Cierra los ojos. Piensa en tu casa. Divídela mentalmente a la mitad. Ahí tendrá que caber todo. Baño, cama, cocina, armarios, sofá, libros y la televisión de 40 pulgadas. ¿Estás listo para entrar en tu nueva vivienda? Si la respuesta es sí, bienvenido al mundo de las microcasas, donde menos espacio significa vida más simple y -quizá- mejor.

En España se trata de un fenómeno embrionario, con tinte hipster, pero que está generando curiosidad en un país adicto al ladrillo. Razones para ir a lo micro hay de sobra. La vivienda es más barata: una microcasa cuesta entre cincuenta o sesenta mil euros. Es más ecológica: necesita menos recursos que una vivienda normal. Y “sobre todo es un cambio de mentalidad. Hay que aprender a disfrutar con lo mínimo y prescindir de lo superfluo”, explica Daniel Corbí, arquitecto y gerente de CS&A Microcasas, uno de los -de momento pocos- estudios de arquitectura que han apostado por las tiny houses, como se las conoce en inglés.



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No es solo cuestión de tamaño, aunque el tamaño importa. En nuestras casas sobra espacio. Se calcula que en una casa de 200 metros cuadrados para una familia de cuatro personas, el 50% del espacio queda inutilizado cuando los hijos son mayores y se marchan. Si tiramos de historia, desde las ínsulas romanas a los tipi indios o a las gher mongolas, la humanidad ha vivido en poco espacio. Han sido la sociedad del bienestar y el hormigón lo que ha permitido aumentar el volumen de los edificios con menos costes.

Una microcasa no tiene que superar los 50 metros cuadrados

“No hay una medida establecida, pero una tiny house no tiene que sobrepasar los 50 metros cuadrados”, dice Corbí. En su taller en las afueras de Madrid ensamblan dos modelos de microcasas. Uno con cubierta inclinada, para vivienda, y otro con techo plano, pensado como oficina. “Se trata de bloques modulares, que pueden conectarse entre sí para aumentar el volumen”, añade Daniel Miras, socio de Corbí en CS&A.

“Somos un estudio de arquitectura pero también nos encargamos del trabajo de carpintería para construir las estructuras de madera”, explica. No niegan que es difícil comercializar este tipo de vivienda, pero están convencidos que mañana nos acostumbraremos a vivir con menos e igual de felices o más. “Es un tipo de vivienda que implica un estilo de vida. No es que sea más barata. Al revés, una tiny house puede ser muy cara dependiendo del tipo de acabado. Pero implica una vida más sencilla y alejada del consumismo”, reflexiona.

Menos es más y mejor

Eso no significa vivir castigado entre cuatro paredes. La miniaturización del confort lleva tiempo con nosotros. En 1996 los arquitectos barceloneses Eva Prats y Ricardo Flores construyeron la “Casa en una maleta”. Un prototipo de vivienda con camas abatibles y mesas plegables. Fue el encargo de unos clientes para una solución temporal. Hoy la tecnología permite aprovechar el espacio y garantizar el bienestar de los inquilinos durante largas estancias.

Las microcasas son viviendas móviles

“Maximizar el espacio es solo el primer paso. Una microcasa tiene que ser autosuficiente y eficiente”, detalla Daniel Miras . La electricidad, de paneles solares; el agua, de tanques o de pozos y una depuradora que se ocupa del saneamiento. “Con respecto a una casa normal, la inversión en materiales e instalaciones es mayor. Es un coste que se recupera porque desaparecen las facturas de suministro”, apunta Corbí.

Una microcasa de CS&A montada

Una microcasa de CS&A montada CS&A

Técnicamente, las microcasas son remolques, viviendas móviles. Suelen ir sobre una plataforma con ruedas y pueden ser transportadas de un sitio a otro. Pero cuidado: no son ni contenedores prefabricados ni caravanas. Las microcasas se construyen in situ, con un manual de instrucciones como si se tratara de un mueble de Ikea. “Pero utilizamos solo materiales de calidad”, explica Miras. “Para el montaje básico se necesita una semana pero el tiempo total depende del tipo de acabado que pide el cliente”.

