Alemania, con el Ministerio de Exterior dirigido por Johann Wadephul, está viviendo un momento dorado. En los últimos treinta días Berlín ha ejecutado una maniobra de tres bandas: asegurar su supervivencia energética, blindar el flanco oriental y proyectar su industria de defensa como el estándar de la OTAN. No estamos ante una simple agenda administrativa; es la consolidación de una autonomía estratégica con sello alemán. Y, además, con éxito, ya que consolida su posición en todos los campos. A diferencia de algunos Estados que basan su diplomacia en la pompa, la discreta diplomacia alemana ha situado el país en vanguardia.
La actividad diplomática comenzó con una ofensiva en Bruselas el 12 de noviembre. Alemania, consciente de que la hegemonía industrial se juega en la diversificación de mercados, lideró el impulso definitivo al Tratado UE-Mercosur. El objetivo es claro: proteger los sectores automotriz y químico frente a una China que ya no solo compite, sino que desplaza. Pocos días después, entre el 13 y 14 de noviembre, el ministro Johann Wadephul (CDU) marcó la pauta en el G7 de Niágara. La diplomacia alemana abandonó el perfil bajo para exigir un mandato de paz de la ONU en Gaza y, simultáneamente, coordinar una arquitectura de sanciones contra el sabotaje tecnológico, un preludio de lo que veríamos semanas después con Rusia.
En el plano interno, pero con impacto global, el 19 de noviembre Berlín notificó el cierre de 14 centrales de carbón. No es solo un compromiso climático; es una maniobra regulatoria para ganar legitimidad en la negociación de cuotas de gas y acelerar la transición hacia una matriz energética más soberana. Mientras que al mismo tiempo cerraba un contrato de 7.000 millones de dólares con Southern Energy para importar gas natural licuado. Berlín ha entendido que la seguridad nacional empieza en la terminal de gas, y Buenos Aires se convierte en un socio estratégico indispensable. Así Alemania se consolida en América Latina más aún después de los anuncios de cooperación con el nuevo gobierno de Bolivia.
Además, diciembre también empezó con la reconciliación estratégica con Polonia. El despliegue permanente de baterías Patriot en suelo polaco no es solo defensa aérea; es la reconstrucción de la confianza en el flanco oriental y un pacto de ciberseguridad industrial que redefine la relación entre Merz y Tusk. El eje Berlín-Varsovia es uno de los más importantes en la nueva Unión Europea, y más después de la consolidación de Polonia como un actor indispensable para la seguridad común, y la constante amenaza rusa en el corredor de Suwalki. El desconcierto político francés provoca que las relaciones bilaterales entre Polonia y Alemania se articulen sin Francia, el tercer signante del Triángulo de Weimar.
A diferencia de algunos Estados que basan su diplomacia en la pompa, la discreta diplomacia alemana ha situado el país en vanguardia"
El 4 de diciembre, la alianza comercial con España subrayó el uso de plataformas logísticas conjuntas para proyectar influencia en Asia y África. Es la Europa de las sinergias operativas frente a la burocracia paralizante. Esta proyección se consolidó el 9 de diciembre con el cierre técnico del TLC con India, un movimiento que saca a Berlín de la excesiva dependencia de los mercados autocráticos. La venta de 44 tanques Leopard 2A8 a Croacia (1.700 millones de euros) el 10 de diciembre y el fin de los controles fronterizos internos anunciado el 11 de diciembre muestran las dos caras de la moneda alemana, el poder militar exportable y el compromiso con la fluidez de Schengen como motor económico.
El 12 de diciembre, la convocatoria del embajador ruso supuso una ruptura con la política de apaciguamiento del pasado. Alemania ya no ignora el sabotaje; lo denuncia y lo sanciona. Mientras tanto, el 15 de diciembre, el acuerdo con Kenia demostró que el Global Gateway alemán busca socios estables en el Sur Global mediante el intercambio de maquinaria por sostenibilidad. Finalmente, el 17 de diciembre, el Bundestag selló el destino de la defensa continental con la aprobación de 3.500 millones de dólares adicionales para el sistema Arrow 3. Al consolidar el mayor acuerdo militar con Israel, Alemania no solo compra seguridad, sino que se erige como el arquitecto del European Sky Shield.
Merz y Wadephul han situado a Alemania en todos los sitios posibles: acuerdos con países del sureste asiático, repúblicas de Asia Central, China, Turquía; negociaciones con la India; mayor presencia en América Latina, incluso para la reconstrucción de Gaza, y mejora de su posición dentro de la Unión Europea. Alemania se erige, sobre todo, en un socio estable y fiable para Ucrania. Siempre se ha dicho que la discreción permite trabajar mejor, y el caso de la diplomacia alemana es un ejemplo de ello.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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