La Justicia está desmontando el Peugeot como unos quinquis de seda (son quinquis porque el sanchismo ha criminalizado la ley igual que ha dogmatizado la mentira). Se están quedando el Peugeot y el sanchismo como una escultura moderna, hechos de estafa y fe. Ábalos, con miedo de gordito a la cárcel igual que a la mili, ya es el segundo secretario de Organización de Sánchez, la segunda mano derecha del mago Sánchez, que va a probar el talego, donde no hay cielo ni mañana y hasta el cagar es una selva. También irá al trullo Koldo, que ya tenía hecho el petate como un ballenero. Lo que pasa es que Koldo creo que ha visto muchos tigres y muchos sobacos antes, mientras que Ábalos, como Cerdán, tiene pinta de creer que la calle es de moqueta y que los chanchullos, que sonaban a txangurro, sólo terminaban en la marisquería, nunca con el acero y el hormigón forrándote el culo. A Ábalos, en la trena, con pisadas y armónicas por la noche y un calendario de piedra de 20 años en la alcayata, como un calendario azteca, a lo mejor se le empiezan a aclarar la memoria y la voz. Aunque al que temen es a Koldo, que lo grabó todo como un psicópata o un ornitólogo.

Los caídos del Peugeot (tres de cuatro), que se creían que todo era mesón con mantel de heráldica y alcobas con cama tordesillana, están viendo que donde se termina realmente es en el Supremo o en la Audiencia Nacional, que ahora son como paradores, y luego en la cárcel, comiendo y bebiendo cal. Primero fue Cerdán, el buen socialista, el gran secretario de Organización, el extraordinario negociador, de Suiza a los caseríos vascos, siempre con su cosa de quesero. Cerdán es cierto que aún se dirige a los tribunales como en el canutazo de los periodistas, negándolo todo y planchándose la corbata con los micrófonos. Pero yo creo que, como todos, aún medita sus opciones, más todavía mientras respira el aire de su pueblo como en un villancico. Su predecesor en Ferraz, Ábalos, ha tardado más en probar el rancho pero ha atacado antes, igual que Koldo. Aún no son cañonazos, pero mientras esperaban a ponerse el pijama que pica han dejado claro que tienen para ir desde las primarias a las chistorras, desde Venezuela a Begoña, pasando por ese preludio vasco de la moción de censura, con Otegi de pastor o anfitrión siciliano.

Van tres de cuatro, y dos de dos, sin contar a Aldama, que no estaba en el viaje desde el principio, como los demás

Van tres de cuatro de los del Peugeot y dos de dos de los jefes de Ferraz, que van alternando el sol y las gachas, uno tras otro, y van pensando o pesando la vida entre la oscuridad y la sombra. Cerdán aún tiene que darse cuenta de que lo que le está pasando no es una película ni una tertulia, aunque todo depende de si tiene algo que pueda aportar o ya está todo su pescado vendido, aunque sea en El Corte Inglés de Princesa, donde los pescados parecen sirenas. Ábalos ya era como un ermitaño con camiseta o un mendigo con carrito, pero eso no es lo mismo que dormir en Soto del Real, ni aunque te pongan psicólogos y funcionarios, que yo creo que sólo acentúan esa sensación de sanatorio mental, de una condena a las pesadillas más que una condena de tiempo. Koldo parece en principio más duro, pero nadie se va a comer veinte años de pan duro y huchas de maromos por lealtad o romanticismo, así como así, sin intentar una escapatoria o un alivio. Lo que ocurre es que tirar de la manta es como tirar de la horca, algo ya definitivo e irreversible que requiere ver lo suyo también como algo definitivo e irreversible. Y todavía andan, solamente, haciendo o deshaciendo las mochilas o los embozos.

Van tres de cuatro, y dos de dos, sin contar a Aldama, que no estaba en el viaje desde el principio, como los demás. En realidad uno cree que Aldama es el que menos tiene, o lo tiene todo de prestado, y a pesar de eso ha conseguido ventajas. Así que Cerdán, Ábalos y sobre todo Koldo aún tienen opciones para administrar mientras aprenden a hacer la cama como quintos desenmadrados, a afilar cepillos de dientes como arpones, a no acordarse del pueblo, de la mujer o de la Jesi entre ecos de cisterna, y a identificar sudores antes que nombres. El sentido común dice que debe de haber una manta de la que tirar, porque la alternativa es la conspiración, la estupidez o la ceguera de demasiada gente en demasiados sitios. Pero debe de haber manta, sobre todo, porque si no no la hubieran enseñado, que a ver qué ventaja tiene inventarse esas cosas estando ya colgando pósteres y orinales en la pared. El pitufeo con los inmigrantes en las primarias de Sánchez, su financiación neblinosa, la mención a hechos, lugares y sobre todo nombres, desde Otegi a Zapatero, y además la coherencia estructural, casi física, que va teniendo todo, de las mascarillas a Delcy, de los hidrocarburos a los pucherazos, del fiscal general con desatascador a la fontanera con fusta, y del Sánchez del pasado al Sánchez del presente.

La Justicia, no con chándal de tactel sino con mono de trabajo, está desmontando el Peugeot, del que queda apenas su armazón pelado como el de un mamut o el de una diligencia incendiada. Por no quedar, no queda ya ni apenas misterio. Van tres de cuatro de la tanqueta volcada, van dos de dos del partido asaltado, y ahora sólo esperamos que caiga el telón igual que una guillotina. Puede que Cerdán no tenga mucho; puede que Ábalos se derrumbe antes, como ese hombre blandito que parece, madrero todavía de sus mujeres o sus chachas, y puede que Koldo no sea tan duro sólo por preparase para la cárcel como para el cambio de armario, por empaquetar calcetines gordos como si fueran granadas de mano. Pero todos intentarán salvarse o aliviarse. Aunque es a Koldo, que lo guardó todo, al que temen. Según el periodista Leopoldo Bernabéu, confidente o custodio de los misterios del factótum de la trama, y que hablaba con Ferreras como desde una cueva de nibelungo, Koldo tiene material para “hacer caer a Sánchez varias veces”. Serían cuatro de cuatro del Peugeot, y no como corazonada ni como cuenta de la vieja.