Y Ángel Víctor Torres, tan pastoril, musical y bizcochable, por supuesto también estaba ahí. Quiero decir que estaba ahí como estaban todos alrededor de la trama de Koldo, Aldama y demás, cerca y lejos, dentro y fuera, atento y ciego, diligente y torpe, ordenando como si obedeciera, obedeciendo como si ordenara. Ángel Víctor Torres, de maneras canosas, harinosas y teresianas, tenía que estar como estaban todos y tenía que estar porque estaban todos. Una vez que esa gracia española que se llama carisma, suerte, designio, posición, dedazo o pelotazo te ha bendecido, y eso parece que le había pasado a Koldo, uno ya está en todas partes. Koldo no es que hubiera penetrado en ministerios, autonomías y administraciones como una tuneladora, con piños de broca y violencia imparable de juggernaut, violentando contratos. No, él simplemente estaba en todas partes, casi venerable, como un retrato del rey con hacha y chistorra, como un alabardero de mesón que reinara en lo público. Koldo estaba en todas partes, oronda, poderosa y mágicamente, como un flautista de Hamelin con helicón, y si pedía un contrato público los ministerios fabriles y los presidentes godos o isleños se desvivían por complacerle, como es natural, legal, democrático y maravilloso.
Claro que estaba ahí Ángel Víctor Torres, como todos, o sea inocente y solícito, dulce y y apremiante, industrioso y arrebatado como una monja, ahí ante esa figura que llenaba todo lo público como un gran zepelín, o sea Koldo, lo que representaba Koldo o a quienes representaba Koldo. Ha dicho Torres que no hay “absolutamente nada en ese informe de la UCO sobre mordidas”, y es que eso de la mordida ya sería violencia y quizá todo ha ocurrido suave pero irresistiblemente, nada más soplar Koldo su helicón maravilloso. Torres, que ya digo que es complaciente y caldoso, todo lo hacía por pura bondad o empatía, por complacer a ese ser tierno y mágico, como un gnomo, que resulta que está en todas partes, que habla con todo el mundo y a quien todo el mundo quiere complacer. Ahora que lo pienso, eso es lo sospechoso, que todo el mundo escuche y haga caso a los favores que pide Koldo. Yo creo que Torres no sólo es inocente, sino que ha sido hechizado, como todo el PSOE, como el propio Sánchez.
Ángel Víctor Torres, suave, invernal y poético como una lechuza, se hace enseguida muy creíble y hasta muy acariciable. Las mascarillas quizá no cumplían los estándares, y quizá eran de mala calidad o defectuosas, y quizá el precio estaba inflado, y la Ana de los audios (Ana María Pérez, directora general de Recursos Económicos del Servicio Canario de Salud), desde luego se negaba a realizar los pagos sin las validaciones pertinentes, pero no hay nada que pueda oponerse a la bondad, aún más irresistible, cree uno, que la propia magia de Koldo. Es cierto que Torres llegó a hablar de la malvada Ana con cierta vehemencia (“me voy a cagar en todos los santos con la responsable económica, o lo soluciona o la levanto para el aire”), pero él sólo pensaba en que su comunidad tuviera las mascarillas lo antes posible, unas mascarillas que quizá no venían con los estándares de la ciencia pero sí con los estándares del bueno de Koldo, suficiente para cualquier buen socialista. En cuanto a las mordidas, los audios indican que la única contraprestación que ofreció Koldo fue su disponibilidad “para lo que le saliera de los cojones” a Torres, incluyendo en esta disponibilidad “dejarse violar” por el ministro. Quién quiere chistorras pudiendo tener semejante pieza de caza o matanza.
Ángel Víctor Torres, todo hecho como de masa de galletas, estaba ahí, pero su partido no lo ve mordiendo chistorras ni mordiendo la oreja de Koldo. Eso sí, lo que está claro es que mintió
En eso de la relación anecdótica o inexistente con la trama (ya vemos que llega hasta el porno lanudo o gastronómico con Koldo y al menos hasta la reunión también gastronómica con Aldama), igual que en la no-relación con la tal Ana (la que iba a levantar escatológicamente en el aire como una cometa de papel higiénico), así como en su afirmación de que no intervino personalmente en los contratos. La mentira ya sería motivo de dimisión, indicio o sospecha, además de lo que han visto nuestros incrédulos ojos y lo que han oído nuestros duros oídos. Pero tratándose de Torres, bueno y acanelado como un pionono, yo creo que seguramente era sólo discreción. Ya ven que el propio Torres y todo el PSOE insisten en que el informe de la UCO en realidad ya lo absuelve. Y es que todo lo que no tenga ahora a la puta en canal y la chistorra en canal es un alivio para el sanchismo. Francina Armengol estará la mar de tranquila, que seguro que lo suyo aún será más ingenuo y frutal que lo de Torres.
Ángel Víctor Torres también estaba ahí, ya digo, pero estaba como todo el mundo, rozado pero intocable, presente pero transparente, implicado pero inocente. Es que Koldo y su trama estaban en todas partes (el porqué es un misterio), y claro, era difícil no toparse con ellos, como con el cartero. No podían evitarlo ni los ministros agropecuarios ni los presidentes autonómicos apastelados ni el mismísimo presidente del Gobierno, tan accesible, fotogénico y confiado. La trama siempre llegaba a ellos con la magia, la pillería o el despiste, como duendecillos. Eso sí, nunca conseguían nada. De tratarse verdaderamente de una trama criminal, debe de ser la menos exitosa de la historia, con tanto corruptor y ningún corrompido. Sí, no sé de dónde sacaban las chistorras entre tanto santo varón y tanto socialista vegano. Parece que Koldo gastaba toda su energía y sus sudores para nada, igual que gastaba para nada esa alegría que vemos que le proporcionaban unos contratos de lo más sosos y legales, que se diría que sólo era la alegría de que Torres le mordiera el lobulillo. Si a Koldo le bastaba, quizá a Torres también. Y ahí acaban las mordidas.
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