El profesor Jesús Fernández Villaverde y Francisco de la Torre han publicado un libro interesante y muy bien escrito, La factura del cupo catalán, privilegios territoriales frente a ciudadanía, que además de demostrar la aberración de un posible cupo catalán siguiendo el ejemplo de los del País Vasco y Navarra, explica muy bien cómo se financia y en qué gasta el Estado español, entendido en sentido amplio. Quizá en lo único en que discrepo es en la afirmación del escasísimo margen que tiene el Estado para gastar más en algo, ya sea aumentar la financiación de una comunidad autónoma o incrementar el gasto en defensa por poner otro ejemplo, y la razón es la imposibilidad de gastar menos en lo que actualmente se está gastando. Es como afirmar que la lucha por aumentar la eficacia y eficiencia del sector público solo puede producir unos frutos escasos, cuando en mi opinión pueden ser enormes.
Analicemos el caso de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), creada en 1988 por la Ley del Mercado de Valores. Esta ley es una muestra del espíritu reformista del primer gobierno del partido socialista. Nuestro mercado de valores era decimonónico, lleno de rigideces y privilegios e incapaz de cumplir su función de canalizar eficazmente el ahorro a la inversión que exige una economía moderna. Y esta ley fue el gran revulsivo con una CNMV como instrumento esencial para el desarrollo del mercado, teniendo siempre presente la protección del inversor.
Las organizaciones humanas tienen una tendencia natural al crecimiento, sobre todo cuando no tienen la presión de la competencia y de una cuenta de resultados
El éxito fue rápido y total: en poquísimo tiempo nuestro mercado creció hasta superar al de los países de nuestro entorno y fue capaz de absorber el gran reto del intenso programa privatizador de los últimos años del siglo pasado. Con el cambio de siglo vino el escándalo Gescartera y la vida se hizo más difícil para las sociedades de inversión, concentrándose la actividad en los grandes bancos comerciales y expulsando al inversor particular del mercado, con lo que éste se fue encogiendo, siendo hoy mucho más reducido de lo que fue en sus días de gloria.
Partiendo de las memorias de la CNMV, en el siguiente cuadro se compara la dimensión del mercado en 1998 y 2024. Las tres primeras filas son cifras relativas al PIB para que sean comparables.
| 1998 | 2024 | |
| Contratación bursátil | 56,2% | 18,9% | 
| Capitalización bursátil | 76,7% | 48,2% | 
| IIC patrimonio | 45,3% | 8,2% | 
| Nuevos fondos de inversión | 400 | 122 | 
| Número de OPV/OPS | 20 | 2 | 
| Número OPA | 18 | 8 | 
| Salidas a bolsa | 9 | 3 | 
| Sanciones | 50 | 19 | 
| Número de empleados | 204 | 450 | 
El mercado se ha reducido notablemente y con él la actividad de la CNMV. Todo es menos de la mitad de lo que fue hace 25 años. Sin embargo, la estructura es más del doble. Y no es que el personal esté con los brazos cruzados, sino que con la inercia del tiempo y la nueva regulación surgen tareas y actividades que separan a la organización de su función principal: el desarrollo del mercado de valores y la protección del inversor.
En el caso de la CNMV, la aparición de la Autoridad Europea del Mercado de Valores (ESMA) ha agravado el problema, ya que no solo ha introducido o inspirado nueva regulación, sino que impone una importante carga de trabajo al personal de la CNMV en su labor de conocimiento de lo que pasa en Europa. Pero el análisis de los supervisores europeos no es objeto de este artículo.
En resumen, las organizaciones humanas tienen una tendencia natural al crecimiento, sobre todo cuando no tienen la presión de la competencia y de una cuenta de resultados. Es facilísimo encontrar mil razones para explicar la necesidad de medios adicionales. Si analizásemos las memorias anuales de la CNMV será muy raro el año en el que no se mencione la carencia de personal. Es la inercia, que en algún momento marca un camino que las separa de su función principal. Y ello no solo es muy caro, sino que puede ser contraproducente.
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