Paloma Sotoca pide un café con leche y dos azucarillos. Todo lo amargo, los golpes, las vejaciones, el miedo, quedaron atrás. Ahora sonríe, dientes de oreja a oreja. "A mí me dolía el alma y yo me hubiera quitado la vida", dice esta mujer de 43 años. "A mí en la Asociación Mum me salvaron la vida", añade mientras se le cae una lágrima. La única que vierte durante los casi 60 minutos que dura su encuentro con El Independiente en una cafetería.

Rocío Peces, la psicóloga que le abrió los ojos durante el año y medio que duró la terapia, dice que ella no le ha salvado la vida."La vida se la salvan ellas. Ellas son las supervivientes, no yo", asegura la especialista, orgullosa de que Paloma haya vuelto a sonreír.

"Llegué a pedirle somníferos a mi madre para echárselos en el café y que no me pegara. Llegué a no ducharme durante 15 días para que no tuviera ganas de tocarme. Tú fíjate", recuerda Paloma con seriedad. Pero al instante brota una carcajada: "¡Yo que me paso el día en remojo por dios!"

Éste es el relato en primera persona de la lucha de Paloma Sotoca por recuperar el control de su vida. Por vencer al miedo y sentirse libre. No guarda rencor, no guarda odio. "Tengo tanto por lo que vivir que no me merece la pena odiar. Es que no mi acuerdo. Sólo en estos momentos en los que quiero reivindicar que se sale, que las terapias funcionan".