La libertad de movimiento y el contacto con la naturaleza son algunos de los valores fundacionales del movimiento de las tiny houses nacido en Estados Unidos a finales de los años noventa, a raíz del provocador libro The not so big house, de la arquitecta Sarah Susanka. Después del huracán Katrina las tiny houses se convirtieron en una alternativa de calidad para cientos de personas que vivían en refugios.

En Europa se quedan en la teoría

En Europa, donde las carreteras son más pequeñas, la naturaleza menos impactante y la potencia de los coches inferior, tampoco es fácil alquilar un terreno donde dejar la microcasa hasta el siguiente destino. La resistencia cultural es fuerte en una sociedad con una densidad urbana muy alta. “Perdimos la escala humana de las ciudades en los años sesenta, cuando las ciudades fueron diseñadas para los vehículos”, dice el joven arquitecto alemán Matthias Heskamp.

Sin embargo, al menos como ejercicio intelectual, las tiny houses se están abriendo camino en las universidades del viejo continente. El Bauhaus Campus de Berlín ha creado la “Universidad de las Tiny House”, un encuentro internacional que cada año reúne a jóvenes arquitectos y diseñadores de todo el mundo. Son ellos, los under 35, los que de momento se muestran más interesados en el fenómeno. El resultado es una carrera a la nanovivienda para dar sentido a cada milímetro.

Pueden llegar a costar no menos de 50.000 euros

El arquitecto británico Mark Burton ha lanzado un modelo destinado a estudiantes universitarios para amortizar el coste de la vivienda durante los años universitarios, aunque el precio roza las cincuenta mil libras. No obstante, muchos proyectos no van más allá de unas maquetas, porque no consiguen encontrar un inversor dispuesto a gastar decenas de miles de euros para fabricar prototipos sin un mercado. De momento, el récord de vivienda mínima para dos personas en Europa es de dos arquitectas italianas, Giulia Fasoli y Francesca Adami. Su ‘alojamiento dinámico’ mide ‘apenas’ 8 por 2,50 metros.

En las metrópolis japonesas el concepto de microcasas se ha adoptado en forma de microapartamentos. Si bien permiten aprovechar al máximo el escaso espacio, agravan el problema de la sobrepoblación en las grandes urbes. Además, al tratarse de edificios con cimientos y de diseño, son a menudo obra de arquitectos famosos. En Tokyo, una microcasa del tamaño de un aparcamiento puede llegar a costar 500.000. Las amortizaciones de las hipotecas y las leyes de sucesión son tan complejas que hacen que lo más razonable sea una vivienda desechable, de manera que los hijos hereden solo el terreno.

La ley no ayuda

Montaje de una microcasa CS&A

Montaje de una microcasa CS&A CS&A

Disminuir demasiado el espacio puede llevar a problemas de convivencia por la falta de privacidad. Además, las normativas urbanísticas ponen trabas. Tanto en España como en la mayoría de países europeos, no se contemplan de momento las tiny houses como tales. Los planes de ordenación urbana establecen dimensiones mínimas para cada estancia: por esta razón las microcasas no pueden ser consideradas viviendas sino remolques, casas temporales o desmontables.

“Las leyes del suelo, por ejemplo, permiten construir en una parcela rústica solo si el edificio está asociado a un uso agropecuario sin tener en cuenta que las microcasas son autosuficientes, no necesitan estar conectadas a las redes de un ayuntamiento y no constituyen un bien inmueble porque tienen ruedas y se pueden desplazar a otro sitio”, dice Daniel Corbí. Además, el tamaño del remolque permitido en las carreteras españolas y europeas es inferior al de Estados Unidos.

El rompecabezas burocrático, junto al desafío que supone vivir en menos espacio, es una de las principales razones que echa para atrás los candidatos a vivir en una microcasa según la experiencia de CS&A. No obstante, la normativa, probablemente, se actualizará a medida que evolucione nuestro estilo de vida.

Por ahora, si hay un lugar donde las tiny houses arrasan es la pequeña pantalla. En Estados Unidos, series como Tiny House Nation, de la cadena FYI,  o Minicasas del canal Divinity en España, llevan ya muchas temporadas dando voz a quienes se han atrevido con esta forma de vida.