Que el futuro de la movilidad será eléctrico es una premisa que pocos se atreven hoy a discutir. Si desde hace años la tendencia del mercado parece empujar hacia la sustitución de los motores de combustión interna por los enchufables, en el caso de Europa la cada vez más estricta regulación sobre emisiones obliga a los fabricantes a acelerar esta transición.

Por eso, poco tiene de extraño que una tras otra las principales marcas del sector vayan encadenando anuncios sobre sus próximos lanzamientos de vehículos equipados con tecnologías eléctricas o, al menos, híbridas. Uno de los últimos ha sido Ford. La histórica enseña norteamericana celebró la pasada semana en Amsterdam un evento destinado a presentar su más inmediata estrategia comercial en el Europa y que, lógicamente, pasa por una ambiciosa apuesta por la electrificación.

A grandes rasgos, Ford pretende efectuar hasta 16 lanzamientos de vehículos total o parcialmente eléctricos durante los próximos trimestres, la mitad de ellos ya antes de que finalice 2019. "Estamos ante un momento histórico para Ford en Europa", afirmó su presidente Steven Armstrong. Pero tras esas palabras lo que trasciende es un escenario de enormes desafíos para la compañía en el mercado europeo. No en vano, ya a inicios de año anunció un duro ajuste que mantiene en vilo a los miles de empleados de la compañía en la región, de los que unos 7.400 corresponden a su planta española de Almussafes.

Ford ha anunciado recientemente un ambicioso plan de lanzamiento de vehículos eléctricos y enchufables en el mercado Europeo

Ford no es, ni mucho menos, la única empresa de automoción que se enfrenta a dificultades en Europa. La necesidad de acometer a toda prisa su adaptación al nuevo mundo eléctrico requiere al sector cuantiosas inversiones cuyo rédito resulta aún cuestionable. Porque además, esta situación coincide con una desaceleración económica y ciertas transformaciones en las demandas de movilidad -auge del car sharing, por ejemplo- que no hacen augurar el mejor contexto de mercado para asumir los costes de la electrificación. Y sobre el sector sobrevuela la amenaza de aranceles por parte de Estados Unidos que supondrían un duro golpe a sus perspectivas de negocio.

Al cierre del primer trimestre, las ventas de vehículos en Europa acumulaban un descenso interanual del 3%. Y firmas como Nomura auguran que en 2021, las ventas de coches en el continente serán un 10% inferiores a las de cierre de 2018. Esta situación no ha pasado desapercibida en los mercados. Es cierto que el sector de automoción europeo acumula en bolsa ganancias próximas al 18% desde el inicio de año, alentado por las mejores perspectivas en torno a Europa, pero el sector aún cotiza casi un 24% por debajo de los niveles en que se encontraba hace menos de 15 meses.

La evolución bursátil de Ford no ha sido muy diferente: sus ganancias del 21% en 2019 apenas le han servido para reducir al 30% las caídas acumulada desde enero de 2018. En el caso de la enseña estadounidense, el revés no puede achacarse exclusivamente a la situación de Europa, que ni siquiera es su mercado principal. Pero con unos ingresos de alrededor de 31.000 millones de dólares (unos 27.500 millones de euros), el 21% del total, en el continente, sin duda, los acontecimientos del mercado europeo resultan muy relevantes para el grupo.

Y lo cierto es que no parece que sus perspectivas sean excesivamente halagüeñas. Los analistas de Nomura han decidido recientemente recortar su recomendación sobre Ford a niveles de vender, citando como una de las principales razones de su desconfianza -le otorga un precio objetivo un 19% por debajo de la cotización actual- el negocio en Europa.

Para los expertos del banco japonés, Ford se enfrenta a un desafío nada desdeñable para cumplir con los criterios de emisiones fijados por la Unión Europa a partir de 2020 y evitar así las sanciones correspondientes a su incumplimiento. Según los cálculos de la firma, si Ford no vendiera entre 2021 y 2022 ningún vehículo eléctrico puro, fiándolo todo a las distintas variedades de motores híbridos, alcanzaría unos niveles de emisiones que se traducirían en multas de alrededor de 1.200 millones de euros entre ambos años.

La necesidad de cumplir con la normativa de emisiones de la UE forzará una creciente presión para dar salida a vehículos eléctricos

Para evitarlo, calculan, Ford tendrá que llevar a cabo la electrificación de en torno al 60% de su flota europea de vehículos de pasajeros en 2020 y un 80% tanto en 2020 y 2021. Este esfuerzo conllevará un incremento de los costes nada desdeñables, que acabarán suponiendo un impacto en su margen de contribución -los beneficios sin contar los gastos fijos- de unos 532 millones de euros en 2020 y 843 millones en 2021.

Este oneroso golpe supondría, en cualquier caso, poco más de una tercera parte del quebranto que derivaría de asumir las multas de las autoridades europeas. Sin embargo, la factura podría ser incluso superior, ya que, en sus cálculos, Nomura contempla que Ford sea capaz de dar salida a su nueva gama de vehículos eléctricos y enchufables sin asumir demasiados descuentos. Pero lo cierto es que la compañía tendrá que realizar estas ventas en un contexto, previsiblemente, de débil demanda y, sobre todo, fuerte competencia, ya que son muchas las firmas que se encontrarán en la misma necesidad.

"Creemos que cualquier fabricante de automóviles que se enfrenta a la amenaza de grandes multas debido al incumplimiento intentaría deshacerse de estos motores eléctricos en el mercado europeo, compitiendo por el mismo conjunto de compradores de vehículos híbridos enchufables (PHEV) y eléctricos para reducir la carga de sanciones como tanto como sea posible, presionando los márgenes más allá", advierten los analistas.

Así, para un grupo que ya ha visto caer su Ebit ajustado en Europa en casi 1.800 millones de dólares (cerca de 1.600 millones de euros) entre 2016 y 2018, sus peores días en este mercado podrían estar aún por llegar. Para Ford, como para el resto del sector, el futuro será eléctrico. Pero queda por demostrar que puede llegar a ese futuro sin chamuscarse en el camino.