afrontado tanta incertidumbre. Mientras la Administración Trump intensifica sus presiones sobre la industria farmacéutica y China acelera su apuesta por la biotecnología, Europa se encuentra sin una estrategia clara para retener inversiones, proteger su competitividad y garantizar el acceso de los ciudadanos a los tratamientos más innovadores. El reto no es menor: transformar su enorme potencial científico y sanitario en un auténtico ecosistema de innovación que nos sitúe a la altura de este desafío.

Porque Europa no parte de cero. En el año 2000, nuestro continente lideraba la investigación biomédica a nivel mundial, pero Estados Unidos se fue posicionando como líder y en 2024 China ha llegado a sobrepasar a Europa. Ahora, la coyuntura abre una ventana de oportunidad para que el viejo continente reconsidere cómo valora la innovación y refuerce su apuesta por los medicamentos innovadores. Tiene ciencia de primer nivel, universidades y hospitales de referencia, y un modelo sanitario universal envidiado en todo el mundo. Ahora debe apoyarse en esas fortalezas y dar pasos audaces para traducirlas en inversión, crecimiento, seguridad y acceso a los tratamientos más avanzados.

España tiene aquí un papel clave. Nuestro país cuenta con 180 plantas de producción de medicamentos, con una inversión anual de la industria en I+D superior a los 1.500 millones de euros

Además, el sector genera 270.000 empleos directos, indirectos e inducidos, y España es líder europeo en ensayos clínicos, lo que refuerza nuestro atractivo como destino de inversión y desarrollo. Estas cifras nos colocan en una posición privilegiada, pero también nos recuerdan lo que está en juego si no actuamos con decisión.

El reto está en crear un marco de políticas públicas que convierta a España en un auténtico polo de innovación y producción. Eso implica avanzar en un entorno regulatorio predecible y ágil, que facilite el acceso a los medicamentos innovadores, reduzca los tiempos de decisión de precio y financiación y refuerce los incentivos fiscales a la I+D. Significa también apoyar a las start-ups biotecnológicas, atraer talento internacional y adaptar la normativa medioambiental de forma equilibrada, sin menoscabar la competitividad de nuestras plantas productivas.

Europa y España se encuentran en una encrucijada. La industria farmacéutica es estratégica no solo para la salud, sino también para la economía, la seguridad y la autonomía de un continente que no puede permitirse depender del exterior en un sector tan esencial. Como ya reveló el Informe Draghi el año pasado, Europa tiene el talento, la capacidad industrial y el compromiso del sector. Lo que falta es una visión política clara que convierta a la innovación biomédica en una verdadera apuesta de futuro.

Europa y sus pacientes no pueden esperar más: el tiempo de actuar es hoy y ahora.


Iciar Sanz de Madrid, Directora del Departamento Internacional de Farmaindustria