A Margarita Robles le molesta que al presidente de Estados Unidos se le planteen “preguntas concretas y específicas” que busquen un tipo de respuesta contraria a la que le conviene al Gobierno, el cual defiende que el gasto en defensa de España es más que suficiente para cumplir con los compromisos adquiridos con la OTAN y para afrontar “la amenaza de Putin en Ucrania”.
Donald Trump opina lo contrario, pero parece que eso no conviene transmitirlo, así que desde Moncloa han iniciado una campaña contra el corresponsal de ABC en Estados Unidos, David Alandete, para que se acobarde y no vuelva a cumplir con la labor que tiene asignada: hacer periodismo y preguntar a Donald Trump las veces que haga falta sobre el principal asunto que provoca fricciones actualmente entre España y el país norteamericano.
En el Gobierno, sorprende que el mandatario responda a Alandete antes incluso que a muchos periodistas locales, prueba, sin duda, de su habilidad como reportero, que es extraordinaria. Eso ha generado malestar en Moncloa, donde parecen intuir ahí cierto compadreo que interpretan como complicidad con el enemigo, que es Trump. Ya se sabe que con ciertos personajes sólo cabe hostilidad. Ni medias tintas, ni gestos, ni siquiera una relación laboral cordial.
En Moncloa, las cosas funcionan así. Impera en su concepción del mundo una especie de ‘ ley del embudo’ que a sus correligionarios les parece lógica, pero que a los ojos ajenos les puede resultar toda una tomadura de pelo. Porque hay presidentes que pueden tener predilección por algunos reporteros y medios, pero otros, no. Pedro Sánchez rara vez -salvo en campaña- responde las preguntas de medios hostiles, ni en entrevistas, ni en ruedas de prensa. Hay periódicos que llevan varios años sin acceder al turno de palabra. Para el PSOE, eso es correcto, no así que un periodista español pregunte a Trump y éste le responda. No cabe duda que cualquiera que ayude a desmontar la densa capa de propaganda y demuestre que el emperador está desnudo, tenderá a ser proscrito.
Histéricos habituales
A Ignasi Guardans todo esto le ha escandalizado. El sábado por la tarde, despotricaba en las redes sociales contra Alandete y le acusaba de ser un mal patriota. El señor José María Garrido se apresuraba a cumplir con su función periodística y consentía que se publicara una pieza en El Plural señalando al periodista de ABC. Al menos, no le acusó de poseer dos DNIs o un deseo oculto por poner una bomba bajo el vehículo del presidente. La maniobra podía haber sido más siciliana.
Óscar Puente seguía el juego a El Plural y escribía: “Otro patriota del ABC con acreditación para preguntar en la Casa Blanca, que la utiliza para preguntar todos los días a Trump por los supuestos incumplimientos de España con la OTAN. Quieren tanto a su país…”. Ya se sabe: el periodismo libre sólo es bueno cuando no me afecta. De lo contrario, es penoso y desestabiliza. Lo de los tiranos, pero en versión ministerial y democrática. Hace unos días, este ministro se burlaba de The Objective en el programa de Carlos Alsina, en Onda Cero. Apoda a este medio “The Ojete”. No cuesta imaginar que cada vez que escribe esta expresión esboza una sonrisa, mientras su escolta se pregunta con quién habla y qué le acaba de decir.
Todos estos celebraban hasta hace no mucho cada artículo de The Economist o de The Guardian favorable al Gobierno. Incluso sus mandarines de agencias de asuntos públicos escribían el artículo sobre el artículo para adobar el texto original con más adjetivos. Estaban en su derecho. ¿Por qué no lo iban a hacer?
Lo que sucede es que no todo el mundo opina lo mismo del de Moncloa y hay quien ha detectado que las robustas montañas que describen sus efectivos son en realidad terrones de arena. Es evidente que su argumento sobre el incremento del gasto militar no se lo traga Trump, quien no es un portavoz que pasaba por allí, sino la gran cabeza visible de la Alianza Atlántica. Entra dentro de lo normal que Alandete le pregunte por eso y que la prensa española plantee la misma cuestión, pero en el terreno doméstico: ¿Y no tendrá que ver esta triquiñuela discursiva con las dificultades para plantear en el Parlamento, y ante sus socios de la quinta columna de extrema izquierda, cualquier medida relacionada con el aumento del gasto militar?
Alandete ha hecho su parte. Lo que era necesario. Por eso le disparan y por eso le pretenden acollonar para que la próxima vez se piense dos veces si preguntar a Trump sobre algún asunto incómodo. Al Gobierno sólo le sirven los amanuenses, parece ser. O los que, como Barceló, plantean los temas internacionales con una cuestión como la del otro día: “Presidente, ¿se sintió usted cómodo en el acto convocado por Trump en Egipto?”. Quien plantee algo más incisivo, es un traidor o un mal patriota.
Esta estrategia de coacción y chufla pública la han seguido desde que estalló la trama Koldo. Es populista y despreciable, pero la han aplaudido incluso periodistas de otros medios de comunicación, que parecen ser ciegos ante el evidente intento del Gobierno de limitar la libertad de prensa a través de diferentes presiones, por varios flancos, para avivar la autocensura en los medios que no cantan las alabanzas a Pedro. No le sirve al presidente con haber convertido las empresas públicas de información en aparatos de propaganda y leña al opositor o al juez. Sánchez tampoco quiere que se difundan críticas en otros medios o incluso que cualquiera de sus profesionales obtenga una respuesta inadecuada de alguien que le pueda poner en evidencia.
Lo más lamentable de esta cuestión no es lo de Sánchez, lo de Bolaños, lo de Óscar López o lo de Puente. Lo más patético es cómo graznan personajes como Guardans, mientras de vez en cuando levantan la cabeza y miran hacia el balcón de Pedro por si les tirara algún mendrugo de pan. Qué jodida es la existencia cuando uno piensa que caminar con la cabeza recta equivale a perder las oportunidades que surgen tras el grito interesado o la reverencia necesaria.
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