Los veteranos pensarían que no tenían perdón. Que su desconocimiento era inconcebible en la cuna de la que salieron los mejores jugadores del mundo. Pero la mayoría eran incapaces de citar ni uno sólo. Había quienes incluso desconocían por completo de qué les estaban hablando. Pero en la tierra de la cesta punta, en la comarca donde se instaló la llamada Universidad de la pelota, donde se forjaron los jugadores que embelesaban a miles de personas en los Estado Unidos y por los que suspiraban actrices de Hollywood, se fotografiaban políticos de todo signo y a los que perseguían las mujeres a la salida del frontón, las cosas habían cambiado.

El refranero español lo hubiese definido con un ‘En casa de herrero, cuchillo de palo’. Las nuevas generaciones de municipios vascos como Markina, Gernika, Berriatua o Durango apenas habían oído hablar de las historias de quienes hicieron las Américas en los mejores frontones del mundo entre los años 60 y 80 del siglo pasado. Sus ídolos eran otros. Tampoco a ellos se les veía mayor interés en los frontones de sus pueblos y escuelas más allá de convertirlos en porterías futbolísticas o en improvisadas pistas de frontenis.

Pero sus padres sí recordaban. Sus abuelos mucho más. Ni qué decir los ex jugadores profesionales que vivieron la gloria y que hoy recuerdan sus andanzas entre pote y pintxo. Y la crisis en la que se encontraba sumida la cesta punta en la tierra que lo vio nacer merecía una segunda oportunidad. Así nació el proyecto Xistera, como un intento por resucitar un deporte en el mismo lugar en el que tiempo atrás se hizo grande, muy grande. La idea comenzó a labrarse hace ahora cinco años y en 2015 tomo forma: se crearía un club de clubes integrado por todas las entidades que con mayor o menor vida, seguían apostando y creyendo en que la cesta punta tenía futuro en Euskadi.

1.100 chicos y chicas

Hoy son 23 los clubes que integran Xistera –cesta, en euskera-. Agrupan a un total de 1.100 chicos y chicas que cada semana entrenan y compiten entre ellos. Han sido capaces de levantar un deporte que parecía condenado a quedarse sin relevo generacional. “Teníamos claro que había que hacer algo. Decidimos que el mejor modo de volver a recuperar la cesta sería acudiendo a los colegios a promocionarla. Allí nos dimos cuenta que los chicos y chicas de hoy día no tienen ningún referente en este deporte, algunos ni siquiera lo conocían”, asegura Ibon Urreisti, presidente de Xistera.

Jugadoras de distintos clubes agrupados en 'Xistera' posan tras la celebración de un torneo de cesta punta.

En estos últimos años, la labor de divulgación ha dado sus frutos. Superado el millar de jugadores, Xistera ha logrado incluso integrar a niñas y chicas jóvenes en un deporte eminentemente masculino, “comenzamos con sólo cinco chicas y hoy son más de 60”, apunta orgulloso Urreisti. Además, se ha reducido de modo muy notable el número de abandonos de los chavales al pasar de la infancia a la adolescencia, cuando se solían producir el mayor número de salidas de la práctica de este deporte.

"Algunos escolares ni conocían el deporte. No es barato, una cesta puede costar 450 euros pero tenemos alternativas de plástico de unos 50 euros".

Con cierto apoyo institucional pero sobre todo con el empuje de los padres y madres y de antiguos cestalaris, la más de una veintena de clubes ha logrado que los pequeños medios de comunicación locales, e incluso la televisión pública vasca, ETB, comiencen a interesarse por su proyecto y a retransmitir los partidos que organizan, “eso es muy importante”. “Es un modo no sólo de aumentar su divulgación sino de dar mayor seriedad a nuestro proyecto. Los chicos y chicas se ven en la televisión y eso refuerza el proyecto”.

Jugar a cesta punta no es barato. No al menos si se recurre a los materiales tradicionales de cesta de mimbre, pelota de cuero y casco, que requeriría de una inversión de entre 600 y 800 euros. “Ese era uno de los problemas. Una cesta de mimbre puede costar unos 450 euros, a lo que hay que sumar el casco, zapatillas y demás. Además, esa cesta se puede romper con un pelotazo o quedar inservible al año de uso. Por eso decidimos que había que ayudar a los clubes y buscamos nuevos materiales para hacer las cestas para los chicos y chicas, cestas de plástico, de fibra, con un coste de unos 50 euros y que para comenzar en este deporte es suficiente”.

Recuperar afición y mercado

Urreisti reconoce que él nunca ha jugado a cesta punta, que es aficionado pero no jugador. “Es un deporte muy difícil”, apunta. Poder dominar la cesta requiere mucha técnica y entrenamiento y el millar de jugadores de Xistera se dedica de lleno a ello con entrenamientos dos y tres veces por semana. A ello se suma los partidos que se promueven entre clubes, por comarcas, para organizar pequeños torneos entre ellos: “El resultado del trabajo que estamos haciendo se verá dentro de un par de años”.

La formación y preparación que se les brinda es concienzuda. Algunos de los profesores saben de los que hablan, son ex jugadores de cesta punta que un día emigraron a los EEUU, a Filipinas o incluso a China para competir de modo profesional en los mejores frontones del mundo. A ello suman sesiones de vídeo, prácticas en frontones, etc. para ir perfeccionando la técnica. El objetivo final es poder organizar en un plazo breve un gran torneo en el conjunto de frontones del País Vasco, Navarra y los frontones del País vasco francés. “Estamos empezando a generar un nuevo nicho de aficionados, al comienzo son los propios familiares de los chicos y chicas pero poco a poco se va ampliando y es lo que necesitamos, no podemos vivir del antiguo seguidores de cesta punta, ése es un mercado muy pequeño”.

"No debemos vivir de antiguo aficionado sino generar un nuevo nichos de seguidores de la cesta punta"

Son la base para que se consolide los intentos que desde los aficionados y las instituciones se puso en marcha hace unos años para rescatar no sólo la cesta punta sino otras modalidades de la pelota. Por el momento, es la pelota mano la que goza de mejor salud, con equipos profesionalizados, un torneo con gran vitalidad en Euskadi y frontones repletos de aficionados en cada partido. El intento pasa poder ver lo mismo con la cesta punta, regresar, de algún modo, a los tiempos gloriosos en los que el País Vasco fue la cantera para los frontones de medio mundo: EEUU, México, Cubo, Francia, China, Filipinas o Italia. En los años 70 llegaron a contabilizarse entre 600 y 700 jugadores de cesta profesional, hoy apenas se cuentan por decenas.

En un lugar, Euskadi, en el que cada pueblo comenzó construyéndose con una iglesia y un frontón, proyectos como Xistera confían con que como antaño, un día los niños del siglo XXI combinen los videojuegos, la televisión y el fútbol con juegos en el frontón, rememorando a los míticos Txurruka, Tximela, Ondarrés, Txikito de Bolivar, Uriarte o Beaskoetxea.