La cebolla es un producto muy utilizado en la cocina. De hecho, el producto se utiliza a menudo para las ensaladas, los guisos, el pescado o las salsas y en otros platos de la dieta mediterránea. Sin embargo, a pesar de su utilidad, la cebolla tiene un problema: nos hace llorar.

Esta reacción se debe a que las cebollas liberan un químico que irrita nuestros ojos. Según explica The New York Times, cuando la picamos o la cortamos, las células de la cebolla se abren y permiten que dos sustancias que suelen estar separadas se unan.

En concreto, se liberan una enzima llamada alinasa y la molécula trans-(+)-S-(1-propenil)-L-cisteina sulfóxido que reaccionan y provocan que este última molécula se transforme en sulfóxido de tiopropanal, un agente lacrimógeno, según un estudio japonés.

Para no llorar cortando las cebollas existen dos soluciones que, sin embargo, también alteran su sabor. O bien enfriamos la cebolla antes de cortarla para retrasar la reacción lacrimógena, o la cortamos mientras la sumergimos en agua para que los gases lacrimógenos no sean tan fuertes.