La imagen de José Luis Ábalos entrando en prisión simboliza el final de una etapa. Una etapa que se inauguró en 2018 con la moción de censura contra la corrupción que él mismo defendió. Desde el comienzo, ahora lo sabemos, todo fue una gran mentira. Una alianza de intereses entre partidos de diversas ideologías con el fin de acabar con un gobierno presidido por Mariano Rajoy en fase terminal, corroído por Gürtel y por el tesorero ladrón Luis Bárcenas.

No por esperada deja de ser insólita la decisión del juez del Tribunal Supremo de acordar el ingreso en Soto del Real del ex número dos del PSOE y de su asistente Koldo García. De hecho, es la primera vez — y mira que aquí hemos batido récords en el deporte de la corrupción — que un diputado en ejercicio entra en prisión acusado de graves delitos y ante el "elevadísimo" riesgo de fuga.

Apenas a cien metros del Supremo, Víctor de Aldama aportaba más información al juez de la Audiencia Nacional sobre el ministro Ángel Víctor Torres, del que el empresario dijo "no debería estar tranquilo". Las desgracias nunca vienen solas.

Un poco más lejos, en la Carrera de San Jerónimo, en el Congreso de los Diputados, la propuesta del Gobierno sobre la senda de déficit era derrotada por 178 votos contra 164. La ruptura de Junts — aunque inconsecuente — deja al Ejecutivo sin margen de maniobra parlamentario, y a España sin presupuestos por tercer año consecutivo.

Todo esto en un solo día, apenas en una mañana. Si estuviéramos en un país normal, estaríamos en la antesala de un adelanto electoral. No va más. Esto no aguanta.

Sánchez, cada vez más aislado, sólo tiene ya la meta de resistir. Pero ¿hasta cuándo?

La gran diferencia respecto a lo que ocurrió en 2018, donde se produjo esa inesperada conjunción de voluntades que incluyó a un PNV que acababa de dar luz verde a los presupuestos de Rajoy, es que los socios del PSOE no quieren darle el golpe de gracia a Pedro Sánchez. ERC o Bildu tienen más interés en mantenerlo que en buscar una alternativa mejor, porque para ellos no hay una alternativa mejor. Lo de Junts hay que interpretarlo en clave personal, todo depende del prófugo Puigdemont, y lo del PNV no se entiende si no es por las rabietas de Aitor Esteban. Aunque en estos dos partidos, tan de derechas como el PP o más, entra en juego otra variable nada ideológica, pero sí medible: si el PP termina pactando con Vox, ¿cómo le van a sacar cosas al gobierno de coalición que salga de las urnas si ya no serán imprescindibles?

Feijóo compareció unas horas más tarde para alertar a los ciudadanos. "No podemos permanecer anestesiados", afirmó, para anunciar a renglón seguido una concentración en Madrid el próximo domingo a las 12. Pero fue más importante lo que sucedió en Valencia: la investidura de Pérez Llorca como nuevo presidente de la Generalitat, en sustitución de Carlos Mazón, indica claramente que el PP no le va a hacer ascos a Vox. Feijóo necesita a Abascal, lo que le da a la extrema derecha capacidad para imponer parte de su agenda política.

Por más que el presidente y su círculo más cercano intenten transmitir calma a las bases y los votantes, la sensación que dan es la de un grupo sin norte, aislado, con la única misión de resistir. Aparentan tal debilidad que hasta la gaseosa Yolanda Díez se atreve a despotricar (su último exabrupto ha sido a consecuencia del ERE de Telefónica) contra el Ejecutivo en el que ella ejerce — es verdad que poco— de vicepresidenta.

La resistencia que abandera Sánchez tiene escaso recorrido. El ingreso en prisión de Ábalos y Koldo no sólo es malo por imagen, como ejemplo de lo que se prometió y lo que se ha hecho, sino porque tanto el ex ministro como su ayudante tienen información suficiente como para el presidente esté muy preocupado. Ahora, a diferencia de lo que ocurría hace unos meses, la única posibilidad que tienen de amortiguar una condena que les garantiza muchos años a la sombra, es pactar con la Fiscalía, colaborar con la Justicia, como ya está haciendo Aldama.

Santos Cerdán — otro ex secretario de Organización en apuros — ha decidido mantenerse en sus trece, pero los indicios que ha acumulado la UCO contra él son tan sólidos que de nada le van a servir las artimañas como la que acaba de hacer con el informe pericial para intentar anular las grabaciones de sus conversaciones. Nada puede tapar su relación con Servinabar ni su elevado tren de vida, del que Paqui ha dejado rastro indeleble en El Corte Inglés.

Aunque las Navidades endulcen algo el amargor que se masca en la Moncloa, enero, febrero, marzo y los meses que les siguen no auguran nada bueno para el presidente y su familia. Se sentará en el banquillo su hermano y lo hará con toda probabilidad su esposa. Como también la fontanera Leire Díez, tan dicharachera para unas cosas y tan olvidadiza para otras. ¿Se imaginan el panorama con algunos de estos juicios celebrándose en paralelo?

Al igual que Pedro Sánchez decidió jugarse el todo por el todo tras la derrota de las municipales y autonómicas de 2023, convocando unas generales en la que las encuestas le auguraban una segura derrota, no descarten que el presidente lo vuelva a hacer otra vez. La desesperación lleva a cometer errores incluso hasta a los que se creen tocados por la mano del destino.