“Queda Gobierno de corrupción para rato”, dijo Yolanda Díaz en el Senado, o quizá le obligaron a decir, porque los del PP, más que parlamentarios maleducados, ya son grandes hipnotizadores. Por lo visto, la culpa del lapsus ha sido del PP, que pone a la vicepresidenta muy nerviosa con eso del parlamentarismo, una cosa que está entre la tortura, la dominación y el cruel juego infantil del trabalenguas, el pillapilla o la gallinita ciega. Más gracioso que el lapsus, y más interesante, fue la explicación del lapsus, innecesaria pero urgente, que publicó Yolanda en sus redes luego. Los actos innecesarios pero urgentes son, por supuesto, una compulsión, y eso ya nos dice que Yolanda es nerviosa e insegura sin que el PP practique vudú, mesmerismo o persuasión de cura. Enseguida han salido por ahí con lo de que el lapsus es una manifestación del inconsciente, que dicen los psicoanalistas, lo que pasa es que a mí el psicoanálisis me parece una secta y no creo que a Yolanda le hagan falta complicadas estafas poéticas, ni siquiera la del sanchismo, para trabarse.
La culpa es del PP senatorial, que grita, gesticula y marea (deben de ser los pases mágicos), venía a decir Yolanda en el vídeo. Eso sí, los incontenibles palmoteos y risotadas que salían eran posteriores al lapsus, que fue gracioso todavía más por verdadero (el humor siempre es más humor cuando es verdad). Hasta la propia Yolanda se reía de la equivocación en su disculpa, una risa que, además, llevando mangas jamón, como si fuera Blancanieves, casi la absuelve ya por ingenua. A mí me parece que Yolanda siempre se ha enredado con las palabras como con una manguera que no sabe muy bien cómo acometer o dirigir, como una princesa con una manguera. Y yo creo que eso le pasa porque sólo maneja dos o tres conceptos, como la princesa, o como el músico que maneja sólo dos o tres acordes. Apenas los malvados del PP hacen ruiditos o le tocan las palmas a contratiempo, Yolanda se descoloca, se asusta, se confunde y se aturrulla. Le salió “corrupción” como le podría haber salido “ejecución”, sin que por eso quiera matar a nadie.
Yolanda es nerviosa, o la pone más nerviosa la oposición haciendo oposición (la oposición no debería hacer oposición, sino reverencias, que es lo que pide Sánchez para lucirse más y lo que necesitaría Yolanda para tocar su arpa tranquila). Pero yo creo que la pone todavía más nerviosa el propio sanchismo, que impide a Yolanda mantener y defender sus dos o tres conceptos de izquierda como sus dos o tres arpegios de arpa de obrera, que en el fondo es como un arpa de princesa. Quizá lo que pone nerviosa a Yolanda no es tanto el PP, que ocupa el Senado como un tendido de taurinos, sino lo que rodea al sanchismo, que no tiene por qué ser sólo la corrupción, también la contradicción o la inacción de Sánchez al hacer o no hacer política más o menos de izquierda, algo vendible como izquierda, algo que suene a izquierda, a sus dos o tres notas de arpa linotípica o a su única nota de yunque melancólico. Algo más que Franco o el aborto, quiero decir, porque Yolanda no puede hacer obrerismo sólo con el pasado, algo habrá que darles a los obreros ahora, que están pasando de la gorra de Pryca a la gorra de Trump o al gorrito de piedra, como de Dama de Elche populista, de Abascal.
Ya he dicho alguna vez que Yolanda es quizá la última sanchista creyente, un poco por devoción antigua y un poco por necesidad, como un sacristán
Aún no se cree, o no quiere creerse, la corrupción del PSOE llegando al propio Sánchez como una plaga llegando a las sandalias del faraón. Sí, el sanchismo se levanta un día con toda la chistorra fuera, y otro día con una fontanera con licencia para extorsionar, y otro con sobres para señoritas o señoritas en el sobre (uno imagina a la Jesi diciendo que se va al sobre como se imagina a Ábalos diciendo que va a plantar un pino). Pero Yolanda no creo que vea esta corrupción como verdad, una verdad que se le habría transparentado en el lapsus. No, la ve más bien como ruido. Es el ruido terminal del sanchismo, más que el ruido de platea que hace el PP, lo que provoca que Yolanda se ponga nerviosa y se equivoque de letra, de nota, de pedal en el arpa (las arpas tienen pedales porque son como las bicicletas de las princesas).
Yolanda tiene lapsus porque se pone nerviosa, no porque venga Freud a tirarle de una trenza (cosa que, por cierto, es bastante freudiana). Yolanda está nerviosa, y un político que se pone nervioso con la política a lo mejor no debería estar ahí, ni para tocar el arpa o el virginal. Es tierno pero muy poco profesional que un político, como un músico, se ponga nervioso, que vean como a Sánchez no le pasa (él no tiene lapsus, porque sus equivocaciones son puro desinterés o son directamente mentira). Pero Yolanda está nerviosa, todavía tiembla con la política como una niña con violín, que es tierno pero también es criminal: no se puede estar tan ciego ante Sánchez, aunque uno se quiera convencer, como en la Ser y por ahí, de que peor sería la derecha.
Es eso, Yolanda está nerviosa, toda la izquierda está de los nervios porque, aunque lo que parece ser puede que no sea, es difícil dar el concierto de la izquierda, esa sinfonía de juguetes, no tanto por el ruido de la oposición sino del sanchismo agónico, sonando como un pulmón de acero o como Darth Vader averiado. Imaginen si, además, lo que parece ser al final es, que es lo que está haciendo temblar ya incluso a los creyentes profesionales y a los virtuosos del organillo.
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